jueves, 28 de diciembre de 2017

Día de Culpables

Hace un siglo que no escribo una línea. Y seguro que los seguidores de este blog saben la razón, que no es otra que el profundo hartazgo que la situación política y social de nuestro país y del mundo en general causa en quien debería teclear palabras con cierto sentido. Culpable el mensajero.

El monotema no termina, hemos entrado en bucle porque un pueblo abotargado así lo ha querido. Luego que no vengan llorando a papá Estado cuando la merma en su riqueza sea por fin visible. Menos empresas, menos trabajo. Es de cajón, pero han preferido seguir mirando a otro lado. Ese 47,5%, es el culpable. 

La indecencia del sistema aumenta en progresión geométrica. El terrorismo ya no es etarra. Es mediático. Es social, la mierda de facebook o twitter o como se llamen el resto de medios de profanación del sentido común y de la ética personal, difuminada tristemente al abrigo de una masa descerebrada, inculta y profundamente desmemoriada. Un criminal reincidente, sanguinario, cobarde y orgulloso de sus actos asesinó a un ciudadano en Zaragoza porque llevaba unos tirantes con los colores de la bandera de España. Lo hizo por la espalda, con ensañamiento y sin dudar un instante. Internet escupió mierda a porrillo y demonizó al muerto. El criminal, una rata infecta que seguramente muchos de ustedes quisieran como yerno ¿verdad?, es poco menos que un héroe antifascista. Un cobarde elevado a los altares ante el silencio de la que debería ser una Prensa independiente y garante de nuestros derechos. Culpable el asesino, culpables los que se amparan en el anonimato y culpables los vergonzantes trabajadores de lo que antes eran medios de comunicación y hoy son medios de adoctrinamiento acelerado.

La Navidad es una conmemoración de un hecho supuestamente histórico que es uno de los pilares del cristianismo. Hay más de mil millones de personas en el mundo que profesan esa fe. En España la gran mayoría de la población se sigue considerando cristiana, con mayores o menores niveles de participación. Los musulmanes son minoría. Pero, como ocurre en Cataluña, una minoría dominante se merece más respeto que lo que se ha dado en llamar minoría silenciada. No. Es silenciosa voluntariamente, porque no tiene suficiente valor para recibir una hostia. Los cristianos de aquí son culpables de no defender la fe que se supone profesan ante las humillaciones constantes de analfabetos agilipollados militantes en la vergonzantemente abducida Izquierda Hundida. O en Podemos, que es lo mismo. 

El Gobierno. A uno le entran ganas, como a Tip y Coll, de amenazar con hablar de él. De esa cosa que está ahí, que está formada por personas que piensan, que tienen una ideología, que las hemos puesto ahí para que manden, para que legislen, para que dirijan, pero todo es un suponer, porque no hacen nada de eso. Si piensan no lo parece, sus convicciones son pompas de jabón a merced de los elementos y, aunque disponen de un enorme poder, no da la sensación de que manden un carajo ni que dirijan al país a no ser que el caos sea su objetivo final. Parecen más influidos por las encuestas siempre erróneas, por los medios más influyentes que ellos mismos han encumbrado, por ciertas corrientes mal llamadas "moderadas" que tratan de que nada cambie, de que no se gobierne, de conservar el status per secula seculorum. Hablando de Cataluña, sólo tenían que hacer dos cosas: intervenir TV3 y tomar el control de la Educación. Ni una, ni otra. Es mejor dejar que las cosas sucedan, que caigan por su propio peso sin apenas intervenir. Pero eso no es gobernar. Gobierno culpable por vago, por melifluo, por tibio. Unos nuevos y voluntariosos Ciudadanos se lo acaban de demostrar. ¿Aprenderán? Sospecho que no.

Ya no quedan apenas inocentes. Incluso la vomitiva prensa de hoy no encuentra una noticia apropiada para lucir como "inocentada" porque hasta el disparate más increíble se ha convertido en posible. A eso hemos llegado. Los "fakes" -¿se dice así, nuevos expertos?- están a la orden del día. No se distingue lo real de lo ficticio y, lo que es peor, la verdad de la mentira. Se habla, para intentar justificar toda esta basura informativa, de "realidad virtual", de "posverdad", término que la Real Academia acaba de aceptar. Fíjense, la define como "distorsión deliberada de la realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales". En mi pueblo, a eso se le llamaba mentira. Académicos culpables también, por admitir tanta cochambre y empobrecer constantemente el idioma. Inocente era el libre de culpa o, en el caso que se conmemora hoy, -aunque les joda a las izquierdas modernas, también reminiscencia del cristianismo, esa lacra- los que no han llegado a la edad de discreción, de ser capaces de distinguir el bien del mal. De los otros, de los que se supone tenemos capacidad de discernimiento, ninguno estamos libres de culpa en esta vorágine. Celebremos, pues, el día de los Culpables con alegría y regocijo inusitados antes de que nos entren remordimientos. Si es que a alguno le queda esa virtud. Feliz Año Siguiente a todos.   

      

viernes, 27 de octubre de 2017

El despertar de la conciencia

Existe una teoría según la cual los seres humanos sólo experimentamos el mundo de los sueños porque, en realidad, lo que creemos que es estar despiertos en verdad no lo es. Vivimos estados de sueño y vigilia, pero lo cierto es que existen dos niveles superiores de conciencia, que son la autoconciencia y la propia conciencia que no llegamos a conocer. Si llegásemos, adquiriríamos presencia en otras dimensiones, como por ejemplo en el mundo astral. Toda esta creencia está, lógicamente, muy ligada al mundo del esoterismo y del misterio de la mente humana, pero visto lo visto estos últimos días en nuestro país y después de intentar comprender lo sucedido, no le encuentro otra explicación que una digna del programa de Iker Jiménez. Esto tiene que ser producto de un sueño, hay otra dimensión donde las cosas siguen siendo normales y la realidad paralela que estamos viviendo se desvanecerá en cuanto tomemos conciencia de que lo cierto es que no existe.

Puigdemont guía a su rebaño
Parece de locos, lo sé. Pero atontado por la conmoción y el estupor, abotargado por tanta mentira y tantos cuentos chinos, alelado ante el caminar de un numeroso grupo de congéneres hacia el abismo de manera voluntaria, no hago más que buscar explicaciones, trato de encontrar las causas de este dislate, procuro descubrir al tenebroso flautista de Hamelin que ha seducido con su música a millares de personas, -algunas supuestamente inteligentes incluso- y las ha despeñado por un profundo precipicio del que ya no regresarán. Por eso no sé si son ellos los que viven un sueño o soy yo quien sufro una violenta pesadilla, pero lo que sí sé es que aquí alguien viaja dormido en el medio de transporte equivocado hacia una meta imposible y directo hacia un despertar terrible y, si mi conciencia sigue ahí, creo que no soy yo.

Bellas garantes de la libertad (de no lavarse)
Hoy se ha culminado un periplo anunciado por orates hace varios años. Muchos se reían. Algunos se hacían cruces. Otros temblaban ante las consecuencias. Los menos lo creyeron. Paso a paso, desde los delirios primeros de Artur Mas hasta deshacer Convergencia y Unió, pasando por dos intentos de poner urnas ilegales en el escenario y culminando con una declaración de independencia que sólo estaba en el ideario y en el programa político de los anarquistas de la CUP, el sueño o la pesadilla anunciados por los que creen que Cataluña es suya, se han ido cumpliendo. Uno a uno, todos los puntos de la famosa hoja de ruta han ido llevándose a cabo hasta culminar en el bochorno, uno más, sufrido hoy en España por todos los que nos consideramos personas de bien, respetuosas con la ley y escrupulosas con su cumplimiento.     

Aplaudiendo su suicidio. Lo nunca visto
Lo increíble, lo inaudito es que, nada más conocer el resultado del vodevil montado en lo que antes fue conocido como Parlament, convertido hoy en un prostíbulo romano con la democracia pasando de mano en mano, o de miembro en miembro, violada, pisoteada y mancillada, después de asistir a las ignominias políticas más execrables que se han visto en nuestro país desde el franquismo, la gente que aguardaba en la calle se ha puesto a saltar de alegría, a vitorear e incluso a llorar como si realmente hubiesen alcanzado algo, como si la realidad de hoy fuera diferente a la de ayer, como si Cataluña fuera ya una república independiente. Pero aún más sorprendente es que esos mismos sentimientos de emoción, creyéndose los padres fundadores de algo, los mostraban sin sonrojo toda esta vergonzante caterva de políticos delincuentes que, si existe la Justicia en nuestro país, en breve pasarán a hacerles compañía a los dos famosos presos de Soto del Real.

Llorando de alegría. Mañana será de rabia

Acogedora suite reservada para golpistas
Tras contemplar los alaridos de satisfacción, los bailes, los cánticos regionales, las banderas de la ONU?????, las lágrimas, los abrazos y los pucheros, es cuando he llegado a la conclusión de que esto no puede estar pasando en realidad. No en mi realidad. No en un mundo consciente. Todo esto tiene que estar siendo un sueño del que algunos estamos tomando conciencia. El problema lo van a tener los que van con el reloj -o el cerebro- retrasado y todavía siguen en esa realidad virtual que han montado. Pasadlo bien esta noche, bebed a troche y moche, desfasad a tope. Porque el despertar va a ser duro, muy duro. Tanto como, probablemente, lo es un jergón de una de esas celdas que serán ocupadas durante muchos años por los cabecillas de este juego. Cuando lo prueben, veremos de qué color se vuelven sus sueños.    

miércoles, 11 de octubre de 2017

El membrete

Les confieso que esta vez he tenido muchas dudas a la hora de ponerle un título al artículo que comienza. Los acontecimientos, bochornosos y surrealistas, ocurridos ayer en Barcelona delante de toda la prensa mundial dan para escribir varios libros que, sin duda, se irán desgranando a lo largo del tiempo según éste vaya transcurriendo y las cosas vayan cayendo por su propio peso. Pero el vodevil, la inmensa variedad y tonelaje de las barrabasadas pergeñadas por el separatismo catalán entre los muros de su Parlament pueden invitar a poner el foco en numerosos detalles y, por tanto, a afrontar la tarea desde varios puntos de vista. He estado a punto de titular "Duelo de cobardes", pues a la marcha atrás de Puigdemont, al sí pero es que verás, al no sé si voy o vengo al más puro estilo gallego de ayer, ha sucedido el haga usté el favor de aclararse, dígamelo en román paladino o mejor, espétemelo en la cara si no le importa del inquilino de la Moncloa de hoy por la mañana. Permanezco vivamente expectante ante la intervención del presidente esta tarde en el Congreso, por si añade alguna pista acerca de qué coño es lo que no ha entendido, qué es lo que no le ha quedado claro de las palabras "declaración de independencia de la República Catalana" que figuran en el texto -sin membrete- pergeñado aprisa y corriendo anoche por los golpistas.

Porque esa es la razón del título escogido al final. Y es que resulta que el manifiesto de los 72 sediciosos, un texto infame, profundamente mentiroso y absolutamente claro acerca de las intenciones desgarradoras del territorio del Estado que tienen sus señorías catalanas, ese bodrio escrito para salvar la cara del independentismo ante la amenaza de los anarquistas de la CUP, no lleva membrete y claro, no vale. Es papel mojado, no hay que tenerlo en cuenta como declaración efectiva, es más bien virtual, retardada, diferida, a plazos, qué se yo los calificativos que ha recibido por los tertulianos melifluos y comprensivos con los rebeldes porque el papel no lleva membrete. No es oficial. Y digo yo, ingenuo espectador, oiga, pero al Estado y al Gobierno ¿qué cojones le importa dónde se haya escrito, si las intenciones golpistas se leen y se entienden perfectamente, si han quedado claras de manera diáfana? Si ni siquiera están camufladas entre líneas, si más explícitas no pueden ser, si hablan de independencia, de república, de proceso constituyente, me pregunto qué más se necesita para tener clara la, por otra parte, más que pública hoja de ruta del secesionismo catalán. Pues hace falta el puñetero membrete. Como el papel no lo lleva, eso le quita oficialidad. Claro, las intenciones expresadas, los pasos a seguir en el proceso separatista no cuentan. Lo que cuenta es el membrete. Ese es, actualmente, el nivel de la crítica y el análisis políticos en España, tanto profesionales como amateurs. Viva el membrete. El membrete entronizado a la altura de las palabras y de las ideas. Sin membrete, qué sería de la Constitución Española, de la Francesa o de la de los Estados Unidos. Por cierto, ¿alguien ha comprobado que lo lleven? Lo digo porque sino, que sepan que no valen. ¡Qué país!

Así es que lo de Puigdemont no fue una declaración de independencia. Entonces, cuando a los 45 segundos la suspendió, ¿qué fue lo que suspendió? ¿Las matemáticas? Y después, sin luz ni taquígrafos, las dos páginas que se firmaron por los 72 golpistas, ¿qué decían? ¿Alguien se las ha leído? Ya se sabe que la vicepresidenta no, porque cuando le preguntaron anoche ni sabía lo que en ellas se contenía pero, ¿qué pasa con el presidente? ¿Y con sus arriolas? ¿Es que no tiene un solo consejero o asesor que sepa leer? El que firma sabe pocas cosas, pero se le da bien interpretar textos. El parido ayer tarde es sencillísimo de leer, al menos su traducción al castellano. Ya ni siquiera me voy a poner a analizar si está bien o mal reaccionar como lo ha hecho hoy Mariano Rajoy. De su proverbial prudencia rayana en la pasividad no cabía esperar mucho más que hacerle a Puigdemont una ridícula pregunta que éste contestará, sin duda, con otra evasiva y el partido de tenis igual se nos va a cinco sets, no sé. Ni requerimiento ni leches. Una triste y vacua pregunta para la que ya se tiene respuesta. De lo que sí estoy seguro es que para el viaje que viene no hacían falta alforjas, sino valentía y coraje. Y de eso, por desgracia, parece que queda muy poco en quienes nos desgobiernan.             

miércoles, 4 de octubre de 2017

El pegamento del Rey

Hace ya 36 años, algunos vivimos unos inquietantes acontecimientos que trataban de llegar a ser algo que no fueron gracias a la actitud y el empaque de un joven Rey que tuvo la gallardía y la clarividencia de salir en la tele de entonces a las tantas de la noche para, sobre todo, garantizar el orden constitucional y desautorizar el intento chapucero de golpe al Estado que unos cuantos, más de los que luego fueron condenados por ello, llevaban tramando una temporada y aquel infausto día trataron de poner en marcha. Como la clase política de entonces estaba secuestrada en el Congreso de los Diputados, donde se encontraban todos los representantes elegidos por el pueblo y el Gobierno en pleno, el monarca salió vestido con el uniforme de capitán general del Ejército y sus palabras se convirtieron inmediatamente en órdenes pues, a pesar de no tener poderes ejecutivos, en aquel momento los sediciosos pertenecían a diversos cuerpos militares y Juan Carlos I, que así se llamaba el joven Rey, era el más alto mando de los golpistas y su autoridad sobre ellos no admitía discusión. De hecho no la tuvo y, en pocas horas, desactivó lo que pudo ser un golpe de Estado y consiguió que nuestro país, España, pudiera disfrutar de un régimen de libertades y democracia hasta el día de hoy. Por supuesto, en todo el discurso no apeló ni una sola vez al diálogo y a todo el mundo le pareció bien no ponerse a hablar con los que empuñaban las armas. 

  
Quién le iba a decir entonces a su pequeño hijo, que en aquellas fechas sólo contaba con 13 años de edad que, tanto tiempo después y con las supuestas libertades alcanzadas ya consolidadas y siendo España un país plenamente moderno y miembro destacado de todas las principales estructuras supranacionales europeas, un Estado respetado y puesto como ejemplo en las escuelas de todo el mundo al hablar de la transición de un modelo político autoritario a otro democrático, en pleno año 2017, iba a tener que emular a su padre y salir en todas las teles de ahora, incluso en las del enemigo sedicioso, a hacer exactamente lo mismo que su padre hizo entonces, a garantizar el orden constitucional y a asegurar que el régimen actual de libertades y la integridad del territorio no se iban a poner en peligro por la irresponsable y vergonzante actitud de unos arribistas que, en este momento, ocupan las más altas cotas de poder en lo que se llama Generalitat de Cataluña. 


La diferencia fundamental entre ambas alocuciones y el momento de llevarlas a cabo es que Felipe VI, que con este nombre reina nuestro Rey, no se ha encontrado con el Gobierno secuestrado. No se ha visto solo ante el peligro con todas las autoridades políticas retenidas por unas decenas de chalados. Todos están en perfectas condiciones de revista, en libertad y, se supone, ejerciendo sus respectivos cargos para los que han sido convenientemente nombrados y por los que cobran abundantes y jugosos salarios. Felipe VI no ha tenido más remedio que dirigirse, vestido impecablemente de civil, a la Nación, a los españoles, a los sediciosos, a todo su pueblo, porque un Gobierno cobarde, canalla y felón, que se dedica a jugar el partido con la calculadora en la mano más que a hacer cumplir la ley, y una oposición meliflua, acomplejada y de poco fiar no han querido, así como suena, no han querido intervenir ante un golpe de Estado que, a diferencia de lo ocurrido hace 36 años no ha sido la obra apresurada de cuatro chiflados, sino que lleva preparándose a conciencia durante décadas y ni uno ni otro han sido capaces de interferir mínimamente para impedir que se llegara a esta situación, para evitar que el Rey de España haya tenido que salir en la tele a hacer lo que los otros no se atreven, a apelar a la Constitución, a poner en su lugar a los que se saltan las leyes con reiteración y a asegurar que alguien, no sabemos aún quién, hará que se cumplan, simplemente porque es lo que se debe hacer.   

Para el que se acabe de caer del guindo, que sepa que esto que pasa en Cataluña no es de ahora. El nacionalismo separatista lo empezó un señor que se dedicó durante décadas a enriquecerse mientras insuflaba de calculados ánimos a las hordas independentistas a cambio de sostener a los sucesivos Gobiernos en Madrid, de ambos signos políticos. Ese tipo despreciable, Jordi Pujol, urdió todo un sistema de clientelismo político en esa región que consistía en que, si uno se declaraba nacionalista, ascendía en el escalafón y si no, se podía dar por socialmente muerto. Al más puro estilo del nazismo, de su ídolo Goebbels, comprendió que sus anhelos tenían que sostenerse con dos pilares: una política de comunicación masiva del supuesto hecho diferencial, de que el enemigo es España, de que nos roba y demás letanía, y disponer de carta blanca en la educación de los niños para someter a un brutal adoctrinamiento desde la cuna a las nuevas generaciones de catalanitos. Ambas cosas las hizo a la perfección ante la boba mirada de los gobernantes del Estado: creó una red de medios de comunicación públicos, es decir, pagados con los impuestos de todos los españoles, en la que el mensaje debía ser el antes mencionado, que se resume en que la culpa de todos los males que nos ocurran la tiene España, el enemigo opresor. TV3 ha liderado esta política de intoxicación masiva, acompañada por el resto de medios públicos y la mayoría de los privados, a los que no les llegaba una subvención si no se adherían a la causa. Y consiguió todas las transferencias en materia de Educación, de manera que llevan treinta años inoculando a los niños el odio, así de simple, el odio más visceral a todo lo que huela a rojo y gualda.  

Comunicación y Educación. En esas dos patas se ha basado todo lo que ahora sucede y parece imparable. Todo consentido e incluso impulsado por políticos como el nefasto ZP, que prometió respetar cualquier Estatuto catalán que aprobasen entre toda esta gentuza aleccionada y avivó la hoguera que está quemando a todo bicho viviente en nuestro país y el inane Rajoy que, paralizado, narcotizado e idiotizado, balbucea gilipolleces sobre jueces, fiscales y Tribunales en lugar de aplicar la ley y, como le está exigiendo el preclaro Albert Rivera, utilizar las armas legales que le permite la Constitución y acabar con este pandemonium ininteligible que va camino de concluir en un enfrentamiento civil. Para los que no me crean y me llamen exagerado, les recomiendo una lectura indispensable: "Adios, Cataluña", de Albert Boadella. No se trata de un indocumentado, precisamente. En el libro, que está escrito en 2007 pero es de rabiosa actualidad narra, con todo tipo de detalles, las desventuras sufridas por un catalán de pura cepa pero no nacionalista en aquella bendita tierra y anticipa lo que por desgracia, está pasando en este mismo momento por allí.



En definitiva, me parece que la intervención del Rey Felipe VI, en la que como su padre 36 años antes, acertadísimamente a mi juicio, no mencionó el manido diálogo porque con quien te apuñala es imposible hablar sino que lo que hay que hacer es defenderse, significa el principio de las ulteriores actuaciones que el Estado deberá sin duda acometer, insufla ánimo y valor a aquellos pusilánimes que todavía no tengan claro quién es el enemigo y actúa y actuará, a mi modo de ver, como pegamento para que todos los que creemos en España, en un país con más de 500 años de historia que sabe convivir unido, vayamos todos a una sin cobardías ni medias tintas a recuperar lo que es nuestro y unos pocos nos quieren hurtar. Que así sea.  

viernes, 29 de septiembre de 2017

Segundo aniversario y seguimos vivos

Por estas fechas más o menos se tomó la decisión, hace ya dos años, de lanzarnos a crear un blog que, por otra parte, el que escribe prácticamente no tenía ni idea de lo que era y de meterse en los peligrosos mundos de la tecnología y la virtualidad, cosa que al autor poco menos que le causaba temblores y escalofríos muy desagradables. El primer año fue muy prolífico. Animado por la novedad y sintiéndose como un niño con una bolsa de piruletas el precursor de este sitio dio rienda suelta a su inagotable verborrea y escupió nada menos que 71 artículos, la mayoría de tinte y corte políticos, muchos de ellos abordando problemas nacionales e incluso internacionales, alguno acerca de pequeñas disquisiciones llaniscas, los menos de índole deportiva, cediendo a mis arcaicos pero maravillosos impulsos colchoneros. Todo estupendo.

Pero el cansino panorama que la vida va poniendo ante mis cada vez menos atentos ojos, la estupidez rayana en la locura que ha invadido a algunos de mis compatriotas del Este peninsular, la complacencia ridícula y miserable de parte de la izquierda progre ante comportamientos fascistoides y racistas y la colonización lenta pero concienzuda del mundo musulmán que, poco a poco, va socavando y borrando las ancestrales huellas de nuestra milenaria cultura ante la vergonzosa pasividad del claustro político, el más cutre de la historia de Occidente, han ocasionado que mi fe decaiga, mis ganas de seguir luchando en tierra hostil se agoten y, por lo tanto, mis tentaciones a la hora de sentarme a despotricar ante el ordenador ya no estén imbuídas de aquella especie de potencia juvenil que me hacía derramar sobre ustedes palabras a manos llenas. Únicamente 24 escritos he sido capaz de pergeñar en estos últimos doce meses pero no por vagancia, sino por una permanente sensación de déjà vu, de que me voy a repetir más que los judiones de La Granja, de que siempre es lo mismo, Cataluña y los moros y cierra España. Como dije en alguna ocasión es hastío, es hartazgo, es desilusión, es desesperanza. Y espérate, que ya veremos a partir del día 2, si es que amanece, que a este paso no lo aseguro. Lo que sí aseguro, por si quedan optimistas, que no sé España pero Cataluña, lo mismo que el País Vasco, ya está rota, partida por la mitad. Y ahora a ver quién es el guapo que la arregla. 

Eso sí, en el tema de las visitas este año lo hemos petado, que dicen ahora. Si el primer año tuvimos el honor de recibir 4.510, resulta que el segundo nos han honrado con su presencia la friolera de 27.626 veces, aunque la cosa tiene truco. Sí, porque como sin duda algunos recordarán, una sola entrada, la titulada "Señor, llévame pronto", que propuso con éxito un experimento social que consistió en lanzar una noticia inventada y que se la creyera medio mundo, sólo esa lleva hasta ahora 22.856, lo que representa un 71% del historial de visitas. El resto, más o menos como siempre, rondan las 150 de media, algo superior a la del primer ejercicio, con lo que me doy con un canto en los dientes y me quedo tan a gusto. Y en lo que respecta a lo del acontecimiento social provocado en mi tierra de adopción llanisca, que consiguió que el autor balbuceara sus motivos en la radio y todo, encantado de la vida. De agitarla un poco, de dar que pensar e incluso de que hablen de uno, aunque sea para ponerlo a caldo, como sin duda será el sentir mayoritario que, como saben, me viene importando lo que se dice un pimiento.

En fin, que muchas gracias a todos los que en algún momento de esos en que no sabe uno qué hacer con el tiempo se les ha ocurrido la febril idea de entrar a leer lo que escribe este tipo que asiste asombrado al discurrir de unos acontecimientos que, de tan disparatados, han tornado en un remedio con consecuencias similares a las que producen los opiáceos y que le están dejando las entendederas como los pumas de las Montañas Rocosas: en vías de extinción.  

jueves, 21 de septiembre de 2017

La novia

Durante un largo año, un hogar

Dentro de poco tiempo se cumplirán 30 años desde que me incorporé a filas, que para los no iniciados significa que servidor realizó integramente y durante doce largos meses el extinto servicio militar, lo que entonces se llamaba popularmente "la mili".  Y no estuve precisamente en la playa, ni se trató de un periodo de mi vida perdido entre la inactividad y la holganza. Sin que yo pudiera evitarlo, el sorteo me envió a Irún, a la Guipúzcoa de los años duros de la ETA y los asesinatos diarios que tan bien describe Aramburu en su excelente novela "Patria", al País Vasco de la lucha, los atentados y el terror y también, por qué no decirlo, del silencio y del mirar para otro lado de los que no compartían los modos brutales y el salvajismo sin límites del mundo abertzale. Y, por si semejante castigo no fuera suficiente, tuve que engrosar las filas de la 1ª Compañía de Infantería del Batallón Colón, ubicado en el barrio de Ventas de la animada ciudad fronteriza. Eso significó que, a pesar de cursar 5º año de Económicas y disponer de ciertos conocimientos contables, o de llevar varios años conduciendo y presentarme voluntario para guiar vehículos militares, me pasé un año con la mochila a la espalda, el poncho intentando proteger mi aterido cuerpo de la incesante lluvia, la cara desfigurada con pinturas de camuflaje y las ampollas endureciendo mis pies, todo ello a la puta carrera, Jaizkíbel arriba, Zubeltzu abajo, soportando gritos, maldiciones, caídas y empujones pero siempre, siempre, con una compañía inseparable: la novia.

Jaizkibel. Parece bucólico.

Mi novia, como las de los demás compañeros, no era una chica cualquiera. Ni siquiera se trataba de una chica femenina. En realidad, todos teníamos la misma novia, y resulta que la novia era él. El fusil de asalto CETME. Pero no el último, no, ese que era la mar de liviano, hecho con materiales plásticos revolucionarios, que casi no pesaba y que resultó ser una mierda, no. Nuestra novia tenía las cachas de madera y estaba hecha de acero, por lo que su peso rondaba los cinco kilos y se hacía difícil de manejar, qué curioso. Todos la llamábamos cariñosamente "el chopo", sin duda debido a que la culata y el guardamanos estaban fabricados con madera. Pasó a la historia, como todo lo bueno, pero sigue siendo considerado uno de los mejores fusiles de asalto que se han fabricado en el mundo. 

 

El soldado y su novia

Dirán ustedes que menuda chorrada, que no tiene sentido considerar un arma de fuego como si se tratase de una persona. Bueno, no sé si lo tiene o no. El caso es que aquellos militares de entonces, el drástico capitán Neira o el temible teniente Muñoz, de nombre Blas, nada más llegar al cuartel y entregarte uno de esos fusiles numerados, te advertían solemnemente de la importancia del mismo y te contaban que, "como a la novia, al CETME hay que cuidarlo mucho, nunca se le presta a nadie y jamás se le abandona". Y más te valía seguir sus recomendaciones, porque las consecuencias de su incumplimiento solían ser nefastas. 

 

Supongo que en estos tiempos tenebrosos en los que la disciplina, la defensa, el ejército, las armas e incluso las novias son temas casi tabú, a algunos lectores todo esto les resultará desfasado y demencial. Reconozco que no disfruté haciendo la "mili". No me gustaba estar lejos de casa, acatar órdenes absurdas a mi entender, ni tampoco pasarme el día asaltando cotas y liquidando enemigos fantasma. Pero no diré que perdí el tiempo por completo. Aprendí algunas cosas valiosas para mi vida adulta, como por ejemplo la lealtad a tu grupo, llámese escuadra, pelotón, sección o simplemente compañero, el respeto a las personas que saben más que tú y que están por encima de ti aunque no te guste, el valor de un poco de agua cuando tienes sed o, simplemente, a hacer bien mi cama y a lustrar mis botas para dejarlas como un espejo, labores que jamás había realizado hasta llegar a Irún.

 

Y también aprendí que tu arma no se presta, ni se abandona jamás. Es tu responsabilidad y tal y como te la entregan debes devolverla un año después. En perfecto estado de revista. Por eso, lo ocurrido ayer en Manresa me entristece, me escandaliza y me avergüenza. En estos tiempos ridículos, en los que lo que le importa a los gobernantes es la "proporcionalidad" en vez de la justicia o el cumplimiento de las leyes, un militar tiene que atender antes a quedar bien ante las cámaras que a cumplir con su deber. Debe parecer más una monjita y poner la otra mejilla que un profesional dedicado a defender el orden constitucional. El Gobierno de nuestro país les obliga a quedarse mirando mientras sus armas y sus vehículos son tomados por las hordas sediciosas en plena vorágine hacia el marasmo y mientras, asisten a la humillación de ver cómo una bandera ilegal sustituye a la de España en el cuartel donde prestan sus servicios. Yo, y perdonen por la expresión, antes de aceptar semejante vergüenza, de mostrarme sumiso ante la turba golpista y claudicar ante el enemigo, les aseguro que le hubiera dado un buen uso a mi novia. Supongo que me entienden. Y si no, como decíamos siempre en la "mili", me la pela. Yo no tengo que sonreir como un pánfilo para quedar bien en las noticias. Yo soy cabo primero del Ejército de Tierra, aunque sea en la reserva. Que quede claro.            

martes, 12 de septiembre de 2017

Un país al revés

En la España de hoy nada de lo que pasa es normal, ni racional, ni siquiera mímimamente comprensible para el ciudadano medio, aquel que ha recibido un poquito de educación, ciertas nociones de urbanidad y respeto y algunas indicaciones acerca de cómo comportarse en la vida con dignidad, virtud hoy casi desaparecida no sólo en el ámbito político sino también en el tortuoso día a día de una sociedad podrida hasta los tuétanos, sin principios de ninguna clase, mucho menos éticos y morales. Después de soportar un verano esquivo, de días magañosos cuando no lluviosos y una ausencia dolorosa del astro rey, regresamos a nuestros cuarteles de invierno y retomamos la habitual situación de perplejidad permanente ante el grotesco desfile de personajes bufos y apestosos que envenenan nuestra convivencia.
 
La "democrática" manifaencerrona a los poderes del Estado

Romper fotos del Rey sale gratis. Peinarse, también
He dejado escrito en numerosas ocasiones que respeto mucho las posiciones personales defensoras de la soberanía de un territorio, no sólo de Cataluña. Yo  mismo propugno de manera ferviente la independencia de mi barrio llanisco del Cuetu que, como acertadamente recogen unas graciosas coplillas que se entonan en la fiesta del Morru, razones tiene de sobra para serlo. Pero lo que no tolero son los continuos envites barriobajeros y cobardes de los sediciosos catalanes interesados, ni el bochorno causado en la vergonzante manifestación post atentados que les ha marcado a fuego en sus repugnantes lomos la infame marca del supremacismo racista más kukluxklanero, ni tampoco esa celebración de la Diada manipulada y chusquera como forma de reivindicación máxima de aquello que sólo desea, según las propias encuestas cocinadas por los independentistas, un 40% de la población de aquella Comunidad Autónoma y eso en la época de máxima agitación y de provocado fervor en la que la exaltación del sentimiento nacionalista está reventando termómetros. No les importa ser una minoría, ni representar a lo peor de la sociedad catalana -léase los cerdos de la CUP-, ni mucho menos incumplir todas las leyes habidas y por haber. No hay pudor, ni recato, ni inteligencia. Vamos a saco y punto. Y para eso, todo vale.

Quiere una Cataluña libre y soberana, ergo...
Por ejemplo, son muy útiles las muletas para apoyarse y coger impulso. Los imbéciles supinos que en España abundan como las setas y sus declaraciones propias de tarados mentales son aprovechados por las hordas separatistas para añadir más carbón a sus calderas y llenarse de razones para incrementar sus alaridos. Llega por aquellas tierras el bobo de Pablo Iglesias y les suelta "¡Viva Catalunya lliure y sobirana!". Si no me he vuelto idiota yo también, entiendo que este sujeto infecto desea que Cataluña se independice, puesto que la quiere libre del yugo de España y con soberanía propia. Es decir, es un soberanista más, un independentista más, un supremacista más. Y mientras su repugnante marca en la región lanza supuestos mensajes moderados, este desgraciado atiza las llamas y anima aún más a los radicales con este mensaje inequívoco que significa lo que significa. Y en Madrid, otra mentecata sobresaliente, esa patética alcaldesa salida del mismo cubil, les ofrece a los que quieren romper nuestro país un lugar donde dar rienda suelta a sus delirios, un altavoz para sus perversiones, para su llamamiento a la desobediencia, para el odio y la difamación que incluye, en lugar preminente, a la capital del Estado y a todo lo que representa. Pero la payasa no se entera y los otros encantados. Chuparle la sangre a esta gente es coser y cantar, pensarán muy ufanos. Y con razón.
 
Una gran defensora de la libertad -de quemar banderas-

Valientes gudaris catalanes rostizando Europa
Porque lo que estamos apoyando, Carmena, es que la CUP queme banderas no sólo ya de España, que no te importa una mierda, lo sabemos, sino también de Francia y de Europa. Dejándoles un micrófono apoyas, tú que precisamente eres jueza y deberías estar preocupada por hacer cumplir la ley, saltarse sistemáticamente las normas que no les gusten a estos angelitos. Dando pábulo a sus ilusiones enfermizas te solidarizas con asesinos como Otegui, estrella absoluta en la Diada y estandarte de esta gentuza, esgrimido como garante del procès cuando no es más que un siniestro criminal que, por ejemplo, debería estar pidiendo perdón por lo que pasó en Hipercor hace 30 años. Pero no, ni pide perdón ni se arrepiente y tontos útiles tipo Iglesias y Carmena le tienen como adalid de no se sabe qué libertades. Hay que joderse.
 
¿Símbolo del independentismo? No. ¿Un asesino? Sí.

En verano hemos tenido otoño. En otoño culmina el desafío de esta caterva de racistas y aquí parece que se han ido todos de vacaciones de verano. Mientras se insulta y se vilipendia gratis total a mi país y a sus símbolos, el supuesto Gobierno no hace nada. Dicen que no quiere la confrontación. ¿Es que va a poner la otra mejilla? ¿Va a permitir que esta gentuza se ría del Estado de derecho, de las leyes y de la Constitución? No sé si han caído en la cuenta de que están ahí para garantizar la unidad del Estado, para proteger a los ciudadanos de expresiones fascistoides como la que nos ocupa y para impedir que cuatro tipos impongan sus ideas disparatadas a la mayoría. Pero como aquí todo está al revés, no me extrañaría nada que este dislate tenga recorrido y la anarquía triunfe en esa parte de España. Y en otras. Está en juego el futuro de nuestro país, como lo hemos entendido durante más de 500 años. Quizás no parezca algo importante para los merluzos que nos dirigen. Parece que para la mayoría, sí. Pero a día de hoy, siguen imponiéndose las minorías. No me digan que nuestro país no está al revés. Incluso tengo un buen amigo al que todo esto le encoge el estómago mientras que a mi me pasa justo al revés, que me hace arrojar su contenido. Eso sí, si puede ser, sobre todas estas infrapersonas de la ultratumba política. Al fin y al cabo, inmundicia y mierda son la misma cosa. 
   
No se entera. O sí.

jueves, 29 de junio de 2017

Más vale tarde

En los tiempos que corren, plenos de radicalismos pendencieros, totalitarismos camuflados y secesionismos infames, se agradece de vez en cuando recibir una noticia positiva que de nuevo revitalice las creencias básicas del ser humano, en su especie, en la bondad, en la capacidad de perdonar, qué sé yo, en que no somos máquinas sin sentimientos ni animales predadores, sino que seguimos siendo capaces de convivir a pesar de que pensemos diferente.  

Las mentes pensantes del nuevo PSOE -es un decir-
Hace poco, la que ahora es máximo referente de la política asturiana, acólita del rencoroso y falaz Snchz y su acompañante "de foto" en todo momento, -cosa que lleva haciendo con probado éxito desde su adolescencia y práctica en la que es una auténtica experta desde los tiempos del ínclito Areces-, la sin par Adriana Lastra, soltó por esa boquita dos lindezas impresentables que han quedado, hasta la fecha, como sus mayores contribuciones al  nuevo PSOE, líbrenos el Señor de semejante despropósito. Esta política profesional, militante desde la cuna y experta en cobrar jugosas cantidades del erario público, no tuvo otra ocurrencia que poner a Bolivia, ese potente país andino, como ejemplo de lo que estos chicos han dado en llamar "Estado plurinacional", "Nación de naciones" o "Estados libres asociados a otro Estado", en ese afán contrarreloj de nominar algo que no tiene nombre, de intentar dar cabida a lo que no la tiene en nuestra Constitución, de contentar y obtener votos, claro, en la autonomía catalana donde, entre baile y baile de Iceta, han perdido hasta la camisa. Añadió la actual vicesecretaria general -insisto, madre de mi vida, que esta señorita sea número 2 de los socialistas, si no lo veo no lo creo-, que ella "como asturiana, anhelo nacional no tengo". Es decir, hablando en plata y para que nos vayamos enterando, que España se la refanfinfla, que al país que nos dejaron nuestros antepasados, con más de 500 años de historia, por ella le pueden dar mucho por ahí mismo, que lo que importan son las naciones de la nación, pero no la Nación. ¿Lo entienden? Pues eso.  

El alcalde arropa a las víctimas. Que cunda el ejemplo
Pero volvamos al principio. Frente a vergonzantes ejemplos de sátrapas indecentes, que los sufrimos a diario, como los que nos ofrece la número 2 de marras, en segundo plano, con letras más pequeñas y sin bombo ni platillos, existen hechos novedosos protagonizados por políticos sensatos como el ocurrido recientemente en Rentería, población guipuzcoana conocida por la amplia representación que el separatismo abertzale siempre ha tenido, donde bajo el mando de un alcalde de Bildu, en un Ayuntamiento con mayoría secesionista y sin concejales del Partido Popular, han sido capaces, por vez primera, de rendir un homenaje sentido, sincero y decente a las víctimas de ETA, sí, han leído bien, sin subterfugios ni segundas lecturas, sólo a los tres ciudadanos del pueblo asesinados en los años del terror por la banda criminal. Vicente Gajate, policía municipal muerto en 1984 por ser militante del PSOE y los concejales del PP José Luis Caso y Manuel Zamarreño, asesinados en 1997 y 1998 respectivamente, han sido homenajeados por Julen Mendoza, alcalde que ya está en la historia, y su Corporación al completo, sin medias tintas ni zarandajas, incluso pidiendo perdón por el dolor que el silencio cómplice de sus conmilitones haya podido causar durante los años de la ignominia a las familias de los mártires.       

    


Es más, para que nadie olvide estos macabros y luctuosos sucesos, se ha colocado una placa en la Casa Consistorial y se les han entregado sendos ramos de flores a las familias ante la atronadora ovación de un salón de plenos abarrotado de vecinos. Parece mentira que en 2017, treinta años después de los hechos, un regidor con dos cojones y un corazón humano por fin ha sido capaz de acabar con la ambigüedad y la doble vara de medir tan conocidas en el País Vasco y ha intentado cerrar heridas, sofocar la impotencia y calmar el dolor de quienes tanto han sufrido ante la iniquidad y el mirar para otro lado de la mayoría de la sociedad de aquella comunidad. Para este que escribe, esta es sin duda la noticia de lo que va de año y, si me apuran, de década. Sólo nos queda esperar que otros tomen nota de que más vale tarde que nunca e imiten la audaz iniciativa de Mendoza y su equipo, abandonen el miedo, el odio y el silencio cómplice y se lancen a restañar los daños, que han sido copiosos y profundos. Será la única manera de iniciar una verdadera y duradera democracia en esos lares, ejemplo del que también deberían tomar buena nota por tierras catalanas y comprender, de una maldita vez, que el odio, el terror, el apartheid y la violencia no conducen sino al infierno, a lo más profundo de un abismo donde sólo se encuentran penas, dolor y sufrimiento, y no sólo para las víctimas, ojo, sino también para los verdugos. 

Como las vacaciones están a la puerta y Will Kane no regresará hasta bien entrado septiembre, aprovecho para recomendarles encarecidamente la lectura de la novela "Patria", de Fernando Aramburu, guipuzcoano de San Sebastián que les ilustrará a la perfección sobre la época más tenebrosa del País Vasco y, de paso, despertará en muchos de ustedes ese sentimiento, a veces aletargado, de piedad, aflicción y comprensión hacia las víctimas que en el mundo han sido y son de regímenes terroristas, separatistas y dogmáticos hasta la náusea, algunas de ellas, aunque parezca mentira, domiciliadas en nuestro propio y querido país. Recuerden que vacaciones y lectura son pareja de hecho. Que las disfruten.   

martes, 20 de junio de 2017

Cuando el hombre muerde al perro

Se descojona uno leyendo los periódicos, esa es la verdad. No me refiero a El Jueves, ni siquiera al Marca, que también, sino cuando coges El País o el ABC y observas, ya no tan asombrado, ciertamente, cómo los redactores recogen declaraciones de personas con altas responsabilidades políticas y las adornan de tal manera que las convierten en ridículas sentencias ayunas de sentido común e incluso sintácticamente disparatadas. Lo hacen de buena fe, porque lo que sale por las bocas de esos personajes suele ser una mezcla abominable de bilis y bobadas varias que, balbuceada por la clase dirigente actual, es poco apta para el consumo del humano medio y hay que aliñarla con cuarto y mitad de sal y pimienta y también un puñado de azúcar para que no se indigeste. El problema es que, en ocasiones, quien intenta edulcorar la funesta realidad es un sectario sin escrúpulos y, a veces, es peor el remedio que la enfermedad.

May, esa lumbrera
Lo que llevo deglutido desde que un tarado, uno más, arrolló a un grupo de musulmanes en Londres el otro día cumple con precisión suiza lo esbozado en el párrafo anterior. Si ya resulta propio de un deficiente mental decir que fue obra de un "terrorista", que es lo que afirmó May sin ruborizarse, el disparate se eleva al cubo cuando la propia primera ministra dice que tiene carácter "islamófobo". Alrededor, danzan excitados los guardianes de la ética y la decencia y pontifican acerca de la verdad de estas afirmaciones y las elevan a los altares de la certeza así, sin anestesia ni nada, quedándose tan anchos. Ni un análisis, ni una recapitulación de lo que está pasando, ni un esfuerzo deductivo. Para qué. Que lo haga otro. Pues para eso estamos.

Un miembro de la eficacísima policía británica
En efecto, lo que ha ocurrido en Londres no es un ataque terrorista en absoluto, y mucho menos tiene carácter islamófobo. Si nos molestamos en poner todo este embrollo en perspectiva, veremos que la población inglesa lleva tiempo viendo caer a decenas de sus ciudadanos bajo el grito de "Alá es grande". Los exaltados musulmanes han estado minando la población británica -y de extranjeros, no lo olvidemos- sistemáticamente estos últimos tiempos ante la pasividad escandalosa de la policía y, por supuesto, de las administraciones públicas, que consintieron que gente fichada y refichada, con recientes estancias en Siria y alrededores para entrenarse en el noble arte de asesinar inocentes, regresara impunemente a tierras inglesas para asolar Manchester y Londres con una facilidad pasmosa. ¿Se creen que el dolor es gratis? ¿Que tanta ignominia iba a quedar sin respuesta? La violencia siempre engendra violencia. Y a los actos de unos descerebrados ha respondido otro haciendo exactamente lo mismo. Ojo por ojo. Furgoneta por furgoneta. Muertos por muertos. Ante la constatación de que nadie nos defiende, de que estamos a merced de Isis, o Daesh, o como coño se llame, un tipo bastante perturbado ha cogido lo que tenía a mano y, tan fácil y tan sencillo como lo que ellos hacen, se ha lanzado con un vehículo contra la multitud, en este caso musulmana, a ver a cuántos se cargaba. Y punto. Es una respuesta hasta cierto punto lógica. ¿Terrorista? En absoluto. Se trata, simplemente, de la antiquísima Ley del Talión.

Un pacifista ejemplar
Tampoco creo que el homicida tenga siquiera conciencia antimusulmana, ni que odie al Islam, ni que se lo haya planteado. Lo dije hace poco, existe un principio físico inalterable que es el de acción-reacción que no se estaba cumpliendo. Ahí lo tienen. Nos están diezmando, nos defendemos. Nos matan, matamos. Más viejo que la propia humanidad, si es que ésta ha existido alguna vez. Llegar ante una alcachofa mediática y tachar al tipo que ha hecho esto de islamófobo es propio de una mente simple, infantil y ñoña. Estoy seguro de que los judíos no eran germanófobos. Pero llegó un momento en que dejaron de pedir perdón por ponerse delante del verdugo. El monstruo de Israel no lo crearon ellos, sino el odio nazi. Pero esa, es otra historia.

La de ahora, la que esta putrefacta generación está construyendo -es un decir- es un cúmulo de medias verdades, patochadas y pasos atrás ante el terror que uno no deja de avergonzarse de pertenecer a ella y ser responsable en parte de legar un mundo semiderruido a nuestros hijos. Dice un "responsable policial" que "se ha constatado un incremento de la ultraderecha". No jodas, lumbrera. ¿Qué esperábais? Y es que el hombre, desesperado, solo y abandonado, antes de ser exterminado, ha decidido morder al perro. Y la prensa se hace cruces. Y el populismo de variado pelaje, se rasga las vestiduras. Y la dirigencia blandengue y cobarde culpa al empedrado. Y mientras tanto, ante tanta indolencia y tanta ruindad los delincuentes hacen su agosto. Dice el excéntrico Boris Johnson que "el odio no nos dividirá". Veremos qué pasa si el perro tenía la rabia. Entonces, la cosa no habría quien la parase.   


              

martes, 13 de junio de 2017

Los once de Guardiola

Guardiola vomitando, y no precisamente colonia
Quizás él no lo sabe, es posible que se haya dejado utilizar por los cerebros pensantes del separatismo catalán rampante, por la caterva de sediciosos dominante en la actualidad en esa región. No le tengo por un idiota redomado, pero es factible que, llevado por una juvenil ilusión revolucionaria, haya aceptado pronunciar un discurso manipulado, inflamado y perfectamente construido alrededor de once principios muy populares en el mundo de la propaganda. Pep Guardiola, otrora exitoso entrenador, hoy ridículo orador, ha entrado por la puerta principal en el palacio de la Propaganda, con mayúscula, en el templo de la mentira, de la manipulación y de la eliminación del libre pensamiento, a través de un incendiario discurso, remedo perfecto de las peroratas de los más sanguinarios dictadores que en la historia han sido. En él, incorporó en su alineación titular esos once principios considerados esenciales para tener a sus pies a las masas. Comprobémoslo.
   
1-Principio de simplificación y del enemigo único. Aquí entra en escena el conocido "España nos roba". El Estado español nos corta las alas, no nos da el dinero que nos corresponde y no deja que alcancemos nuestra identidad como país, paralizando nuestro desarrollo. "Somos víctimas de un Estado que ha puesto en marcha una persecución...".
 
España es el enemigo

2-Principio del método de contagio. Culpar de todo lo que sucede al enemigo único. España amenaza la pureza de la raza catalana, su cultura, sus costumbres. "Conspiran para destruir la Sanidad...". "Han intentado acabar con el modelo de escuela catalana..." (válgame el Señor, lo que hay que oír).
 
3-Principio de la transposición. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras achacables al enemigo  que las tapen. Responder al ataque con el ataque, distraer la atención. España es un "Estado autoritario" que impide la democracia, no nos deja votar libremente. No les apoya nadie en Europa, así que se muestra a España como el "opresor".

4-Principio de la exageración y de la desfiguración. Se trata de convertir cualquier pequeña anécdota en amenaza grave. Asustar al personal con aquello de "que viene el lobo". Por ejemplo, la anécdota achacada al antiguo ministro de Asuntos Exteriores se utiliza como señal de "conspiración contra Cataluña". Habla de una "policía política" que "elabora pruebas falsas contra nuestros dirigentes...". (¿Se referirá a los Pujol?).

Deben ser españoles. Como roban...

5-Principio de la vulgarización o popularización. Consiste en adaptar la propaganda al nivel de los menos inteligentes. La gente no tiene que pensar ni esforzarse. Todo tiene que ser sencillo. Es más fácil de manejar a un pueblo idiota que a uno acostumbrado a pensar. "España ens roba" y se acabó. "El Estado bloquea las inversiones en nuestras infraestructuras...". Por supuesto, del desorbitado gasto para los Juegos de 1992, ni media palabra.


6-Principio de orquestación. La propaganda está formada por un número pequeño de ideas y es necesario repetirlas incansablemente. En este campo, la máxima más famosa es aquello de que si una mentira se repite suficiente número de veces, acaba por ser tenida por una verdad por las masas. De nuevo aparece el "España nos roba", el Estado no nos deja votar, el referéndum es sinónimo de democracia aunque sea ilegal y queramos saltarnos las leyes...

7- Principio de renovación. Hay que lanzar mensajes nuevos contra el adversario constantemente, sin que le dé tiempo a contestar al anterior. Impedimos que la sociedad razone, las noticias pasan muy rápido y no podemos detenernos a analizarlas. No profundizar en nada porque nada es lo suficientemente importante excepto el objetivo. Hemos de ahogar, de abrumar con noticias constantemente al pueblo porque, fíjense, al final, muchas noticias terminan por ser ninguna. En el resto de España hemos escuchado muchas veces eso de "ya cansa lo de la independencia de Cataluña", o "si se quieren ir que se vayan". Desgraciadamente, son indicadores de que están ganando. 

8-Principio de verosimilitud. Hacer que parezcan verdad informaciones parciales, globos sonda o medias verdades. No hay hechos, hay interpretaciones. Cogemos a gente conocida como el pobre Guardiola y los ponemos a decir cosas que damos por ciertas. No se analiza el mensaje, se da por bueno por el mero hecho de ser emitido ante un micrófono.

9-Principio de la silenciación. Acallar informaciones que favorecen al adversario y todas las que no se pueden rebatir con argumentos, con la colaboración de medios de comunicación afines. Basta darse una vuelta por allá y leer La Vanguardia o El Periódico. No les digo nada si entienden el idioma y escuchan la radio o la televisión catalanas. Creo que es espectacular.

10-Principio de la transfusión. La propaganda opera siempre a partir de una mitología preexistente, o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. España, desde hace siglos, impide que seamos un país, está empeñada en que sólo seamos una región cuando éramos un Reino, o un Principado, o lo que convenga. Creamos un mito y lo alimentamos a base de inventar la Historia o, al menos, adaptarla a nuestra conveniencia. 

España, siglo XV. ¿Y Catalonia?

11-Principio de la unanimidad. Convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo" (la gente dice, la gente piensa..., esto lo hace muy bien Iglesias en otro ámbito), creando una falsa impresión de unanimidad. Empezando por la escuela, impulsar un pensamiento único. Es importante que quien recibe el mensaje se crea miembro de una masa, de una colectividad que va en la misma dirección, aunque sea hacia el precipicio. 

Todo un ídolo para algunos
Bien, esto es lo que está sucediendo cada día, también el pasado domingo. Y ahora viene lo bueno. ¿Saben quién enunció los 11 principios a los que tan bien se ciñó el 47 veces internacional por España? Pues nada menos que el mayor genio de la historia en el arte de la propaganda: Joseph Goebbels, ministro del ramo en la Alemania nazi. Sí, ese, el asesino de judíos en masa, el que creó las condiciones necesarias para la liquidación de seis millones de personas ante la mirada pasiva de sus compatriotas. Desde la irrupción de la figura enferma y monstruosa de Goebbels, arquitecto auténtico en el arte de convencer al otro abrumándolo con una catarata de razones y motivos disparatados con el único objetivo de que piense como quienes dirigen el Estado, nada ha sido igual en el mundillo de los "mensajes" y los "consejos" al ciudadano. Ni las redes sociales lo han superado.

Podría ser el comercio de un español
Por eso, todos aquellos que desean la manipulación de todo un pueblo a base de demonizar a un adversario común inventado, se inspiran en las tácticas de tan siniestro personaje. Si leen el discurso de Guardiola y observan con detenimiento lo que se está organizando en Cataluña, comprobarán que se está cumpliendo, punto por punto, con los once principios de la filosofía propagandística nazi, con el adoctrinamiento en masa de unos ciudadanos bastante cortitos de formación y creando un caldo de cultivo que justifique, en último caso y puesto que el enemigo nos oprime y  nos impide desarrollarnos como Nación, la legalidad del exterminio incluso físico de los que no comparten nuestras ideas. Sé que, leido así, de sopetón y sin haberse preparado, da miedo. Pero es lo que, a día de hoy, existe en una parte de España. Guste o no guste.