jueves, 26 de mayo de 2016

Arde España

A diferencia de la novela de Lapierre&Collins sobre la liberación de París o la película de René Clément subsiguiente, el título de este artículo no es necesario que se incluya entre interrogantes. Aquí, una vez transcurrido un año de ¿Gobierno? en los Ayuntamientos liderados por Podemos o sus afines, ya está claro que, de continuar este estado de cosas por más tiempo, van a arder todas las ciudades que tienen la desgracia de deambular bajo el manto morado y, en algunos casos, puede que hasta los cimientos.   

En el libro y película antes mencionados se atribuye la salvación de París al gobernador alemán Von Choltitz, general al que Hitler había encargado incendiar la ciudad de la Luz al confirmarse la derrota de los germanos en la Segunda Guerra Mundial y que se negó a cumplir semejante orden, motivo por el que incluso hoy en día los parisinos siguen estándole agradecidos. Tanto que, si uno se sube en un autobús turístico que recorra la capital francesa, escuchará por los auriculares cómo incluso le proporcionan algunas alabanzas al rebelde militar teutón. Por el contrario, si esto sigue como hasta la pasada noche, dentro de unos años los autocares que recorran la Ciudad Condal seguramente recordarán a Ada Colau como la mayor pirómana que en tan bonita urbe haya existido y como responsable máxima de haber consentido la destrucción no sólo de partes de la ciudad tan importantes como el paseo de Gracia, sino también de todo atisbo de orden, respeto, obediencia y "seny", virtudes hasta la llegada de la reina de los okupas muy estimadas por los catalanes de bien, que todavía alguno queda por ahí.

Tres noches llevan los macarras de turno, alentados por la chusma de la CUP y consentidos por los podemitas, quemando contenedores, rompiendo lunas de negocios regentados por sufridos autónomos, destrozando mobiliario público y agrediendo a policías de todo tipo, lo mismo a la Guardia Urbana que a los llamados Mozos de Escuadra, da igual, como repartir estopa sale gratis, ya van once heridos entre las filas de los cuerpos de Seguridad mientras que el cupo de detenidos asciende a la enorme cantidad de uno y pidiéndole disculpas, por supuesto. Y ante semejante revolución, Colau pidiendo comprensión y diciéndole a los vecinos que se pongan a templar gaitas ellos con los salvajes, que ella está muy ocupada negociando con el PSOE que, manda huevos, ahora les va a echar una mano en la destrucción de Barcelona. Vamos que, si Dalí llega a estar vivo, se estaría frotando las manos ante este cuadro cumbre del surrealismo de todos los tiempos.

Tampoco es que coja de sorpresa todo lo que sucede allí porque en el sur, en el reino de Taifas de Kichi, en Cádiz, ya se han caído del guindo y se esperan cualquier cosa. Como que su zarrapastroso alcalde se enfrente a su propia policía local cuando a un amigo vociferante con el que asistía a un partido de fútbol osaron expulsarle del estadio -cómo será el angelito- y al desaliñado regidor no se le ocurra otra cosa que esgrimir airadamente su cargo y su poder para lograr que readmitan al energúmeno. 


Y en la capital del Reino, en Madrid, ya conocen ustedes las correrías de la concejala de Cultura Meyer, quitando y poniendo lápidas y placas que recuerdan a mártires o destituyendo al director del Teatro Español seguramente por eso, por español, los chistes de un Zapata poco amigo del sionismo o la profecía de Rita Maestre, auténtica primicia por adelantado de lo que iba a ocurrir meses después cuando, tetas al aire y en plena profanación de templos cristianos, gritó aquello de "arderéis como en el 36". Contra lo que se pudo pensar entonces, no se refería a los curas, no. Se refería a todos nosotros. A España. A este país abandonado a su suerte donde los que tendrían que ejercer de bomberos se dedican a atizar las llamas, los delincuentes son los dirigentes y el pueblo asiste atónito a un espectáculo en el que es más rentable vestirse de malo que cumplir con las leyes vigentes. Pues nada señores, ustedes los votaron, así que ahora toca apechugar y aguantarse. Y al masoquista, ya sabe, en un mes pueden conseguir que el título de este artículo deje de ser una entelequia y se convierta en una lamentable y odiosa realidad.  

jueves, 19 de mayo de 2016

Prohibiciones y libertades

Como muchos lectores de este blog sabrán, el estadio Vicente Calderón es mi casa. Hace 36 años que me hice socio desafiando a mi madre, que no quería que cada domingo me fuera yo solo a la otra punta de Madrid por si me pasaba "algo" y desde entonces considero mi asiento de segundo anfiteatro del fondo sur como una parte más del mobiliario de mi ajuar personal. Más duro, motivo por el que nunca dejo de alquilar la correspondiente almohadilla, y sujeto a las inclemencias que el tiempo quiera dejar caer sobre él, casi siempre en forma de intenso e insoportable frío glacial, pero al mismo tiempo acogedor y de mi propiedad, porque en ese sitio sólo me puedo sentar yo y si lo encuentro ocupado no tengo más que esgrimir mi abono para recuperarlo. 

Y como a todo el mundo, me gusta que en mi casa se respeten mis normas, que nadie la mancille ni la ensucie ni mucho menos me insulte a mí o a mis creencias y las de mis familiares. Por eso, como la final de la Copa de S.M. el Rey se celebra este año en mi casa, me molestaba enormemente que los aficionados del Barcelona, organizados desde el propio club y obedeciendo órdenes de los partidos políticos secesionistas, fueran a exhibir masivamente las banderas esas de la estrella que ellos llaman esteladas y que no son más que trapos sin ningún tipo de valor ni legalidad. Vaya por delante que a mí no me parece lo más acertado ponerse a prohibir nada. Ni el tabaco, ni correr con el coche, ni los toros ni los trapos de colorines. Pero entiendo que, en este caso, no se trata de proteger los derechos individuales si se autoriza la exhibición de la senyera manipulada, porque el hecho de que aparecieran en mi casa por millares no se iba a deber a la libre elección de miles de catalanes ejerciendo su derecho, sino que correspondería a la organización de una especie de manifestación por parte de los separatistas de diverso pelaje, lo mismo que ocurrió otros años cuando, además de repartir estas banderitas, esas formaciones tan liberales y que tanto respeto exigen también distribuyeron miles de silbatos para pitar a mi Rey y a mi Himno Nacional. Y eso este año querían hacerlo nada menos que en mi casa. Pues oigan, no. Si ya no me gusta que lo hagan en la del vecino, imaginen en la mía. Que vayan a reírse a otro sitio.


Se da la circunstancia que el subdelegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid es buen amigo y el otro día nos pusimos unos cuantos mensajes a cuenta de esta medida. Tras manifestarle mi acuerdo con ella, le advertí del ruido mediático que iba a causar y de los palos que les iban a caer por, sencillamente, hacer cumplir la ley, ni más ni menos. Por supuesto él contaba con la agitación que esto causaría en Barcelona y Cataluña, pero como es lógico anteponía el respeto a la legalidad, cosa rara ante la habitual dejadez de nuestros políticos con tal de caer bien a todo el mundo -esta última apreciación es, desde luego, de mi propia cosecha-. De momento han renunciado a presenciar el partido la alcaldesa de la Ciudad Condal y el presidente-títere de esa Comunidad Autónoma. Los desharrapados de las CUP aconsejan desobedecer y llevar un cargamento de telas para provocar a la policía y así luego poder decir que Madrid les ha tratado mal. Y el presidente azulgrana, que no sabe qué hacer con tal de contentar a todo el mundo, no ha decidido si irá o no a ver cómo su equipo lucha por el doblete. No descarten que amenace con retirarse de la competición.


A mí me parece genial que no vengan, porque no son bienvenidos. Y si de los que pitan al Rey y al Himno no viene ni uno, todavía mejor. En mi casa no entran okupas ilegales, ni independentistas melenudos, ni por supuesto quien no respete mis creencias, entre ellas la de una España unida como hasta ahora, a la que representa una bandera rojigualda y cuyo Jefe de Estado, mientras los padres de la Patria no establezcan otra cosa cuando tengan tiempo y ganas de reformar la Carta Magna del 78, es el Rey Felipe VI. España, por si lo han olvidado, es un país libre. Y en él, cada uno es libre de hacer lo que le venga en gana, mientras con ello no enturbie ni limite la libertad de los demás. Por ello, a todos los que no se encuentren a gusto en mi casa, les recomiendo que ejerzan de manera efectiva su libertad y, sencillamente, no vengan. Nos harán un favor a todos.   

  

miércoles, 18 de mayo de 2016

El hombre pacífico

Desde que le dejaron salir de la cárcel, anda el proetarra Otegui de procesión incesante por cualquier foro que se le ofezca que, para vergüenza nacional, no son pocos precisamente. Estando como estamos metidos hasta el cuello en un estercolero político como no se recuerda desde 1935, ya no resulta extraño nada de lo que sucede ni en torno al desgobierno central ni en lo que rodea a los separatismos rampantes que luchan por partir el Estado por varios lugares. Del escenario que nos espera el próximo junio, prefiero no decir nada más porque ya está todo predicho: entraremos en bucle y, si algún espabilao no lo remedia, en diciembre nuevas elecciones y así hasta que el Frente Popular se deje de chorradas y asuma el poder juntando todas sus siglas.

Pero alrededor de la pista central, en este circo en el que han convertido España aparece, de vez en cuando, alguna noticia que te toca el corazón, tus sentimientos, tu yo más profundo y te rebelas, te da asco ser español, te avergüenzas de tus compatriotas y te dan ganas de exiliarte con prontitud no más cerca de Tayikistán, antigua república soviética más asiática que europea y que se encuentra, por decirlo así, en el culo del mundo. Todo esto me ocurre hoy mientras leo que el etarra confeso Arnaldo Otegui, convertido poco menos que en un héroe revolucionario ídolo de cualquier separatista o descamisado que pase por aquí, ha sido recibido con honores por todo el mundo en el parlamento de Cataluña. La presidenta de la institución, una independentista de la amalgama esa de Juntos por el Sí, el presidente-fregona, la marrana de las CUP, y la madre que los parió a todos han perdido hoy el culo y la decencia agasajando al criminal durante su visita a la región.
 
Se me revuelven las tripas al comprobar cómo un tipo que jamás ha condenado ni un solo atentado de ETA, es más, que fue capaz de participar por acción u omisión en más de un asesinato de los abertzales, un elemento de lo más perverso que ha parido la raza humana, que justifica la matanza de casi mil personas, la mutilación de otras muchas, el tiro en la nuca, la bomba lapa y el coche bomba, un desgraciado como ese, ahora resulta que es un hombre de paz, Iglesias dixit. Un tío como para ir a tomar unos vinos, un político cojonudo, una persona dulce y jovial. Eso parece que quieren hacernos creer, cuando es un ser vil, cobarde, criminal y miserable hasta la náusea. Un tipo que jamás ha pedido a los asesinos que se arrepientan, que ha sido él mismo incapaz de musitar una disculpa hacia los miles de agraviados que tuvieron que exiliarse del País Vasco antes de que los mataran. Pues este señor, escúchenlo bien, es un gran político y un hombre de paz del que debemos estar orgullosos.


Pues muy bien. Que se acabe con la honradez y la decencia, que triunfe la injusticia y el rencor, que campen a sus anchas el odio y la venganza. Todos ellos valores maravillosos con los que la convivencia será estupenda y chachi piruli. Claro, mientras no les lleves la contraria. A ver quién se atreve a impedir que este malnacido, henchido y crecido gracias a todos estos incautos, se presente a lendakari. Y de ahí al derecho a decidir, la autodeterminación y bla, bla, bla, no sólo del País Vasco sino también de Navarra, no lo olviden. Y si no, nos enfadamos y, como Bud Spencer y Terence Hill, nos ponemos a repartir hostias como panes. Y en ese plan, imagínense, cualquiera le da la espalda al hombre pacífico y a sus secuaces. Como para fiarse. En fin, perdónenme si les place, pero hoy es un día muy triste, otro más, el vaso empieza a llenarse y uno a estar hasta los mismísimos huevos. Por desgracia, no puedo escribir otra cosa. Yo pidiendo perdón y el otro riéndose de nosotros. No, si no me extraña...        

miércoles, 11 de mayo de 2016

La indefinición de la izquierda

Conocida es en nuestro país la proverbial falta de empaque de los diversos mensajes políticos. La carencia de formación de muchos de los que intervienen en este enriquecedor mundillo y sus pocos escrúpulos para engañar a la población consiguen que los mantras que transmiten sean simples en extremo, vacíos de contenido y, en su mayor parte, más falsos que una moneda de tres euros.

Lo que se está dando en llamar "nueva política", que no es más que lo de siempre pintado con nuevos colores naranja y morado, no deja de ser un espectacular fraude para el español medianamente formado, sin complejos de inferioridad y falto de rencor y odio hacia la derecha liberal. La prueba, sin ir más lejos, la acaban de ofrecer los de Podemos. El nuevo partido, el adalid de la limpieza -política, que no corporal- y de la honradez se alía, con el único fin de alcanzar más diputados, con el Partido Comunista. Sí, con las cenizas de Carrillo, con los restos de Anguita, con los balbuceos de Lara. Con lo más viejo que existe en el hemiciclo y en el mundo mundial. Y no vayan a creer que los de Izquierda Unida están exentos de corrupción, no. Echen un vistazo a las hemerotecas. Pero da lo mismo. Como juntos suman más que separados, pelillos a la mar, olvidémonos de estrecheces y vamos de la mano a la creación, ahora sí, del Frente Popular. Porque, aunque antiguos, los de IU siempre han abrazado el populismo y la demagogia extrema. Recuerden a Llamazares tras los discursos del Rey por Navidad. "No se preocupa por los problemas reales de la clase obrera y trabajadora, como el paro, los deshaucios o los accidentes laborales...", bla, bla, bla. 

Y tanto unos como otros, tan rápidos para sacar sus arsenales cuando Estados Unidos emprende cualquier operación en Oriente Medio o España envía soldados en misiones de paz a zonas conflictivas, se callan la boca y se tragan su bilis, acojonados hasta los tuétanos, cuando en Irán, Afganistán y demás estados islamistas humillan a la mujer hasta extremos que jamás se verán aquí con una mascota o un animal de granja. El otro día, mientras volvía en coche desde Madrid, escuché en la radio cómo narraban la entrega de unos premios en Toledo, que resultan estar patrocinados por la familia real de Arabia Saudí. Una de las afortunadas, en realidad la única mujer que lo fue, era musulmana. Fue obligada a recoger el galardón vestida con una especie de burka, -me parece que se llama niqab- que sólo dejaba ver sus ojos tras unas gruesas gafas. Allí estaba presente el presidente castellano-manchego, García Page, socialista. No dijo ni mu y mucho menos abandonó la sala en señal de protesta. Pero es que ningún miembro -o miembra- de IU o Podemos ha dicho esta boca es mía.

Lo cierto es que nunca, jamás, en la vida escucharán ustedes crítica alguna de esta gente al islamismo feroz por enterrar a las mujeres bajo kilómetros de telas, por lapidarlas si cualquiera las acusa de adulterio, aunque no esté probado, de cortarles las manos si tocan lo que no deben o de someterse a la ablación del clítoris porque lo dice el mulá o el imán de turno. Ni Podemos, ni Izquierda Unida, ni el PSOE, ni la mierda esa de la CUP catalana que dice que es mejor criar a los niños "en la tribu", como si fuéramos apaches, que en la familia, ninguno de ellos, nadie de la izquierda española ha tenido los santos cojones de criticar como se merece a quien practica a diario el salvajismo con la mujer musulmana o de cualquier otra confesión que ha tenido la desgracia de nacer en ese submundo. Algunos hasta colaboran con alguna televisión oficial de un país líder en la humillación de la mujer sin sonrojarse al cobrar los suculentos cheques. Como sale gratis, aquí se ciscan en los cristianos, profanan capillas e insultan al Papa. Allí aceptan los preceptos del Corán sin rechistar aunque ello implique castrar física, moral e intelectualmente a las mujeres. Este es el compromiso y la lucha por los derechos humanos y de la mujer que ofrece la izquierda española. Ninguno. Mucha indefinición o, para entendernos, una infame cobardía.          

miércoles, 4 de mayo de 2016

No perdamos la perspectiva

Hace sólo quince años, tres lustros de nada, el Atlético de Madrid vagaba por el infierno de Segunda División abrasado por unos rivales correosos con los que no podía y formado por unos jugadores aplastados por una responsabilidad que nunca supieron digerir. De hecho, a la vista de la ineptitud e ineficacia de la plantilla, a falta de pocos partidos para el final de aquella temporada hizo su debut un niño rubio y con pecas que, actualmente, es una leyenda viva que pasea su magisterio por los campos del mundo con la misma humildad, tras haberlo ganado todo, con la que una calurosa tarde manchega de junio celebraba su primer tanto de más de un centenar con la camiseta rojiblanca. En la fecha en que este año disputará la final de la Champions League, en 2001 el Atlético vencía al Leganés pasando las de Caín con gol de un tal José Juan Luque, ante la mala tarde de la por entonces gran "estrella" del equipo, el delantero centro Salva Ballesta. Así que conviene pues no perder de vista estos sucesos.

Aquella infausta temporada no se ascendió y aunque a la siguiente intentona sí fue posible alcanzar el objetivo, transcurrieron lánguidas y aburridas nada menos que otras siete campañas en las que el equipo era todo menos eso, los jugadores no tenían la menor idea de lo que el club representaba para decenas de miles de aficionados y la dirección se dedicaba a tirar el dinero en disparatados fichajes que, a la que saltaban al campo, se acostumbraban a escuchar los gritos de culto de la afición por entonces: "jugadores mercenarios" y "esa camiseta, no la merecéis". Se rieron de nosotros golfantes no exentos de calidad como Ibagaza, Emerson, Jorge Larena, Javi Moreno, Luccin, Petrov o Gronkjaer, vistieron nuestra elástica jugadores no aptos ni para segunda B, como Richard Núñez, Musampa o Pilipauskas, incluso durante las tétricas presentaciones de aquellos saldos de agosto alguno hasta se cayó de culo mientras intentaba ligar un par de toques al balón, como el horrible "Pato" Sosa. Otros jugadores válidos y esforzados se cansaron de remar en solitario y abandonaron el club hastiados de tanta indolencia y tanta falta de actitud, como ocurrió con nuestro buque insignia Fernando Torres, que al final de la temporada 2006-2007 dijo basta y optó por iniciar una exitosa carrera internacional en el Liverpool.

Por fin, en la temporada 2009-2010 el club regresó a posiciones punteras en el continente y llegó a ganar Europa League y Supercopa de Europa bajo el mando de Quique, sobrino de Lola Flores y madridista acérrimo, válgame el Señor. Sin embargo, esa campaña y la siguiente el equipo siguió dando tumbos en la liga española, lo mismo que iba haciendo en la 2011-2012 con el ínclito Manzano al frente -es un decir-. Hasta que el 23 de diciembre de 2011 todo cambia. Se decide contratar al símbolo del Doblete de 1996, Diego Pablo Simeone, y su presencia se convierte en decisiva para que todos los estamentos del club, desde una directiva pastueña y apalancada hasta una afición desesperada y apesadumbrada, pasando por una plantilla que no estaba dando ni el 10% de su potencial, todos tomen conciencia de lo que somos, de la importancia histórica del Aleti y, poco a poco, paso a paso, partido a partido, como dice el "Cholo", el equipo remonta, lucha, se hace respetar, gana y se va convirtiendo en alternativa al poder que ejercen las dos superpotencias propiciadas por el sistema.


Con Simeone se vuelven a ganar Europa League y Supercopa europea, al año siguiente la Copa del Rey tras 17 años de abstinencia y en 2014, de manera absolutamente increíble, la Liga española después de 18 temporadas, con el espectacular aditivo de alcanzar, después de 40 años, la final de lo que ahora se llama Champions League, la Copa de Europa de toda la vida. Lo que ocurrió en Lisboa, una desgracia de triste recuerdo, acaba de superarse hace unas horas al haber conseguido el equipo certificar su presencia en la final de este año en Milán, donde la historia tiene una cita con nosotros para concedernos un lugar entre los más grandes clubes de fútbol del Universo.

En la actualidad, de todo lo relacionado con el Aleti, muchas cosas me sorprenden. A los que hemos vivido la travesía del desierto, los años de pan y agua, palos de ciego y pancartas humillantes en el campo del vecino prepotente, nos llena de orgullo y satisfacción, como al Rey emérito, escuchar de los equipos más adinerados de Europa cuando se acerca un sorteo que no quieren vernos ni en pintura porque, asómbrense, ¡nos temen! También me quedo con la boca abierta cuando escucho en el Calderón cómo ruge la afición, los espectaculares mosaicos que confecciona y que uno de sus cánticos preferidos sea nada menos que ¡orgullosos de nuestros jugadores! Y es gratificante comprobar en la prensa y en la vida cotidiana cómo la filosofía de nuestro entrenador, los mantras que ha editado sin copyright, son repetidos por toda la sociedad. El "partido a partido", el "nunca dejes de creer" o "las guerras no las gana quien más soldados tiene, sino aquel que los utiliza mejor" han calado tanto entre nosotros que resulta que ya forman parte de libros de autoayuda y del repertorio de los gurús de la economía mundial.

Por eso, cuando observamos esta auténtica vorágine generada en torno a nuestro Aleti, no conviene perder la perspectiva. Es preciso recordar de dónde venimos, las penurias que no hace tanto pasamos y las atrocidades dictadas desde las altas esferas que a punto estuvieron de hacer desaparecer nuestra ilusión. Los jugadores y el entrenador han comprendido eso perfectamente y jamás se escucha una declaración sobrada o prepotente, nunca se falta al respeto a ningún rival y de ninguna manera se mira más allá del siguiente partido. Aquí ni siquiera se celebran goles tan importantes como el de Griezmann haciendo el payaso. La seriedad y el compromiso son las nuevas señas de identidad de todo el grupo y no se apartan de ellas ni un milímetro. La dirección del club, a pesar de algún chascarrillo casposo del inevitable Cerezo, tampoco ha sacado los pies del tiesto de la humildad y sigue los acontecimientos con una tranquilidad inusitada. Y nosotros, los aficionados, a pesar de tener el pecho más henchido de orgullo que nunca y de saber con certeza que ahora sí estamos en el club donde nos gusta estar, intentamos seguir fielmente a nuestro líder sin variar su discurso ni una coma, por lo que pueda pasar. Incluso si lo que pasa, Dios lo quiera, es que por fin ganemos la Copa de Europa. Pero eso, en cualquier caso, será partido a partido.