Por estas fechas más o menos se tomó la decisión, hace ya dos años, de lanzarnos a crear un blog que, por otra parte, el que escribe prácticamente no tenía ni idea de lo que era y de meterse en los peligrosos mundos de la tecnología y la virtualidad, cosa que al autor poco menos que le causaba temblores y escalofríos muy desagradables. El primer año fue muy prolífico. Animado por la novedad y sintiéndose como un niño con una bolsa de piruletas el precursor de este sitio dio rienda suelta a su inagotable verborrea y escupió nada menos que 71 artículos, la mayoría de tinte y corte políticos, muchos de ellos abordando problemas nacionales e incluso internacionales, alguno acerca de pequeñas disquisiciones llaniscas, los menos de índole deportiva, cediendo a mis arcaicos pero maravillosos impulsos colchoneros. Todo estupendo.
Pero el cansino panorama que la vida va poniendo ante mis cada vez menos atentos ojos, la estupidez rayana en la locura que ha invadido a algunos de mis compatriotas del Este peninsular, la complacencia ridícula y miserable de parte de la izquierda progre ante comportamientos fascistoides y racistas y la colonización lenta pero concienzuda del mundo musulmán que, poco a poco, va socavando y borrando las ancestrales huellas de nuestra milenaria cultura ante la vergonzosa pasividad del claustro político, el más cutre de la historia de Occidente, han ocasionado que mi fe decaiga, mis ganas de seguir luchando en tierra hostil se agoten y, por lo tanto, mis tentaciones a la hora de sentarme a despotricar ante el ordenador ya no estén imbuídas de aquella especie de potencia juvenil que me hacía derramar sobre ustedes palabras a manos llenas. Únicamente 24 escritos he sido capaz de pergeñar en estos últimos doce meses pero no por vagancia, sino por una permanente sensación de déjà vu, de que me voy a repetir más que los judiones de La Granja, de que siempre es lo mismo, Cataluña y los moros y cierra España. Como dije en alguna ocasión es hastío, es hartazgo, es desilusión, es desesperanza. Y espérate, que ya veremos a partir del día 2, si es que amanece, que a este paso no lo aseguro. Lo que sí aseguro, por si quedan optimistas, que no sé España pero Cataluña, lo mismo que el País Vasco, ya está rota, partida por la mitad. Y ahora a ver quién es el guapo que la arregla.
Eso sí, en el tema de las visitas este año lo hemos petado, que dicen ahora. Si el primer año tuvimos el honor de recibir 4.510, resulta que el segundo nos han honrado con su presencia la friolera de 27.626 veces, aunque la cosa tiene truco. Sí, porque como sin duda algunos recordarán, una sola entrada, la titulada "Señor, llévame pronto", que propuso con éxito un experimento social que consistió en lanzar una noticia inventada y que se la creyera medio mundo, sólo esa lleva hasta ahora 22.856, lo que representa un 71% del historial de visitas. El resto, más o menos como siempre, rondan las 150 de media, algo superior a la del primer ejercicio, con lo que me doy con un canto en los dientes y me quedo tan a gusto. Y en lo que respecta a lo del acontecimiento social provocado en mi tierra de adopción llanisca, que consiguió que el autor balbuceara sus motivos en la radio y todo, encantado de la vida. De agitarla un poco, de dar que pensar e incluso de que hablen de uno, aunque sea para ponerlo a caldo, como sin duda será el sentir mayoritario que, como saben, me viene importando lo que se dice un pimiento.
En fin, que muchas gracias a todos los que en algún momento de esos en que no sabe uno qué hacer con el tiempo se les ha ocurrido la febril idea de entrar a leer lo que escribe este tipo que asiste asombrado al discurrir de unos acontecimientos que, de tan disparatados, han tornado en un remedio con consecuencias similares a las que producen los opiáceos y que le están dejando las entendederas como los pumas de las Montañas Rocosas: en vías de extinción.