miércoles, 3 de mayo de 2017

Los 4.000 del gallinero

Para el espectador neutral, ayer tuvo lugar un acontecimiento inusual en el recinto deportivo situado en el paseo de la Castellana de Madrid que suele acoger los encuentros futbolísticos organizados por el principal club que viste de blanco de la ciudad. Como todos ustedes sabrán de sobra, el equipo local logró un óptimo resultado, motivo por el cual sus seguidores optaron por no silbar a ninguno de sus jugadores, técnicos y directivos y concluyeron la noche cantando eso de "cómo no te voy a querer, si eres campeón de Europa por undécima vez" (el ordinal, en una muestra de originalidad encomiable, va cambiando en función del número de títulos que se van obteniendo).

"Lo único que pido, es que no me silben"
En la letra de esta tonada se puede encontrar la clave de bóveda que sostiene al aficionado medio de este club desde hace ya más de cinco décadas: te quiero porque ganas. Y si no lo haces, silbo, pito, pataleo y monto un pollo de no te menees. Lo único que cuenta es ganar. Si ganas, exhibo el escudo, animo, jaleo y me pavoneo. Si no, entro en modo cólera infinita y apunto a todo el que se mueve, incluso a la figura más grande que el equipo ha disfrutado en todo ese periodo de tiempo. Las cosas son así, guste o no guste. Es la pescadilla mordiéndose la cola: te quiero porque ganas, y como ganas, te quiero. Nunca olvidaré el profundo silencio que guardaban el 24 de mayo de 2014 en Lisboa, mientras su equipo iba perdiendo. Fue muy ilustrativo para alguien ajeno a esos colores.

Pero allá en lo más alto del recinto deportivo de marras, en el cuarto anfiteatro, donde un señor como yo no ve absolutamente nada de lo que sucede en el campo de juego, como mucho lo intuye, enjaulados, apartados, apretujados, cuatro mil tipos vestidos a rayas rojas y blancas, media hora después de haber sufrido la derrota más dura de la temporada, expresaban justamente lo contrario que la afición rival, que hacía tiempo que había abandonado el lugar: "jamás, jamás, te dejará esta hinchada, que en las buenas y en las malas, nunca deja de animar...". Y bien que demostraron que cumplen lo que entonan, dejándose la garganta, el sudor, la voz y las lágrimas por un equipo que, asómbrense, había perdido, no, qué digo, había sido goleado sin contemplaciones en casa del rival más odiado. Allí siguieron, hasta que no quedaba nadie en el estadio, animando, apoyando, torciendo, empujando. El resultado, es lo de menos.

Los 4.000 irreductibles

Hace mucho que desistí de explicar al seguidor rival lo que es la filosofía rojiblanca. Los que conozco, tan humildes ellos, suelen esbozar sonrisillas de condescendencia cuando observan nuestra actitud frente a la derrota. Nosotros no queremos al Atlético de Madrid porque gana. La vida no nos lo pone fácil, nuestro camino está plagado de obstáculos y es precisamente eso, el esfuerzo que se hace al intentar superarlos, lo que satisface a los aficionados. Si se gana, estupendo, maravilloso, sensacional. Pero si no, mientras en el campo se haya derramado hasta la última gota de sudor, no hay reproches. En las buenas, y en las malas.

En este blog se entendió muy bien la retirada este invierno pasado de Nico Rosberg, piloto de coches recién coronado campeón mundial que decidió dejarlo justo en la cima. Él no necesita segundas, terceras o duodécimas para confirmar lo que ya sabe: que luchó y entregó todo lo que tenía para alcanzar un sueño. Y una vez conseguido, para qué seguir. Otros continuarán jugándose la vida por más y más copas. Él ya había cumplido alcanzando lo que muy pocos logran. Y, además, luchando contra fieras a las que no les importa cómo ganar, contra una prensa dirigida que sólo encumbra al egoísta, cuyo único valor es la victoria y que hace mucho tiempo que olvidó aquello de "lo importante es participar".    

En una época de ausencia total de valores que no sean el dinero, la victoria y el liderato a cualquier precio, mis cuatro mil congéneres colgados del techo de un estadio hostil merecen un respeto imponente, un reconocimiento urgente y un aplauso elegante que debería surgir, espontáneo, desde todos los lugares donde reine el pensamiento antiguo de que no todo consiste en ganar sino, sobre todo, en esforzase por llegar a ello. Y que, aunque no se gane, es de bien nacidos ser agradecidos. Por eso, cada día estoy más orgulloso de que mi alma sea rojiblanca. Y hoy, si cabe, más todavía. Ya sé que soy muy pesado pero, gracias, papá.    

3 comentarios:

  1. Muy bueno, EMILIO. Estupendo, como siempre. ¡ Tú si eres un crack !

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  2. Cuanta razón!! Que fácil es ser de ese equipo blanco y que todo te lo den hecho!! Pero que bonito es ser del Atleti!!! Jamás sabrán lo que es sentir unos colores de verdad y estar á las buenas y a las no tan buenas!! Ni aún volviendo a nacer sería de ningún otro equipo que no fuera el glorioso Atlético de Madrid!!

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  3. Dí que sí, Cris, esa es nuestra esencia y, como dice la canción, no lo pueden entender.

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