martes, 20 de febrero de 2018

Machos y gilipollas

Los que tengan hijos pequeños y, como ha sido mi caso, puedan asistir de cerca a su desarrollo y crecimiento diarios, se habrán tragado sin duda horas y horas de dibujos animados. Si además disponen de los actuales canales específicos, incluso los habrán "disfrutado" en sesiones continuas interminables en las que se iban enlazando clásicos de Disney con japoneses de ojos occidentales, salpimentados con auténticos disparates ininteligibles para mentes obtusas como la del que escribe y algunos incluso poco apropiados para niños de educación infantil e incluso para los de primaria. Pero, todo sea por la causa, uno se colocaba frente al televisor con la esperanza de ver una de sus series favoritas, o una peli que le apetecía muchísimo revisar y terminaba masticando varios episodios del inclasificable Gumball y a veces odiando al tarado de Musculitos, de Historias Corrientes.

A cual más tarado. Naturalmente, varones

El caso es que, sin darme cuenta, poco a poco y en un proceso lento, sin prisa pero sin pausa, fue madurando en mi averiada mente una idea, una visión de las cosas, un sentimiento inseparable del visionado junto a mi hija de las diversas series de dibujos animados que me hacía sentirme incómodo. No sabía lo que me pasaba, pero era sentarme a aguantar lo que estuviera viendo la niña y al poco invadirme el desasosiego, la angustia, empezaba a sentir picores y quemazón en la piel, sensación de asfixia, molestias musculares, hasta pequeñas venas varicosas invadían mis piernas. Imaginen lo que es no encontrarse bien y no saber el motivo y además notar cómo la cosa va in crescendo mientras se asiste impertérrito a las disparatadas aventuras de algún monigote. Hasta que caí en la cuenta. Una tarde, no hace muchos meses, mientras mi hija veía al retrasado mental profundo de Bob Esponja, supe qué me ocurría. Me sentía un gilipollas porque todos, absolutamente todos los personajes masculinos de las series de dibujos animados son unos tarados, acomplejados, retrasados mentales, botarates estúpidos, macarras descerebrados o repugnantes bichos vomitivos. No hay serie que no humille a algún especímen, humano o no, que pertenezca al sexo masculino. Y, por supuesto, no existe un solo personaje femenino que sufra las habituales brutalidades y salvajadas que los guionistas de turno urden para los de mi género. Todas son geniales, chupi piruli, listas, inteligentes y además se descojonan a conciencia del macho gilipollas. ¿Que no? Repasemos.

Básicamente, torpe
Al principio era Pocoyó. Básicamente un torpe incorregible que ni bailar sabía. A duras penas se hacía entender y sus balbuceos y caídas provocaban la hilaridad de mi niña. Por supuesto, la heroína era Ely, una elefanta rosa más lista que el hambre que además se enfadaba muchísimo con Pocoyó y con Pato por sus carencias emocionales. Luego llegó Nobita Nobi. Qué decir de este auténtico vago de siete suelas que diría mi padre, indolente e insolente, débil física y mentalmente al que apalean a diario dos macarras llamados Gigante y Suneo que tampoco se distinguen por sus virtudes morales. Uno es un abusón empedernido y el otro un chuloputas ostentoso encantado de haberse conocido. ¿Quién es moralmente irreprochable, un encanto absoluto, sin un defecto que llevarse a la boca? En efecto, el único personaje femenino habitual, una tal Sizuka. Ni siquiera el robot Doraemon se salva, a pesar de ser una máquina. Como es macho, se deja arrastrar por Nobita y los demás y acaba por parecer uno de ellos. 

Todos hacen lo mismo, pero no es igual...

Un deficiente mental
Qué decir del mítico Gumball o de su padre Richard, un auténtico cerdo, para entendernos, que sólo piensa en zampar, no está capacitado para trabajar y su principal ocupación es hacer el bobo y dejar en ridículo a su familia delante de todo el mundo. Como habrán adivinado, son la madre y la hermana de Gumball las únicas que ponen algo de cordura en ese disparatado mundo masculino. En Historias Corrientes lo cierto es que todos los personajes están completamente tarados, son unos marranos, unos macarras, indisciplinados y marrulleros y todos, qué cosa más curiosa, todos son del género masculino. Rigby, Mordecai, Musculitos o Pops, hacen el ridículo más espantoso episodio tras episodio sin que ninguna fémina sea maltratada por los guionistas, líbrenos Dios. Y en Hora de Aventuras, aparte de estar todos absolutamente perturbados, fíjense en el ejemplo del ínclito Finn, especie de caballero andante del que lo mejor que puede decirse es precisamente eso. Jake es un perro macho y como tal otro pedazo de macarra que acompaña al humano en sus desvaríos, una especie de Sancho Panza con colmillos que pone de todo menos cordura. Y el Rey Hielo un auténtico hijodelagran que sólo disfruta haciendo el mal. Y, aunque loca como una cabra, la Dulcinea de la serie es además una princesa, Chicle creo recordar, que no hace más que rechazar al repugnante Quijote (tal y como lo pintan, no es de extrañar).

Dos tarugos, sin más

La lista vive donde debe llevar escafandra. Qué cosas
Y últimamente nos hemos aficionado a Bob Esponja. Un gilipollas integral. Y con él va Patricio, con menos luces que el coche de los Picapiedra, tragón, egoísta y siempre idiotizado. El señor Cangrejo es un avaro de libro y Calamardo un solterón empedernido, músico frustrado, antipático y cascarrabias, insoportable como compañía para ninguna fémina que se precie. ¿Y la lista? Pues el único personaje femenino, la experta en física nuclear y cincuenta cosas más, la ardilla Arenita. (Habría que preguntarse qué cojones hace viviendo en el fondo del mar si no puede respirar, pero sería arriesgado en estos tiempos que corren).

Encuentren a los idiotas. Hay dos
En fin, si quieren sigo. Recuerden que nos queda hablar de Los Simpson. De Homer y Bart, de Moe y Flanders, del señor Burns y su lacayo. Y claro, de Marge y Lisa. Hasta Maggie, un bebé de un año -pero chica-, supera en inteligencia a los personajes masculinos. Ejemplos podemos seguir poniendo hasta el agotamiento. Hombre ser gilipollas. Mujer ser maravillosa. Y en esas estamos. Cualquier día nos harán decir a coro "pachi, pachi, ankagua" y nos despeñarán por las montañas o harán que nos devoren los cocodrilos o los leones. Y mientras, en la inmensa sala sólo se escucharán muchas, muchas risas, sobre todo cuando salga la mona Chita. Que, por si no lo saben y como no podía ser de otra manera, era en realidad un macho. Ahora lo entiendo todo.
 
Maureen O' Sullivan es la única chica de esta estampa bucólica