miércoles, 24 de octubre de 2018

Pequeños detalles que arruinarán tu carrera futbolística

En el mundo del fútbol, como en la vida misma, no basta con hacer muy bien tu trabajo, es decir, con ser un gran jugador. Los detalles cuentan tanto que, en ocasiones, son decisivos en el éxito o el fracaso de alguien que sepa tratar bien a la pelota. Una buena alimentación, un adecuado descanso, una importante capacidad de sacrificio o, incluso, un sagaz representante, son básicos en la carrera de un futbolista de élite. Pero, además, existen otro tipo de pequeños detalles que pueden llevarle al recuerdo imperecedero en la mente de los aficionados de una forma no deseada. ¿A qué cuestiones me refiero?

"Tati" Valdés, a cabeza descubierta
Por ejemplo, en la década de los 70, hubo un buen jugador ya fallecido que hizo carrera en el Sporting de Gijón, donde pasó toda su vida deportiva alcanzando un status de pelotero de aceptable nivel. Fue Crisanto García Valdés, más conocido como "Tati" Valdés. En aquella época, lo de ser calvo no se llevaba bien en el fútbol de élite, no era como ahora que la mitad de los jugadores se rapa la cabeza al cero y la otra mitad se implanta el pelo que les falta y a jugar. Aunque Di Stéfano prácticamente lo era, aquello no gustaba demasiado. Valdés lo era, y además casi mondo y lirondo, le quedaba la tirilla por encima de las orejas y la nuca y pare usted de contar. Y un día, harto de su imagen, aconsejado por algún supuesto amigo, decidió poner fin de raíz a su alopecia galopante y salió a jugar con un moderno peluquín adhesivo que se suponía era el último grito en bisoñés adaptados a la práctica deportiva. Fue, para su desgracia, en un partido televisado -entonces sólo se emitía uno por jornada, qué casualidad- para toda España. Al poco de comenzar, confiando en la adherencia del postizo, saltó vigorosamente a disputar un balón de cabeza y, de repente, todos los espectadores pudieron ver cómo el peluquín salía volando hacia el embarrado terreno. Yo recuerdo que en mi casa fue la rechifla general, el pobre Valdés lo recogió del suelo y se lo puso de cualquier manera y, claro, a la siguiente jugada de nuevo el añadido tomó vida propia y besó otra vez el maltrecho césped de El  Molinón. Abochornado, Valdés recogió la peluca del suelo, pidió el cambio y enfiló a la carrera el túnel de vestuarios. Jamás volvió a utilizar el adminículo, pero su trayectoria deportiva quedó marcada por este incidente.

Sólo con verle se barruntaba el desastre
Algo que es fundamental en el fútbol si se quiere triunfar, además de asumir las carencias físicas de cada uno, es contar con un nombre artístico adecuado. No puede ser pasearse por las canchas de España con un apodo ridículo, un nombre que se preste a chanzas o un apellido con rimas peligrosas. A principios de este siglo, en la temporada 2006-07, se disputó un partido de infausto recuerdo para el hincha colchonero. Primero por el resultado, un vergonzante 0-6 frente al Barcelona en el Calderón y segundo porque fue el día que Fernando Torres tomó la decisión de abandonar el club, por entonces un alma en pena que vagaba por mitad de la tabla sin memoria, sin decoro y sin ambición. Aquel día servidor estaba en el campo y, si ya desde antes de empezar barruntaba el desastre, cuando vio que la portería local iba a defenderla un tipo apodado "Pichu" tomó conciencia de que aquello iba a ser un cataclismo, como luego sucedió. Ese tipo se hacía llamar antes de los hechos Cuéllar y, nada más acabar la temporada y salir cedido al Eibar volvió a poner para siempre en su camiseta Cuéllar. A nadie se le puede ocurrir que Pichu vaya a funcionar mejor que Cuéllar. Es de sentido común. 

El mayor provocador...de carcajadas en el Calderón
Hay muchísmos ejemplos de elecciones desacertadas a la hora de denominarse en el mundo del fútbol. Evidentemente, un tipo apellidado Palomino no destacó en el Hércules, como tampoco fueron muy lejos Gay, Webó o el madridista Secretario. Incluso Kaká fracasó en España tras ser balón de oro en el Milán, como sin duda lo hubiera hecho el también brasileño Elano o lo hizo el rumano Marica en su paso por el Getafe, por mucho que nos repitieran que había que acentuar la última "a" para disimular. No se puede, así es imposible. Saltar al campo y desatar la mofa en la grada en nuestro país es todo uno. Incluso nombres que no son directamente ridículos, como un tal Keirrison (qué risión) fichado por el Barcelona y que jamás llegó a debutar por motivos evidentes o el uruguayo del Atlético Pilipauskas, al que los aficionados llamaban jocosamente Felicespascuas mientras se partían de risa no sólo a causa del nombre... 

Álvaro López en su faceta ratonil
Lo que no se entiende es que, hoy en día, con los enormes departamentos de marketing y comunicación que tienen todos los clubes, con los inacabables recursos de los que disponen los jugadores, con asesores de imagen, asesores fiscales, abogados, agentes comerciales y representantes de todo tipo pululando en torno al futbolista, sigan dándose casos en los que el nombre va a ser, sin la menor duda, la principal causa del fracaso de más de un prometedor pelotero. Es el caso del guardameta zaragocista Ratón. A ver, ¿a quién se le ha ocurrido tamaño despropósito? Pero si es que además es su segundo apellido, si el tipo es Álvaro López, ¿a qué viene fastidiarle de esta manera? Evidentemente, el chico empezó jugando algo, pero el club enseguida se trajo al argentino Cristian Álvarez, que se hace llamar justo así, y Ratón ya no juega. Cómo será el gafe que incluso le han detenido y acusado de presunto abuso sexual. Desde aquí se lo digo ya: llamándose así, que se vaya olvidando de vivir de esto.

No parece hacer honor a su desafortunado apellido
Peor es el caso de dos jóvenes muchachos venidos del extranjero y que no dominan el idioma y mucho menos el cachondeo monumental que seguro provocan sus apellidos en los campos de segunda B por donde pasan. Tiene delito que el Málaga, club señero con un tamaño suficiente para tener estas cosas controladas, traiga de Costa de Marfil a un chaval para jugar en el juvenil, le suba luego al filial Atlético Malagueño y permita que se pasee por ahí luciendo su apellido: Karamoko. El chico está sentenciado. Así no llegará a nada, se pasará los partidos escuchando atrocidades, burlas y todo tipo de chanzas de espectadores y rivales y perderá constantemente la concentración. Y la culpa será de los que le rodean, que permiten su linchamiento impunemente. Y qué decir del otro caso. Hombre, el club es el Don Benito extremeño, recién ascendido y con muchos menos recursos. Pero algún alma piadosa podía haberle dicho al chico que han traido de Sierra Leona, que pasearse por nuestro país haciéndose llamar Mamau podría acarrearle funestas consecuencias. Y no digo nada como se le ocurra algún día venirse para Asturias. Aquí estar mamau es llevar una cogorza del quince, ser un cierrabares o ir hasta arriba de sidra. No sé si habrán escuchado el famoso audio de Diego Gallu. Pues eso es aquí estar mamau hasta las cejas. No puedes dejar, si es que te queda un gramo de caridad cristiana, que alguien escoja como nombre artístico Mamau, porque el pobre está más que "sentenciau", ya que estamos n'asturianu.

Pues no se nota que vaya tan mal...

En fin, lo dicho. Un futbolista que triunfa no lo hace sólo por sus virtudes. Tienen que acompañarle los detalles. Y eso que ahora da igual que lleven un peinado de gusto atroz o que se tatúen hasta la rabadilla. Pero al menos han de parecer modernos, actuales, frescos y jóvenes y no causar la hilaridad por un aspecto demodé o un nombre ridículo. Y ya puestos, además de rogar a sus asesores que tengan muy en cuenta estos consejos, no estaría de más que les recordaran aquella máxima que dice: "más vale permanecer callado y parecer idiota que abrir la boca y despejar todas las dudas". Tomen nota los que saben. O se supone que saben, que nunca se sabe.        

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