viernes, 29 de septiembre de 2017

Segundo aniversario y seguimos vivos

Por estas fechas más o menos se tomó la decisión, hace ya dos años, de lanzarnos a crear un blog que, por otra parte, el que escribe prácticamente no tenía ni idea de lo que era y de meterse en los peligrosos mundos de la tecnología y la virtualidad, cosa que al autor poco menos que le causaba temblores y escalofríos muy desagradables. El primer año fue muy prolífico. Animado por la novedad y sintiéndose como un niño con una bolsa de piruletas el precursor de este sitio dio rienda suelta a su inagotable verborrea y escupió nada menos que 71 artículos, la mayoría de tinte y corte políticos, muchos de ellos abordando problemas nacionales e incluso internacionales, alguno acerca de pequeñas disquisiciones llaniscas, los menos de índole deportiva, cediendo a mis arcaicos pero maravillosos impulsos colchoneros. Todo estupendo.

Pero el cansino panorama que la vida va poniendo ante mis cada vez menos atentos ojos, la estupidez rayana en la locura que ha invadido a algunos de mis compatriotas del Este peninsular, la complacencia ridícula y miserable de parte de la izquierda progre ante comportamientos fascistoides y racistas y la colonización lenta pero concienzuda del mundo musulmán que, poco a poco, va socavando y borrando las ancestrales huellas de nuestra milenaria cultura ante la vergonzosa pasividad del claustro político, el más cutre de la historia de Occidente, han ocasionado que mi fe decaiga, mis ganas de seguir luchando en tierra hostil se agoten y, por lo tanto, mis tentaciones a la hora de sentarme a despotricar ante el ordenador ya no estén imbuídas de aquella especie de potencia juvenil que me hacía derramar sobre ustedes palabras a manos llenas. Únicamente 24 escritos he sido capaz de pergeñar en estos últimos doce meses pero no por vagancia, sino por una permanente sensación de déjà vu, de que me voy a repetir más que los judiones de La Granja, de que siempre es lo mismo, Cataluña y los moros y cierra España. Como dije en alguna ocasión es hastío, es hartazgo, es desilusión, es desesperanza. Y espérate, que ya veremos a partir del día 2, si es que amanece, que a este paso no lo aseguro. Lo que sí aseguro, por si quedan optimistas, que no sé España pero Cataluña, lo mismo que el País Vasco, ya está rota, partida por la mitad. Y ahora a ver quién es el guapo que la arregla. 

Eso sí, en el tema de las visitas este año lo hemos petado, que dicen ahora. Si el primer año tuvimos el honor de recibir 4.510, resulta que el segundo nos han honrado con su presencia la friolera de 27.626 veces, aunque la cosa tiene truco. Sí, porque como sin duda algunos recordarán, una sola entrada, la titulada "Señor, llévame pronto", que propuso con éxito un experimento social que consistió en lanzar una noticia inventada y que se la creyera medio mundo, sólo esa lleva hasta ahora 22.856, lo que representa un 71% del historial de visitas. El resto, más o menos como siempre, rondan las 150 de media, algo superior a la del primer ejercicio, con lo que me doy con un canto en los dientes y me quedo tan a gusto. Y en lo que respecta a lo del acontecimiento social provocado en mi tierra de adopción llanisca, que consiguió que el autor balbuceara sus motivos en la radio y todo, encantado de la vida. De agitarla un poco, de dar que pensar e incluso de que hablen de uno, aunque sea para ponerlo a caldo, como sin duda será el sentir mayoritario que, como saben, me viene importando lo que se dice un pimiento.

En fin, que muchas gracias a todos los que en algún momento de esos en que no sabe uno qué hacer con el tiempo se les ha ocurrido la febril idea de entrar a leer lo que escribe este tipo que asiste asombrado al discurrir de unos acontecimientos que, de tan disparatados, han tornado en un remedio con consecuencias similares a las que producen los opiáceos y que le están dejando las entendederas como los pumas de las Montañas Rocosas: en vías de extinción.  

jueves, 21 de septiembre de 2017

La novia

Durante un largo año, un hogar

Dentro de poco tiempo se cumplirán 30 años desde que me incorporé a filas, que para los no iniciados significa que servidor realizó integramente y durante doce largos meses el extinto servicio militar, lo que entonces se llamaba popularmente "la mili".  Y no estuve precisamente en la playa, ni se trató de un periodo de mi vida perdido entre la inactividad y la holganza. Sin que yo pudiera evitarlo, el sorteo me envió a Irún, a la Guipúzcoa de los años duros de la ETA y los asesinatos diarios que tan bien describe Aramburu en su excelente novela "Patria", al País Vasco de la lucha, los atentados y el terror y también, por qué no decirlo, del silencio y del mirar para otro lado de los que no compartían los modos brutales y el salvajismo sin límites del mundo abertzale. Y, por si semejante castigo no fuera suficiente, tuve que engrosar las filas de la 1ª Compañía de Infantería del Batallón Colón, ubicado en el barrio de Ventas de la animada ciudad fronteriza. Eso significó que, a pesar de cursar 5º año de Económicas y disponer de ciertos conocimientos contables, o de llevar varios años conduciendo y presentarme voluntario para guiar vehículos militares, me pasé un año con la mochila a la espalda, el poncho intentando proteger mi aterido cuerpo de la incesante lluvia, la cara desfigurada con pinturas de camuflaje y las ampollas endureciendo mis pies, todo ello a la puta carrera, Jaizkíbel arriba, Zubeltzu abajo, soportando gritos, maldiciones, caídas y empujones pero siempre, siempre, con una compañía inseparable: la novia.

Jaizkibel. Parece bucólico.

Mi novia, como las de los demás compañeros, no era una chica cualquiera. Ni siquiera se trataba de una chica femenina. En realidad, todos teníamos la misma novia, y resulta que la novia era él. El fusil de asalto CETME. Pero no el último, no, ese que era la mar de liviano, hecho con materiales plásticos revolucionarios, que casi no pesaba y que resultó ser una mierda, no. Nuestra novia tenía las cachas de madera y estaba hecha de acero, por lo que su peso rondaba los cinco kilos y se hacía difícil de manejar, qué curioso. Todos la llamábamos cariñosamente "el chopo", sin duda debido a que la culata y el guardamanos estaban fabricados con madera. Pasó a la historia, como todo lo bueno, pero sigue siendo considerado uno de los mejores fusiles de asalto que se han fabricado en el mundo. 

 

El soldado y su novia

Dirán ustedes que menuda chorrada, que no tiene sentido considerar un arma de fuego como si se tratase de una persona. Bueno, no sé si lo tiene o no. El caso es que aquellos militares de entonces, el drástico capitán Neira o el temible teniente Muñoz, de nombre Blas, nada más llegar al cuartel y entregarte uno de esos fusiles numerados, te advertían solemnemente de la importancia del mismo y te contaban que, "como a la novia, al CETME hay que cuidarlo mucho, nunca se le presta a nadie y jamás se le abandona". Y más te valía seguir sus recomendaciones, porque las consecuencias de su incumplimiento solían ser nefastas. 

 

Supongo que en estos tiempos tenebrosos en los que la disciplina, la defensa, el ejército, las armas e incluso las novias son temas casi tabú, a algunos lectores todo esto les resultará desfasado y demencial. Reconozco que no disfruté haciendo la "mili". No me gustaba estar lejos de casa, acatar órdenes absurdas a mi entender, ni tampoco pasarme el día asaltando cotas y liquidando enemigos fantasma. Pero no diré que perdí el tiempo por completo. Aprendí algunas cosas valiosas para mi vida adulta, como por ejemplo la lealtad a tu grupo, llámese escuadra, pelotón, sección o simplemente compañero, el respeto a las personas que saben más que tú y que están por encima de ti aunque no te guste, el valor de un poco de agua cuando tienes sed o, simplemente, a hacer bien mi cama y a lustrar mis botas para dejarlas como un espejo, labores que jamás había realizado hasta llegar a Irún.

 

Y también aprendí que tu arma no se presta, ni se abandona jamás. Es tu responsabilidad y tal y como te la entregan debes devolverla un año después. En perfecto estado de revista. Por eso, lo ocurrido ayer en Manresa me entristece, me escandaliza y me avergüenza. En estos tiempos ridículos, en los que lo que le importa a los gobernantes es la "proporcionalidad" en vez de la justicia o el cumplimiento de las leyes, un militar tiene que atender antes a quedar bien ante las cámaras que a cumplir con su deber. Debe parecer más una monjita y poner la otra mejilla que un profesional dedicado a defender el orden constitucional. El Gobierno de nuestro país les obliga a quedarse mirando mientras sus armas y sus vehículos son tomados por las hordas sediciosas en plena vorágine hacia el marasmo y mientras, asisten a la humillación de ver cómo una bandera ilegal sustituye a la de España en el cuartel donde prestan sus servicios. Yo, y perdonen por la expresión, antes de aceptar semejante vergüenza, de mostrarme sumiso ante la turba golpista y claudicar ante el enemigo, les aseguro que le hubiera dado un buen uso a mi novia. Supongo que me entienden. Y si no, como decíamos siempre en la "mili", me la pela. Yo no tengo que sonreir como un pánfilo para quedar bien en las noticias. Yo soy cabo primero del Ejército de Tierra, aunque sea en la reserva. Que quede claro.            

martes, 12 de septiembre de 2017

Un país al revés

En la España de hoy nada de lo que pasa es normal, ni racional, ni siquiera mímimamente comprensible para el ciudadano medio, aquel que ha recibido un poquito de educación, ciertas nociones de urbanidad y respeto y algunas indicaciones acerca de cómo comportarse en la vida con dignidad, virtud hoy casi desaparecida no sólo en el ámbito político sino también en el tortuoso día a día de una sociedad podrida hasta los tuétanos, sin principios de ninguna clase, mucho menos éticos y morales. Después de soportar un verano esquivo, de días magañosos cuando no lluviosos y una ausencia dolorosa del astro rey, regresamos a nuestros cuarteles de invierno y retomamos la habitual situación de perplejidad permanente ante el grotesco desfile de personajes bufos y apestosos que envenenan nuestra convivencia.
 
La "democrática" manifaencerrona a los poderes del Estado

Romper fotos del Rey sale gratis. Peinarse, también
He dejado escrito en numerosas ocasiones que respeto mucho las posiciones personales defensoras de la soberanía de un territorio, no sólo de Cataluña. Yo  mismo propugno de manera ferviente la independencia de mi barrio llanisco del Cuetu que, como acertadamente recogen unas graciosas coplillas que se entonan en la fiesta del Morru, razones tiene de sobra para serlo. Pero lo que no tolero son los continuos envites barriobajeros y cobardes de los sediciosos catalanes interesados, ni el bochorno causado en la vergonzante manifestación post atentados que les ha marcado a fuego en sus repugnantes lomos la infame marca del supremacismo racista más kukluxklanero, ni tampoco esa celebración de la Diada manipulada y chusquera como forma de reivindicación máxima de aquello que sólo desea, según las propias encuestas cocinadas por los independentistas, un 40% de la población de aquella Comunidad Autónoma y eso en la época de máxima agitación y de provocado fervor en la que la exaltación del sentimiento nacionalista está reventando termómetros. No les importa ser una minoría, ni representar a lo peor de la sociedad catalana -léase los cerdos de la CUP-, ni mucho menos incumplir todas las leyes habidas y por haber. No hay pudor, ni recato, ni inteligencia. Vamos a saco y punto. Y para eso, todo vale.

Quiere una Cataluña libre y soberana, ergo...
Por ejemplo, son muy útiles las muletas para apoyarse y coger impulso. Los imbéciles supinos que en España abundan como las setas y sus declaraciones propias de tarados mentales son aprovechados por las hordas separatistas para añadir más carbón a sus calderas y llenarse de razones para incrementar sus alaridos. Llega por aquellas tierras el bobo de Pablo Iglesias y les suelta "¡Viva Catalunya lliure y sobirana!". Si no me he vuelto idiota yo también, entiendo que este sujeto infecto desea que Cataluña se independice, puesto que la quiere libre del yugo de España y con soberanía propia. Es decir, es un soberanista más, un independentista más, un supremacista más. Y mientras su repugnante marca en la región lanza supuestos mensajes moderados, este desgraciado atiza las llamas y anima aún más a los radicales con este mensaje inequívoco que significa lo que significa. Y en Madrid, otra mentecata sobresaliente, esa patética alcaldesa salida del mismo cubil, les ofrece a los que quieren romper nuestro país un lugar donde dar rienda suelta a sus delirios, un altavoz para sus perversiones, para su llamamiento a la desobediencia, para el odio y la difamación que incluye, en lugar preminente, a la capital del Estado y a todo lo que representa. Pero la payasa no se entera y los otros encantados. Chuparle la sangre a esta gente es coser y cantar, pensarán muy ufanos. Y con razón.
 
Una gran defensora de la libertad -de quemar banderas-

Valientes gudaris catalanes rostizando Europa
Porque lo que estamos apoyando, Carmena, es que la CUP queme banderas no sólo ya de España, que no te importa una mierda, lo sabemos, sino también de Francia y de Europa. Dejándoles un micrófono apoyas, tú que precisamente eres jueza y deberías estar preocupada por hacer cumplir la ley, saltarse sistemáticamente las normas que no les gusten a estos angelitos. Dando pábulo a sus ilusiones enfermizas te solidarizas con asesinos como Otegui, estrella absoluta en la Diada y estandarte de esta gentuza, esgrimido como garante del procès cuando no es más que un siniestro criminal que, por ejemplo, debería estar pidiendo perdón por lo que pasó en Hipercor hace 30 años. Pero no, ni pide perdón ni se arrepiente y tontos útiles tipo Iglesias y Carmena le tienen como adalid de no se sabe qué libertades. Hay que joderse.
 
¿Símbolo del independentismo? No. ¿Un asesino? Sí.

En verano hemos tenido otoño. En otoño culmina el desafío de esta caterva de racistas y aquí parece que se han ido todos de vacaciones de verano. Mientras se insulta y se vilipendia gratis total a mi país y a sus símbolos, el supuesto Gobierno no hace nada. Dicen que no quiere la confrontación. ¿Es que va a poner la otra mejilla? ¿Va a permitir que esta gentuza se ría del Estado de derecho, de las leyes y de la Constitución? No sé si han caído en la cuenta de que están ahí para garantizar la unidad del Estado, para proteger a los ciudadanos de expresiones fascistoides como la que nos ocupa y para impedir que cuatro tipos impongan sus ideas disparatadas a la mayoría. Pero como aquí todo está al revés, no me extrañaría nada que este dislate tenga recorrido y la anarquía triunfe en esa parte de España. Y en otras. Está en juego el futuro de nuestro país, como lo hemos entendido durante más de 500 años. Quizás no parezca algo importante para los merluzos que nos dirigen. Parece que para la mayoría, sí. Pero a día de hoy, siguen imponiéndose las minorías. No me digan que nuestro país no está al revés. Incluso tengo un buen amigo al que todo esto le encoge el estómago mientras que a mi me pasa justo al revés, que me hace arrojar su contenido. Eso sí, si puede ser, sobre todas estas infrapersonas de la ultratumba política. Al fin y al cabo, inmundicia y mierda son la misma cosa. 
   
No se entera. O sí.