Después de darme un tiempo para recuperar el sentido tras asistir atónito e impávido -que no sorprendido- al ridículo vodevil protagonizado por el Quique Camoiras del desgobierno de España durante nada menos que cinco días, no me ha quedado otro remedio que, por una vez y espero que no sirva de precedente, ponerme a aporrear el teclado del ordenador con bastante saña, un poquito de mala baba y un muchito de indignación.
Hablando de sainetes, el escrito, dirigido y protagonizado por el émulo de Chávez, además de previsible, aburrido y chabacano me ha dejado con la duda. Este tipo, en su afán por acaparar todos los focos del teatrillo en que ha convertido nuestro país ya no sé si es el cómico, la vedette o me estoy equivocando de género y lo que quiere ser es la diva absoluta, la María Callas del panorama político no ya español, que es escenario poco glamouroso para el taimado farsante, sino mundial, galáctico o universal.
Este personaje, enfermo de codicia y narcisismo, es cómico a sabiendas, porque desde el principio del paripé todos los que le sufrimos a diario sabíamos que iba de coña, que jamás pensó ni por un segundo abandonar la función, que un elemento de su calaña nunca da un paso pensando en su país, en sus compatriotas o en su familia siquiera, un ego tan gigantesco como el suyo no le permite pensar en otro que no sea él, caracterizado como James Cagney en la cima del mundo mientras dóciles súbditos como el eslabón perdido de Valladolid rinden pleitesía al "puto amo".
Pero también es la vedette, porque no permite que los ojos del público se distraigan en coristas o actores de reparto, se nombró a sí mismo protagonista único de su pantomima y salió enseñando la pierna a ritmo de cancán eclipsando al resto del elenco. Nadie sabía nada, él lo manejaba todo. Ni Cerdanes, ni Bolaños, ni Puentes, ni mucho menos Monteros, la mentira sólo tiene un padre y ese, el urdidor, el prestidigitador tramposo, es también, para desgracia de nosotros los espectadores, el presidente. Dicen los mentideros monclovitas que el embustero patológico no duerme bien y ha sido visto de noche cantando y bailando por los pasillos enmoquetados de su palacio soñado al ritmo de aquella de David Civera que decía: "que la detengan, es una mentirosa, malvada y peligrosa...", no se sabe bien si rojo de ira refiriéndose a Ayuso, su obsesión, o rojo de vergüenza acordándose de los negocios de Begoña...
Pero lo que hace que me pregunte si no me estaré equivocando de género -musical- y en realidad este Pinocho de tres al cuarto sea la diva todopoderosa de Aída o La Traviata es su vomitiva actitud cuando no había nada que comunicar, cuando no había tomado decisión alguna -ni jamás hubo intención de tomarla- y va el siniestro bufón nada menos que a ver al Rey, a primera hora, como diciendo "eh, no se vaya usted a creer que recibirle con las manos en los bolsillos justo antes de iniciar la comedia fue un acto espontáneo, qué va, aquí estoy y ahora me toco los huevos delante de tus narices, te quito el papel protagonista y que sepas que voy a por esa corona que sólo puedo llevar yo. Que lo sepas". Porque el objetivo principal de este sátrapa, no lo olvidemos, no son ni la prensa libre ni los jueces, no. Es el Rey, el que más le molesta y sin el que podría desplegar ante su reducido público entusiasta su verdadero papel, el de Diva Absoluta.
Así que no nos engañemos, no nos dejemos cegar por los numerosos árboles que nos ponen delante. Es cierto que le conviene silenciar a la prensa y coartar a los jueces, pero un narciso sólo se preocupa de sí mismo, ni ciudadanos, ni compañeros de partido ni familia tienen el menor valor cuando de buscar notoriedad se trata, y qué mayor notoriedad que ocupar el lugar del Rey. Así que acuérdense de lo que les digo; Luis XIV a su lado, un sargento chusquero. Al tiempo.
Pero que no se le olvide al felón más grande de todos los tiempos que cuando James Cagney le anunciaba a su mamá en "Al rojo vivo" que por fin había llegado, como le prometió, a la cima del mundo, una terrible explosión le dejó sin poder disfrutar del poder y la gloria obtenidos, también en su caso, de manera irregular, por emplear un verbo suave y así evitar, de paso, caer en las garras de la nueva censura que se nos anuncia. Que igual me cierran el blog o incluso me llevan preso sin posibilidad de amnistía, que esa solo es para los secuaces ¡uy, quería decir amigos! Qué cosas, hoy seguramente a Cody Jarrett, el personaje que interpreta Cagney, no se le llamaría gangster sino, más que probablemente, regenerador de la democracia o paladín de la libertad. En fin, como un Rey le dijo al Cid, éste sí auténtico defensor de su reino, "cosas veredes que farán fablar las piedras". Y hay que reconocer que en eso sí es un verdadero líder. Ojipláticos nos tiene.
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