Como es natural, y puesto que yo no es que me considere, sino que soy español, he permanecido atento al sainete que ciertas personas sin escrúpulos han montado en Cataluña estos últimos meses en especial, aunque la cosa viene de mucho más lejos. Porque esto no es algo que de repente haya surgido como un tsunami incontrolable, no. Seguramente en esa región existen muchas personas a las que les gustaría independizarse de España. Como también las hay en Asturias, créanme. O en Valencia. O incluso en El Bierzo, que ni siquiera tiene el estatus de provincia. Y su manera de pensar es muy respetable. Lo que ya no es tan respetable es la manipulación interesada que, desde hace muchos años, unos malnacidos se han dedicado a aplicar desde la más tierna infancia en todos los estamentos de la sociedad catalana.
Poco a poco, con la vergonzante anuencia de los gobiernos del PSOE y del PP, los sucesivos mandarines de aquella región han ido adoctrinando en las escuelas a todos los niños de los 80 y 90 que, como es ley de vida, hoy son el grueso de los votantes que ayer ejercieron su derecho en las urnas. Y es que hay materias como la Educación, ese bien intangible que tanta importancia tiene luego en nuestras vidas adultas, que jamás debió haberse transferido a las Comunidades Autónomas. Ese error consentido por todos ha desembocado en esta vorágine incomprensible que estamos viviendo los últimos años.
También han influido mucho en la sorprendente deriva que el otrora moderado partido convergente ha tomado, los sucesivos escándalos de corrupción que han asolado el panorama político catalán. Atado por los verdaderos independentistas y amenazado con ser excluido del reparto, Artur Mas no tuvo más remedio, si quería seguir formando parte de este teatro que tomar las de Villadiego, liarse la manta a la cabeza y echarse al monte del separatismo más radical. Mucha ayuda recibió para iniciar el "proceso soberanista" del mayor inútil que en la política nacional ha existido; el nefasto Zapatero, ignorante, estulto y necio, no tuvo mejor ocurrencia que ponerle alfombra roja y puente de plata al nacionalismo exacerbado cuando dijo aquello de que "aceptaré cualquier Estatuto que sea aprobado por los catalanes". ¡Toma ya! Para qué quieres más, si el presidente español te lo está diciendo, cómo no vas a ponerte a ello. Y desde hace más o menos cinco tenebrosos años, obviando siempre la brutal crisis económica que ha asolado el país y por tanto también a Cataluña, sólo ha existido este viaje a ninguna parte que, si los implicados tuvieran dignidad, habría concluido ayer.
Creo que los resultados sólo tienen una lectura honrada. Después de haber puesto la maquinaria del separatismo a máxima potencia, de haber manipulado desde la televisión pública catalana como no se recuerda en el mundo civilizado, de que el molt honorable -menudo sofisma- haya utilizado su poder para sesgar el proceso llamando plebiscito a unas elecciones y enlodado la campaña electoral hasta límites nunca antes traspasados en nuestro país, después de todo eso, lo que ha logrado respecto al año 2012 es la impresionante cifra de 9 diputados menos (62 frente a 71 sumando CIU y ERC), ha pasado de obtener un 44,4% de los votos a un 39,5% y ni siquiera sumando los sufragios de la siniestra CUP pasa de un 47,7% de partidarios de la independencia. ¿Qué mayoría es esa? ¿Pero de qué mandato de los catalanes hablan?
Pero es que además, incluso sumando los diputados obtenidos por los revolucionarios (10), suman dos menos que hace tres años. Y los votos que acumulan los partidos no secesionistas superan en ¡150.000! a los partidarios de la separación. No les digo nada si además valoramos la abstención, porque entonces ni uno de cada tres ciudadanos con derecho a voto ha refrendado la ruptura. ¿De qué compromiso con el pueblo catalán estamos hablando pues? No, no es con el pueblo catalán. Es con ellos mismos, porque como siempre, toda esta movida hace que tengan seguro el puestín (o el puestón) los de siempre, los paniaguados del sistema que en todas partes existen. Aquí en Asturias también lo sufrimos con FAC, otro salvapatrias que sólo vino a llenar el bolsillo y después si te he visto no me acuerdo.
Así que me parece que para este pírrico viaje no hacía falta el terremoto que han montado en toda la Nación. Si este es el independentismo claro y rotundo, que le cuenten este cuento a otros, porque no cuela. Simplemente se trata de pensar, de poder hacerlo, de querer hacerlo. Decía ayer Inés Arrimadas, la candidata de Ciudadanos y verdadera ganadora de las elecciones, que a partir de hoy España vuelve a estar unida, que se acabó la locura nacionalista. A la misma hora, la representante de la CUP, una señorita peinada a tazón que daba la impresión de haber descuidado sobremanera su higiene personal, dando grandes voces y realizando bastantes aspavientos, venía a decir que ahora ya vale todo, llamaba a la desobediencia civil y amenazaba con cumplir sólo las leyes que a ellos les gusten y las que no, pues eso, que las cumpla Rita. ¡Señor, qué contraste!