Durante el eterno mandato socialista, en Llanes iban mal muchas
cosas, entre ellas la limpieza de los espacios públicos. La basura desparramada
por doquier y siendo atacada por bandadas de agresivas gaviotas se ha convertido
en una estampa típica del paisaje cotidiano. Pero al menos se baldeaba, se
barría y se cuidaban los lugares ajardinados. Ahora, no. En estos cuatro meses,
al menos en mi barrio, el emblemático y singular Cuetu, apenas se baldea, se
barre de vez en cuando y, por ejemplo, el césped de la estación de autobuses no
se ha segado ni una vez. No parece de recibo que los ciudadanos, tras una noche
de desenfreno de los salvajes del botellón, tengan que llamar al Ayuntamiento
-o al concejal de turno- para pedir el favor de que vengan a regar, que huele a
meados que tumba, o a barrer, que es que resulta que hay botellas, cristales,
vasos de plástico y demás restos de la barbarie etílica tirados por todas
partes, cuando de esto están más que informados desde el alcalde hasta el
último concejal.
Ni tampoco resulta lógico que la primera visión de nuestra villa
que tiene un viajero que llega en autobús sea el aspecto selvático de los
espacios ajardinados de la estación, con la hierba por las rodillas, los bardos
por todas partes y los árboles sin podar. Ni que la preciosa senda del
Carrocedo, una de las pocas obras públicas realizadas bajo la égida socialista
que sumó y no restó belleza a nuestro pueblo, parezca la ribera del Orinoco,
salvaje y llena de insectos ávidos de sangre humana. Ya no hablo de las cunetas
de las carreteras locales ni de la limpieza de las playas, que serán temas que
darán, seguramente, para comentarios referidos exclusivamente a esos
aspectos.
Recuerdo siempre mi primera visita a Lanzarote, en concreto a la
zona de Playa Dorada. Todos los espacios públicos estaban completamente llenos
de papeles y demás materiales fáciles de desplazar por el viento. Siempre.
Todos los días. Parecía un pueblo abandonado del oeste americano. Nunca he
vuelto por allí. Y mira que el hotel y los restaurantes del entorno
satisfacieron mis expectativas. ¿Cuándo se darán cuenta nuestros próceres
locales de que las bondades de un lugar entran por los ojos?
En esta historia, sólo caben dos explicaciones; desconocimiento
de lo que pasa y por lo tanto incompetencia absoluta del responsable político,
o que desde el servicio de limpieza alguien le está haciendo el avión al
concejal de turno. Creo que me entienden.
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