jueves, 29 de octubre de 2015

Añoranzas (1): El fútbol y su entorno

Resulta evidente que, a medida que uno va cumpliendo años, el pasado abulta más que el futuro que nos queda por delante y los recuerdos suponen una parte muy importante de nuestra vida cotidiana. Recordamos a personas que ya no están, momentos que no volverán, lugares que ya no existen...Y a veces lo hacemos con nostalgia, añorando todo aquello que ocurrió en ocasiones sin fundamento pues, como dice un buen amigo, tendemos a mitificar un poco todo lo que es pasado sin saber por qué. Debe ser algo consustancial al ser humano eso de añorar, echar de menos, recordar con una sonrisa en los labios incluso algo que en su día tuvo sabor amargo. A mí me ocurre cada vez más, así que hoy inicio lo que pretende ser una serie, que recogerá mis añoranzas personales referidas a temas concretos. Comienzo aunando dos de mis pasiones, escribir y el fútbol, exponiendo la visión que tengo ahora de acontecimientos vividos hace muchos años pero que dejaron en mí un poso agradable. Hoy, mi única actividad profesional consiste precisamente en eso, en escribir sobre fútbol. Es algo que fue surgiendo, una afición, algo vocacional que, por desgracia, no he logrado convertir en mi trabajo diario. También esa sensación de fracaso, de haber llegado tarde, de no haber estado en el sitio preciso en el momento justo, envuelve un poco el paquete y acentúa la sensación de añoranza, de lo que pudo haber sido y no fue. En fin, qué le vamos a hacer. Escribamos pues.    


Fue el día de Reyes de 1979. Ese día me senté en la grada de un campo de fútbol por primera vez. Fue, cómo no, en el frío cemento que entonces ofrecía el estadio Vicente Calderón. Tenía ya quince años, pero no se había dado la posibilidad de acudir hasta esa fecha, en la que mi padre decidió que ya era hora de que mi hermano y yo asistiéramos en directo al espectáculo del que él tanto nos hablaba en casa a la vuelta de emocionantes partidos, unos ganados, los más por aquel entonces, otros perdidos, como sucedió precisamente el día de nuestro estreno: palmamos contra el Burgos 1-2, y sólo recuerdo que los goles visitantes los marcó un delantero argentino que se apellidaba López que luego jugó en el Sevilla. En los castellanos ya despuntaba un tal Juanito Gómez, hoy convertido en leyenda en el norte de Madrid a causa de un desgraciado y prematuro accidente.

Eran otros tiempos para el deporte rey. No sé si mejores, pero sí más entrañables, más cercanos, menos edulcorados y, desde luego, mucho menos manipulados por los medios de comunicación. Todo era más real, más cotidiano y más épico. Se jugaba durante el invierno en campos embarrados, a veces encharcados, y aún así se veía más juego que en muchos partidos hoy en día. Las botas se empapaban y pesaban un kilo, eran negras y con cordones y no de esos colorines fosforito que desentonan una barbaridad con el resto del uniforme. Jamás me acostumbraré a que un futbolista juegue con botas blancas: me parece que fuera descalzo. Los balones no estaban hechos con materiales empleados por la NASA, eran de cuero y nada más y cabecearlos un día de lluvia era como darle un testarazo a una maceta con tierra y todo.

Los estadios lucían vistosos nombres, como La Condomina, Las Gaunas, El Vivero, La Viña o La Rosaleda, nombres que identificaban al club con el barrio o la calle donde se forjó su historia. Luego se puso de moda que recordaran a uno de sus presidentes, muchas veces al mejor, otras al más nefasto; así, Chamartín pasó a ser el Santiago Bernabéu, el Manzanares se convirtió en el Vicente Calderón, o Altabix en el Martínez Valero. También llegaron a dar su nombre a un campo Ruiz de Lopera o José Fouto, personajes que llevaron a sus equipos casi o totalmente a la quiebra. Hoy, en una pérdida absoluta de tradición y respeto por la historia, hay estadios que se llaman Iberostar en vez de Son Moix (o Luis Sitjar) y existen proyectos para denominar a los más importantes coliseos con nombres de líneas aéreas casi siempre árabes, que generan muchos petroeuros pero ocurre que, como se ha demostrado en el Málaga, a sus forrados jeques no les importa un comino la afición.

Los protagonistas también han cambiado. Es más, nada tiene que ver un futbolista puntero de hoy con Gárate, Santillana o Migueli. No es que sean mejores, que muchas veces sólo lo son en el físico, es que son mucho más odiosos. Los mencionados concedían entrevistas a todo el mundo, firmaban autógrafos a tutiplén y acudían a entrenar en sus coches como el resto de mortales. Hoy, si la figura se enfada por una pregunta “inoportuna” llama tonto al periodista, se enfurruña y se tira tres meses sin hablar, lo cual, dicho sea de paso, a veces es una bendición. Los niños pequeños en muchas ocasiones no sólo se quedan sin la firma de su ídolo, sino que encima no pueden verle porque sale –o entra- por la puerta de atrás, como si fuera a un juzgado, como si se avergonzara, como si le molestara contactar con la plebe. Y si el aficionado espera en la puerta del aparcamiento, tampoco llega a atisbar al volante la silueta del ídolo porque sale a toda pastilla en un bólido que antes sólo se veía en las películas de James Bond. Y encima, para parecer más cercano y más guay, el chico a veces se jacta en algún periódico de que tiene uno para cada día de la semana. Por no hablar de las ridículas celebraciones de los goles, emitiendo gritos simiescos o remedando bailes estúpidos incluso con 6-0 en el marcador, todo un ejemplo de respeto al adversario. En aquellos tiempos había jugadores ingenieros como Gárate, médicos como José Martínez “Pirri” o economistas como Sanchís hijo o Butragueño. Hoy, con suerte tienen el graduado escolar y algunos, como diría el genio de La Calzada, una etiqueta de anís del Mono.

Los porteros también son otra cosa. Entonces muchos no llevaban guantes y, si lo hacían, éstos eran de lana y lucían jerseys de punto, iguales a los que vestían mientras disfrutaban de la televisión en blanco y negro en los salones de sus casas. Lo de hoy en día no son guantes sino manoplas según los gurús, cubiertas de auténticas ventosas y con sus nombres grabados, personalizados que se dice ahora y disponen de docenas de pares. Hace años, si Iribar o Arconada hubieran lanzado sus guantes a la grada al terminar un partido nadie se hubiera peleado por cogerlos. Hoy son un trofeo. También les hacen uniformes de colores chillones porque dicen que así despistan a los delanteros. No sé yo. Además, si quieres ser moderno, debes saber jugar el balón como lo hacía un líbero de entonces, a lo Beckenbauer, para entendernos. Si no, dedícate a otra cosa. Tampoco se paraba “a mano cambiada”, algo que parece tener mucho mérito según los narradores epilépticos de partidos, pero que ni Urruti ni Ablanedo ni ninguno de los extraordinarios arqueros de aquella época practicaban. Serán las modas.

Como las equipaciones de los clubes. Ni las entiendo, ni comprendo el criterio para elegirlas. Antes se jugaba con el segundo uniforme cuando coincidían los colores. El Barcelona siempre jugó de azulgrana en el Manzanares. Ahora unos años va de amarillo limón, otros de verde pistacho y a veces de negro. Por supuesto, últimamente con esa ropa amarilla y roja a rayas que simula una bandera catalana. Y qué decir de la camiseta titular. Basta observar este año al Barcelona con ¡rayas horizontales! O a mi Aleti, que visto de espaldas parece el Murcia, el mítico conjunto pimentonero. Hace pocas semanas pasé por la tienda que está en los bajos del estadio y una joven dependienta me miró como a un bicho raro cuando le dije que la casaca me parecía horrorosa. Es más, me aseguró que se estaba vendiendo muy bien. Cosas del marketing. Es sabido que hoy se gana más despachando camisetas horteras que con los abonos o las entradas.    

Queda escrito que los jugadores de entonces parecían algo más listos que los de ahora. Todos sabían leer y escribir y, como ganaban lo justo, como cualquier trabajador, no necesitaban agentes ni representantes. Creo que el primero que los utilizó fue el traidor Paco Llorente, que se declaró mudo total cuando empezó a hablarse de su fuga del Aleti al eterno rival y salía siempre con la cantinela “eso lo lleva mi representante”. Actualmente los agentes de futbolistas son dioses, verdaderos reyes Midas que consiguen para los chavales contratos con cifras disparatadas, auténticamente inmorales en muchos casos, a cambio de enormes tajadas. De hecho hay alguno más rico que casi cualquier jugador.     

El juego era quizás menos físico, no se marcaba al contrario por todo el campo, pero en cambio era más viril, centrales de pierna fuerte y nariz rota como Arteche o Goicoechea pegaban una barbaridad a delanteros que aguantaban el envite sin necesidad de rodar espectacularmente por los suelos levantando los brazos al árbitro ni de pedir enérgicamente tarjeta para sus compañeros de profesión. En lugar de llevar blindadas las espinillas, aquellos jugadores se enfrentaban con las medias bajadas y camisetas y pantalones de algodón a adversarios rudos y a veces violentos sin esconderse junto a la banda y sin pedir constantemente la intervención del médico. Antes, de los lesionados se ocupaba un masajista con agua y réflex y enseguida los dejaba listos para regresar a la lucha. Ahora tienen a su disposición una legión de médicos, recuperadores, fisioterapeutas y camillas con ruedas por si tienen que salir del terreno de juego que no lo hagan cojeando, los pobres.

Hasta los árbitros han dejado de ir de negro. Han cambiado el luto riguroso por toda una gama de colorines que, en ocasiones, consiguen que no se distingan de los guardametas y sus vistosos uniformes. Las tarjetas entonces blancas ahora son amarillas, también fosforescentes, y los colegiados, antes conocidos como trío arbitral y ahora como la alegre pandilla, -hay competiciones que ya van por seis- son una mezcla entre locutores de radio y encargados de sex-shop, por la cantidad de auriculares, pinganillos, vibradores y demás elementos electrónicos que portan. Sin embargo, sigue sin utilizarse una tecnología que les ayude a determinar si una jugada es o no fuera de juego o si un balón ha entrado del todo en la portería. Existe, pero no se les deja usarla. Eso sí, desde hace poco también llevan un aerosol con espuma de afeitar que dicen que sirve para marcar la línea que debe respetar la barrera en las faltas. En fin, quizás por eso casi todos los dirigentes andan por estas fechas visitando comisarías y prisiones. Como a todos los que mandan, ha acabado por interesarles más llenar el bolsillo que ayudar a las personas. 

Al principio me referí a las primeras gradas que conocí. Eran de cemento, con los lugares asignados a cada espectador separados por una línea negra pintada en ellas. Si te tocaban al lado dos señores de cierto tamaño y bien abrigados, con aquellas gruesas pellizas de ante que se usaban entonces, apenas podías moverte en todo el partido. Eso sí, estabas calentito sin necesidad de llamar a los hombrecillos con chaquetilla blanca y cestas de latón que pasaban constantemente por las gradas al grito de “¡hay copas de coñac, oiga!” Sí, los jóvenes han leído bien, se vendía licor de alta graduación en los estadios, y la gente fumaba largos puros que podían comprarse en los numerosos puestos a la entrada del campo, actividad hoy prácticamente proscrita.

Pero sin duda, el mayor cambio y el que más daño le ha hecho a este deporte es el experimentado por los medios de comunicación. Entonces había rivalidad, pero entre Aleti y Madrid. Esos eran los partidos del año, los derbis. Lo de los clásicos era en Argentina, Boca-River o Vélez-San Lorenzo. Pero la prensa se inventó, al calor de la política, un nuevo choque estrella, el Barcelona-Madrid y, poco a poco, dejaron de existir los demás para centrarlo todo en esos dos clubes. El resto permaneció atónito y consintió que la brecha se fuera agrandando hasta conseguir la competición que hoy padecemos, en la que lo más importante es quién de los dos grandes alcanza el Balón de Oro, la Bota de Oro o el Pepino de Oro. Incluso programas de fútbol en televisión que antes se dedicaban a poner los resúmenes de los partidos, hoy exhiben sin pudor a exaltados de ambos bandos que se dedican a dar voces e insultarse antes de ofrecer, a última hora, ridículas imágenes del resto de equipos. Sin embargo, durante el programa, los energúmenos sólo se habrán dedicado a intentar descifrar lo que decían jugadores que, precisamente para evitarlo, ahora se hablan en el campo con una mano delante de la boca, o a jalear las vergonzantes “performances” que tras los goles escenifican las estrellitas. Afortunadamente todavía queda algún Puyol para darle un sopapo al tontaina de turno que se pone a hacer gilipolleces cuando su gol supone el 0-7 ante un rival entregado.    

En definitiva, antes esto se llamaba fútbol. Ahora es un negocio muy lucrativo, tanto para jugadores como para entrenadores, directivos, agentes, cadenas de televisión y periodistas en general. Para todos menos para el que sostiene el negocio. Para el que paga. De nosotros nadie se acuerda. Porque hace un par de décadas, o tres, los partidos se jugaban los domingos por la tarde, menos el televisado, que era por la noche. Hoy se juega viernes, sábados, domingos y lunes, hay encuentros que acaban pasada la medianoche y, si quieres ver a uno de los dos equipos privilegiados, disponte a rascarte el bolsillo a modo. Y si hay jornada entre semana o se juega la Copa del Rey, todos los días hay partido. Un lío. Tampoco existen ya en la radio los carruseles de verdad, porque casi nunca se juegan dos partidos al mismo tiempo. Es por los chinos, que nos ven mucho y a todas horas. A nosotros, que nos den. Y en la prensa escrita, todos lucen sus colores sin sonrojo ni control. Antes, ser objetivo era lo que intentaba aparentar cualquier periodista que se preciase. Ningún lector sabía a ciencia cierta de qué equipo eran Gilera, Belarmo o Rienzi. Hoy todos sabemos de qué pie cojea cada uno de ellos y encima les importa un bledo. Sí, permítanme que lo diga, he acertado con la palabra correcta. Es añoranza. Una nostálgica y enorme añoranza de aquel gran día de Reyes de 1979.                        
            

sábado, 24 de octubre de 2015

Con (re)sentimiento

Hace pocas semanas se anunció en los medios de comunicación el inminente estreno del programa de entrevistas conducido por Bertín Osborne "En tu casa o en la mía". Como es evidente, aparte del formato, en el que el presentador entrevistaría a una persona de cierto interés social, nada se sabía sobre el mismo. No obstante, grandes gurús de la izquierda acomplejada y de la prensa afín al nuevo universo casposo-podemita pusieron a parir al llamado Ente Público de RTVE por darle esta oportunidad a un "declarado facha" de volver a demostrar su capacidad para entretener al personal. Aprovechando la coyuntura fueron atizados sin piedad el PP en el Gobierno, el Ministro del ramo y todo lo que no oliese a progre trasnochado, por ser cómplices de semejante delito.

En esta época de programas poblados de contertulios chillones que impiden que se escuche a aquellos que sí van dispuestos a dar su opinión a los platós, que lo mismo pueden hablar de fútbol que de política o famoseo cutre, hacía tiempo que no llamaba mi atención un espacio dedicado al simple diálogo, algo que en los tiempos que corren parecía una quimera. Error. Bertín lo ha conseguido. Propiciando un ambiente relajado y familiar, probablemente auspiciado por la amistad que cultiva con los entrevistados, la conversación fluye, pausada, apacible, con confidencias, momentos de emoción intensa o de cachondeo desenfadado, y el espectador va descubriendo aspectos desconocidos de los invitados al programa.

Sólo he asistido a las charlas con Carmen Martínez-Bordiu -en la que se trató con una delicadeza exquisita y una emoción sólo comprendida por los que hemos pasado por circunstancias similares la trágica muerte de su hijo mayor-, Lolita y Mariló Montero. Ninguna de estas mujeres es santo de mi devoción ni me interesan lo más mínimo sus peripecias, incluso alguna me parece frívola y desinformada. Pero eso no fue óbice para que, una vez envueltas en una conversación afable, sus confesiones resultaran interesantes y, como he escrito, en ocasiones consiguieran emocionarme.

No debo ser el único que piensa así, pues he leído que los tiránicos índices de audiencia están siendo más que benévolos con el jerezano e incluso que la productora está preparando ya una nueva tanda de entrevistas para la próxima temporada. Y es que la gente normal, la que la nueva progresía cree que nos pasamos el día tomando el té y jugando al backgammon mientras hablamos de gilipolleces, los que salimos huyendo cuando oímos la sintonía de Gran Hermano o La Voz, los que despreciamos las tertulias sesgadas lideradas por estandartes del republicanismo o de la revolución, nosotros apreciamos lo de siempre, una buena conversación en la que la educación y el respeto sean los pilares que sostengan el debate, como ocurría en aquella sensacional y añorada "La Clave" dirigida, entre chupada y chupada a la pipa, por el gran José Luis Balbín.

Así que me alegro enormemente por los de la bandera tricolor, por la izquierda acomplejada que no quiere las tradiciones pero no aporta nada nuevo, por los presentadores modernos y "comprometidos", por los que odian lo que no comprenden. Aunque esté muy feo decirlo, me alegro de que se jodan. Y a gente como el progresista antoniorico, que se cree muy gracioso metiéndose con los valores y las tradiciones españolas en sus estultas crónicas televisivas, que prefiere que sus hijos vean al separatista Buenafuente que a Bertín, si por una improbable casualidad leyera estas palabras, decirle que lo siento por ellos. Por sus hijos, me refiero.         
  

jueves, 22 de octubre de 2015

Los nuevos cómicos

No me refiero en el título a los monologuistas del club de la comedia, género que ahora parece el rey del humor, no. Los nuevos cómicos de España desde hace unas décadas son, para escarnio de la profesión, los políticos. Y no porque se les imite hasta la saciedad y sean objeto de todo tipo de burlas y chascarrillos en las redes sociales y no tan sociales. Lo son ellos mismos como sujeto en cuanto abren la boca para explicar sus incomprendidas y erráticas decisiones. Uno de los mejores de esta nueva estirpe se nos ha revelado en Llanes. Como una auténtica estrella del firmamento humorístico ha tomado impulso el concejal socialista de Llanes José Herrero, otrora esforzado monaguillo hoy descacharrante arlequín. Desde el Pleno de ayer, exhibe en su curriculum una matrícula de honor en humor negro. Desde que ordenó a sus silenciosos compañeros de grupo no votar a favor de los Presupuestos Municipales porque "los impuestos no bajan lo suficiente". Si anduviera por aquí el gran Chiquito, sin duda hubiera exclamado "¿Cómorrr, pecador?".

Como la afirmación tiene mucha miga y existen numerosos impuestos y tasas, voy a centrarme únicamente en el "popular" IBI, el Impuesto sobre los Bienes Inmuebles. Y como lo que tengo más a mano es el mío, una modesta casita de dos habitaciones, baño y un pequeño jardín en el barrio llanisco del Cueto, vamos a continuación a sacarle los colores a este osado émulo de Gila. 

El primer año que pago el mencionado impuesto, 2005, la cantidad asciende a 339 euros. Por aquel entonces el tipo del gravamen es el 1 y había comenzado el año anterior el famoso catastrazo, una supuesta actualización del valor catastral que duraría diez largos años. En efecto, la cosa se empieza a inflar y, siempre bajo mandatos socialistas, no se olviden, el importe pasa a 391, 444 y 497 eurazos en 2008. Ese año, con la burbuja a punto de estallar, a estos elementos les damos ya un poco de pena y deciden bajar el tipo al 0,90, por lo que en 2009 pago la impresionante cantidad de ¡2 euros menos! Gracias, grandes gurús sapientísimos por tan loable merced. Pero claro, el catastrazo sigue en marcha y la cosa va pasando a 536 y 572 euros en 2011. Para 2012 empiezan a quedarse sin pasta porque ya se la han fundido en empedrarlo todo y vuelven a incrementar el tipo al 0,954. Debido a eso, en ese ejercicio pago 644 machacantes y en 2013 alcanzo el cénit con la monstruosa cantidad de 681 pavos. 

En resumen, gracias a este tipo que ahora exige bajadas de impuestos, en ocho años un contribuyente medio como yo pasó de abonar 339 euros a 681. ¿Saben cuánto supone la subidita? Nada más y nada menos que un 100%. Para no avanzados, el doble. Prácticamente pagamos el doble que ocho años atrás. Un escándalo que no entiendo cómo hemos sido capaces de consentir eligiendo a esta tropa en 2007 y en 2011, años en los que, recuerdo, hubo elecciones. Para que el señor concejal no se me sulfure, reconozco que en 2013 bajaron otra vez el tipo al 0,904 y mi recibo lo hizo hasta 645 euros, y que lo que me toca pagar ahora, en estos días, ha vuelto a disminuir hasta los 610 eurillos, al haber bajado otra vez el tipo al 0,854. O sea que, siendo condescendiente, algo que ellos no fueron con nosotros, entre 2005 y 2015, en un periodo de diez años en el que hemos pasado por la mayor crisis económica de nuestras vidas, el recibo del IBI ha subido, porque a los socialistas de Llanes les salió del higo, un 80%. Una minucia.

Como digo, son cómicos. Y nos reiríamos, si no fuera porque sus rostros graníticos, forjados en hormigón del sur del concejo, son tan siniestros que a veces dan ganas de romperlos en pedacitos a ver si así también siguen teniendo ganas de contarnos chistes como éste.       

lunes, 19 de octubre de 2015

Profesiones de riesgo

Hay profesiones de alto riesgo relacionadas con el mundillo de los medios de comunicación que no están en absoluto reconocidas. Su práctica implica poner en peligro no sólo la salud física, sino en ocasiones también la mental, por la presión que supone para el trabajador la tarea que se le pide. Un montador del programa Gran Hermano, que tiene que ver una y otra vez las imágenes de las interesantes escenas acontecidas entre los concursantes para seleccionar las que luego emiten en el resumen, por ejemplo, debe acabar muy cerca de la pérdida de la razón y en grave riesgo de arrojarse desde un quinto piso a los pocos días de trabajo.

Imaginen cómo las debe pasar el conserje de Tele 5, que tiene que ver entrar cada día -e incluso cruzar alguna palabra con aquellos que estén capacitados para ello- a la fauna que habita en la mayoría de programas estrella de la cadena. O el encargado de sonido del programa nocturno dedicado en exclusiva a los dos clubes con mayor presupuesto del país, ese que bajo diversos nombres ha ¿dirigido? el ínclito Pedrerol. Intentar que el espectador pueda entender los farragosos argumentos de los exaltados tertulianos ha de ser tarea titánica que no puede estar suficientemente bien pagada en relación con el riesgo de quedar sordo o desequilibrado del todo tras asistir, día tras día, a los exabruptos y vilipendios que se escuchan en tan curioso plató.

Pero la palma se la lleva, sin duda, el profesional que se ve obligado a cubrir la posible información que emana de los banquillos de los equipos de fútbol en los programas tipo Carrusel Deportivo. Para empezar, trabajan al aire libre, por lo que en invierno pasan un frío del carajo allí apostados junto a entrenadores y suplentes sin apenas poder entrar en calor, pillando gripe tras gripe, se mojan cuando llueve pudiendo quedar electrocutados en el acto con tanto cable, se exponen a recibir empujones y mandobles de los encargados de seguridad del campo e incluso a ser objeto de burlas e insultos de energúmenos anónimos camuflados en la grada, por no hablar de desplantes y desprecios de las figurillas a las que no les gusta que les cambien o las que odian jugar sólo unos minutos.

Aunque, aún siendo ciertos todos los peligros citados, hay uno mayor: que a tu director se le ocurra preguntarte, así de repente y en antena, "¿y qué está haciendo Valverde en este momento en el banquillo?" Qué pregunta. ¿Qué va a hacer? Pues dirigir a su equipo, se supone, dar órdenes o pensarlas, instruir a sus jugadores sobre lo que deben hacer en el campo. Si yo fuera de este gremio, ganas me darían de contestar: "en estos momentos Valverde acaba de arrancarse salerosamente por fandangos de Huelva, que baila acertadamente en compañía de su segundo". O algo como "pues Valverde se acaba de quitar el abrigo, se ha colocado chaquetilla blanca, pajarita negra y paño en su brazo izquierdo y se dispone a servir una ronda a todos los componentes de su banquillo y a los del contrario". Menos mal que algunos de ellos, como mi admirado Edu Pidal, tienen muchos recursos ante la estupidez de la pregunta, porque lo que se merece en estos casos el director es recibir una respuesta acorde a su grado de memez o algo más contundente. Y entonces a lo mejor su profesión podría pasar a considerarse también como que tiene un poquito de riesgo. Sobre todo cuando el maltratado informador pueda llegar al confortable estudio de radio y cruzar unas palabritas con ese jefe tan genial.         

   

jueves, 15 de octubre de 2015

Qué nivel, Maribel

Pero, ¿aquí alguien estudia algo? No digo ya lo que antes se llamaba estudios superiores, sino los de menor rango, bachillerato y similares. Es que uno ya no sabe qué pensar ante los disparates y bobadas que escucha constantemente por ahí, la verdad. Estaba yo el otro día lo que se dice zapeando de aquí para allá y de allá para acá, sin encontrar algo que me llamara la atención -me parece que tengo 27 canales, no sé que hacía en los años 80 con sólo dos- cuando de repente, surgió algo que debía titularse "En pelotas por la playa" o algo parecido, programa que nos ofrece a varios especímenes de ambos sexos paseando en pelota picada por lo que debe ser una isla intentando ya saben, poner una pica en Flandes, mojar el bizcocho los unos, recibir al muñeco las otras, sin recato ninguno y delante del resto de lo que queda de España. Si ya el formato es para asustar, no les digo nada cuando alguno de los participantes abre la boca.

Una recién llegada, al tiempo que se despelotaba, contestaba a preguntas de la presentadora para irse conociendo, vaya. La concursante aseguró que era modelo fotográfica, sin especificar si lo era para una revista de moda o inspira al portadista de National Geographic. (Lo primero es bastante improbable). A la pregunta de "¿qué palabra crees que te define mejor?" respondió sin pestañear "fotogénica". No me digas. No jorobes. Claro, por eso trabajas de domadora de fieras, es evidente. Como la redactora insistió, la otra ya tiró por la calle de enmedio y dijo "soy sexy". No lista, simpática, amable, sensible, estudiosa, juguetona, soñadora o deportista. No. Ella se ve sexy, muy sexy. Pues que Dios le conserve vista y autoestima, las dos. 

Para que no me tomen por machista, ellos tampoco eran mancos. (A la hora de mostrar sus recursos verbales, me refiero). "Yo no leo porque soy un vago, pero me gusta el arte", toma ya declaración de principios del elemento. O "estoy orgulloso de mi miembro viril, soy un romántico". Del todo, muchacho. Ni que lo digas. En fin, el ratito que estuve anonadado ante el televisor fue más o menos de esta guisa, hasta el punto que la cadena ha montado las imágenes añadiendo comentarios para reirse de los concursantes y de sus carencias, abundantes y visibles. Luego parece que esto lo ven millones de personas que, supongo, vendrán a ser más o menos de este nivel, de ahí mi pregunta inicial.

Porque no sólo es en esos engendros que llaman "reality show", que de realidad tienen menos que los marcianos de Roswell, donde se nota la estulticia media del joven actual. Suelo escuchar el programa que Javier Cárdenas hace cada mañana en la radio y en él existen incluso secciones fijas con el único objetivo de partirse el culo de risa por las idioteces que sueltan los indocumentados de hoy en día. A un tipo le preguntan qué es un ambulatorio y responde "pues donde guardan la ambulancia, joé", a otro que dónde está la Alhambra y dice que "la alambrada esa está en Córdoba, creo. Se llama así porque tiene mucho alambre". O esa concursante del espanto nacional, el inacabable Gran Hermano, que dijo que Oviedo estaba en Almería. Sí, por ahí cerquita, mujer. No te sonrojes, total, si la mayoría de los que te ven no tienen ni pajolera idea tampoco...

Recuerdo que antes me cabreaban mucho estas cosas, sobre todo si se producían en un medio público, por aquello de su influencia en la población. Ahora, con la programación vergonzante que se exhibe y esos políticos de los miembros y miembras, ya lo doy todo por perdido. Dicen que la generación actual es la mejor preparada de la historia. Desde luego. El burro ese de la radio no sabía lo que era la Alhambra, pero en cuanto le preguntaron quién era un tal Toño Sanchís contestó rápido: "hombre, pues el representante de Belén Esteban". Preparadísimos.      

lunes, 12 de octubre de 2015

Perdón, pero lo saben

Se hace eco en el día de hoy un diario regional, en sus páginas dedicadas al Oriente, del problema que venimos sufriendo en el Cuetu con las ratas tamaño gato que campan a sus anchas en la selva en que han dejado que se convierta el otrora idílico jardín del palacio de los Sánchez Ezquerra. Afirma el redactor de la noticia que la anterior corporación municipal conocía la situación e insinúa que la actual la ignora. Pues perdón, pero no.

Quien esto escribe se dirigió por escrito en el mes de junio al concejal Armas para informarle de la situación de la finca para, posteriormente, ser recibido por el edil y comentarle en persona cómo está aquel enclave, por si él no es asiduo del barrio. En la entrevista me aseguró que ya se había puesto con el tema, pero que la cosa estaba difícil porque la constructora que había comprado el palacio fue a la quiebra -qué cosa más rara- y ahora es propiedad de uno de los dos bancos más importantes del país.

Más adelante, una vez que lo encontré por Llanes, me dijo que seguían con las gestiones pero que era complicado dar con alguien en el gran banco que asumiera como propio el problema y se hiciera cargo????? Justo por aquellas fechas, en Arriondas, el gobierno municipal había acometido la limpieza de un lugar conocido como Casa Cepa, precisamente por la inacción de la propiedad ante los sucesivos requerimientos del Ayuntamiento. Porque la ley permite que, si el propietario no se decide a limpiar lo que es un putrefacto foco de suciedad e infección intolerable dentro del casco urbano, el Consistorio puede acometer dichas labores y después, repercutirle al dueño el coste de la actuación. 

La comunicación que yo le hice al edil debió ser allá por los últimos días del mes de junio. Hoy es 12 de octubre, es decir, han pasado casi cuatro meses y nada se ha hecho. Para más inri, una parte del muro que da al lugar donde estaban los contenedores se vino abajo en septiembre y tampoco se ha reparado convenientemente lo ocurrido. Hasta que un día pase algo y entonces nos lamentaremos. (Vaya, esto de no hacer nada me suena de algo en Llanes...).  

Por cierto, si la solución para que haya menos ratas es mandar los contenedores justo al lugar donde ya existen otros, en la estación de autobuses, apaga y vámonos. De traca, señor concejal. 

viernes, 9 de octubre de 2015

La mujer del César y Al Capone

Ayer tuve la inmensa fortuna de volver a disfrutar de Les Luthiers en el todavía llamado Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, mientras los podemitas no dispongan otra cosa. A pesar de la desaparición del gran Rabinovich, comprobé que Martín O´Connor es un más que digno reemplazante, como ellos gustan decir, y el espectáculo no sólo no se resiente sino que sigue resultando espléndido, ácido, inteligente y, por momentos, sublime.

Para mí el mejor sketch o escena es la de esos dos políticos, corruptos, por supuesto, que han formado una "comisión" con el fin de cambiar la letra del himno nacional a fin de incorporar un mensaje no muy subliminal que invite al pueblo a votar al partido gobernante, del que ellos, cómo no, forman parte. Para ello, involucran a un músico mediocre muy necesitado que, a veces a su pesar, se ve obligado a aceptar las disparatadas "sugerencias" de los que mandan. Por cierto, descacharrante resulta la parte final, cuando uno de los dos iletrados ve aparecer al presidente con su bastón de mando y le dice: "permítame el paraguas, señor presidente". Geniales.   

Y de rabiosa actualidad. Porque, por si alguien no se ha dado cuenta, los políticos, cuando mandan, todo lo pueden. Hacen, a veces literalmente, lo que les sale del higo. En Llanes, sin ir más lejos. A pesar de algunas sentencias de jueces de poco calibre y menos arrojo, conozco al menos dos casos enormemente irregulares y cuyos responsables debieron haber sufrido consecuencias. Bueno, lo cierto es que las sufrieron algunos pero no de carácter penal, como deberían haber sido. En ambos tuvo una curiosa incidencia un material de oficina muy popular llamado typex. Uno fue el empedrado de la margen derecha del puerto, la parte donde estaba la antigua compuerta, para entendernos. Se comenzaron las obras sin haberlas sacado a concurso. Es decir, alguien decidió quién iba a suministrar los materiales sin dar oportunidades a otras empresas. La prensa se hizo eco de ese inicio y se comprobó que el expediente tenía fecha posterior. Luego, se observó que alguien había "enmendado" el dato. Además, si no recuerdo mal, el importe de la obra rondaba el cuarto de millón de euros pero la misma se fraccionó en varios "trocitos", para que ya no resultase necesario sacarla a concurso. Nadie fue inculpado oficialmente, aunque una concejala con sobrepeso evidente natural del Valle Oscuro, a la que un compañero de partido de entonces llamaba jocosamente "La apisonadora", desapareció pronto de la escena política y nunca más se supo.

El otro caso fue el derribo fraudulento e ilegal, con nocturnidad y alevosía, del edificio que albergaba el bar Rompeolas. Tenía "protección integral" y así figuraba en los papeles originales del A.R.I del Cueto, por lo que no se podía tocar. Una vez más el typex entró en acción y la palabra integral desapareció convenientemente. También desapareció de Llanes, qué casualidad, un arquitecto municipal que formaba parte de la sociedad que había adquirido la finca y, otra vez, nunca más se supo. Para los iniciados, lanzo una pregunta: ¿qué hacía un Porsche blanco, con el motor en marcha y el maletero abierto a la puerta del Ayuntamiento una noche oscura de sábado, por aquellas fechas? Ahí lo dejo.

Muchas más preguntas les surgen en Llanes a las gentes de bien, a los que se ganan el pan con el sudor de su frente, no a los otros. Por ejemplo: ¿se imaginan lo que hubiera ocurrido si una empresa propiedad de los familiares de Angela Merkel se dedica a empedrar todo el casco antiguo de Berlín? Los de la Secta, en especial el ecuánime Wyoming, habrían tenido para tres años de programas, por lo menos. 

Mi padre decía siempre que la mujer del César, además de ser honrada, debía de parecerlo. De lo que no me dijo nada es de la mujer-césar. De esa no recuerdo ninguna acotación. Lo que sí recuerdo y no sé porqué, sobre todo desde que un presunto y a la postre nimio caso -con lo que habrá por ahí- de desaparición de multas está en el candelero, es que Al Capone, el gángster, no fue a la cárcel por sus tremendos crímenes. Fue condenado por fraude fiscal.  Poca cosa si lo comparamos con otros delitos. Ahí lo dejo.   

   

martes, 6 de octubre de 2015

En busca del carácter ganador

Como puede deducirse fácilmente del nick que figura aquí al lado, soy un más que visceral aficionado del Aleti de Madrid, así, sin "t" y acabado en "i", que es como se dice en madrileño. 35 años como abonado me contemplan, y en ellos he visto de todo a orillas del Manzanares. Pocas cosas pueden sorprenderme a estas alturas si del Aleti hablamos, pero estos días que he estado por Madrid y he asistido a los partidos contra el Benfica y los vecinos del Norte confieso que he vuelto preocupado.

Los últimos 4 años, con Simeone al frente, uno se ha acostumbrado demasiado a ser de un equipo que siempre planta cara al rival, fuerte, aguerrido, defensivamente muy sólido y más armado que un bloque de hormigón. Ya casi se nos habían olvidado las penurias sufridas con los equipos blanditos y melifluos de las épocas anteriores, con Musampas, Petrovs e Ibagazas varios que lo único que consiguieron es que nos perdieran el respeto en todos los campos de España. Y resulta que, sobre todo el día del Benfica, tras una primera media hora más que aceptable, en la que debimos dejar resuelto el choque, el equipo se descosió por completo en defensa, nos metieron dos goles en dos sencillos centros al área que remataron dos tipos más solos que la una y, lo que es peor, a pesar de disponer de toda la segunda parte para deshacer el entuerto, el equipo en ningún momento dio la sensación no ya de darle la vuelta al resultado, sino siquiera de ser capaz de empatar. El domingo la cosa iba por derroteros similares, pero gracias al ataque diarreico que sufrió el técnico visitante y a un lateral derecho sin conocimientos futbolísticos se pudo igualar la contienda.     

Varias cosas me llamaron la atención: la olvidada fragilidad defensiva, encarnada muy especialmente por Filipe Luis, que ha vuelto desconocido de su experiencia en el equipo cuyo mejor entrenador posible es el portugués cabreado permanentemente; la ausencia de presión al rival excepto en acciones muy aisladas, probablemente debida a la incapacidad de los jugadores ofensivos de banda para echar una mano al medio campo y a los laterales. Ni Óliver ni Griezmann pueden jugar allí, y cuanto antes se dé cuenta el Cholo mejor le irá al equipo; y, en definitiva, una sensación creciente de falta de carácter en casi todas las líneas, algo muy comprensible por otra parte si contemplamos la lista de salidas y entradas en la plantilla esta temporada.

No podemos pretender que Óliver (20 años), Vietto (21), Carrasco (22) o Correa (20) otorguen al colectivo el mismo carácter ganador que ofrecían Miranda (31 años), Mario Suárez (28), Arda (28) o Raúl García (29). La cosa llevará su tiempo y, hasta entonces, sólo queda armarse de paciencia y confiar en la sabiduría demostrada por el entrenador. Eso sí, a la prensa manipuladora y vikinga, que trata de convencernos que estamos al nivel económico de los dos preferenciados y que tenemos un peazo plantillón de no te menees, mejor no hacerle caso. Porque si empezamos a protestar o a silbar, miedo me da lo que puedan hacer los okupas del palco, que capaces son de traernos desde China a Manzano, con lo a gusto que se está teniéndolo allá tan lejos.     

lunes, 5 de octubre de 2015

Desfile de cadáveres (políticos, por supuesto)

Lo tengo escrito. En una ocasión, una concejala del PSOE de Llanes me preguntó, conociendo mi creciente animadversión hacia su formación, ¿"por qué nos odias tanto"? Y yo, textualmente, respondí: "no os odio a vosotros, sino a vuestra manera de hacer las cosas". Justo la misma que, a no tardar, puede conseguir que las dos figuras más relevantes de esa opción política en Llanes durante los años de la burbuja se conviertan en sendos cadáveres políticos.

En su día, el que fuera teniente de alcalde y multiconcejal entre otras materias de Urbanismo, un tal Balmori Poo, se vio obligado a dejar su puestazo en el Gobierno del Principado -creo que su cargo llevaba el nombre de director de Administración Local- por su posible o presunta implicación en la recepción de favores o prebendas provenientes de la empresa Aquagest que, casualidades de la vida, es justo la que gestiona el servicio de agua en Llanes. Desconozco si este tipo ha estado metido en estos turbios tejemanejes, me imagino que la Justicia, algún día, nos lo desvelará. Lo que sí sé de primera mano es que la catadura moral de este individuo estuvo presidida siempre por  la ausencia absoluta de respeto por los adversarios políticos que tuvo en Llanes. A todos insultó, a todos despreció, y a todos quiso darnos lecciones de ética política y comportamiento institucional un señor que fue incapaz, entre otras destacadas pifias, de dotar a Llanes de un mínimo documento que amparase un Urbanismo factible en el concejo. Luego, con el paso del tiempo, su jefa se lo cargó como secretario general de su partido y hoy vaga como alma en pena por las calles llaniscas desnudo de poder y, por lo tanto, de cualquier valor que le haga atractivo ante sus paisanos.

Recientemente ha sido su jefa absoluta, la protagonista de todo lo que -según ella y su exacerbado mesianismo- pasará a la Historia de Llanes en la última década, la que se ha visto envuelta en problemas que, si un juez no lo remedia, es muy posible que la haga acabar como su súbdito principal; sin plumas y cacareando. De momento, el Tribunal Superior de Justicia de Asturias ha admitido a trámite la querella de la Fiscalía por un presunto delito de prevaricación continuada, pues se le acusa de quitar multas a sus amigotes cuando le parecía pertinente. Pero a mi modesto entender, peor, mucho peor es el otro asunto que la ha acercado de nuevo a esas portadas periodísticas que ella tanto amaba; la concesión de una subvención a un maltratador para que éste pudiera pagar una multa con la que eludir la prisión. Algo que, de confirmarse, sería tan escandaloso que la obligaría a dimitir no sólo como diputada regional electa, sino seguramente también como secretaria general de los socialistas llaniscos y pasar a hacerle compañía a Balmori en la galería de ilustres desahuciados de la vida política local.

Y, si eso ocurriese, si las circunstancias la convirtieran en un cadáver político, sería consecuencia de unos actos que muestran un denominador común: la prepotencia, la chulería, el aquí estoy yo y no te preocupes, tú me das yo te doy, el amiguismo, la falta de equidad, la ausencia de escrúpulos, el tira que libras o el aquí mando yo que tantas veces utilizó en los Plenos. El Llanes socialista siempre cojeó del mismo lado, de los favores, del clientelismo político, de la desigualdad de trato, de las vejaciones al adversario, de la humillación si se podía, de desoir consejos, de actuar sin temor a los riesgos, de creerse los dueños del cortijo.

Si el futuro de estos personajes se tornase borrascoso, no sentiría la menor pena, porque se lo habrían ganado a pulso con sus comportamientos. Y si un día otro juez dice que lo del Kaype es ilegal y hay consecuencias, me alegraría que este país tan tibio y suave con sus políticos hubiese aprobado una ley que obligase a responder con su patrimonio personal a todos aquellos que fuesen encontrados culpables en los Tribunales de Justicia de delitos contra las arcas públicas, cualquiera que fuese la Administración implicada. Que ya está bien de que los ciudadanos paguemos con nuestros impuestos los excesos y dislates de esta gente sin preparación ni formación para dirigir siquiera un jardín de infancia.