viernes, 11 de noviembre de 2016

El mundo se acaba (again)

Una vez más, los agoreros de diverso pelaje que cada día nos machacan desde la pequeña pantalla o desde el resto de medios de comunicación, esos que lo dominan todo y de cualquier cosa opinan como si supieran muchísimo, están pronosticando de nuevo el acabose, como lo hicieron cuando el Brexit o en las sucesivas elecciones en nuestro país. Dicen que se avecina un cataclismo en los Estados Unidos de América y poco menos que van a desaparecer de la faz de la Tierra por una curiosa e inexplicable circunstancia sucedida el pasado martes: que el magnate Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales. Ese va a ser, ésta vez sí, el detonante para que no sólo en su país, sino también en el resto del mundo, nos veamos abocados a las siete plagas de Egipto, al más terrible futuro que se pueda imaginar para nuestra especie, a la extinción de la humanidad al completo por causa de tan inesperada tragedia.


Ya les digo yo que no, que no se preocupen lo más mínimo. El tío éste que ha ganado las elecciones en los Estados Unidos es un bocazas, un tipo que se ha dedicado toda su vida a fanfarronear, a ir de perdonavidas, a jugar un papel de macho dominante no sólo con las mujeres sino también con todos sus rivales en los negocios y en la política, un elemento que es como el abusón del pueblo que tiene acojonados a todos pero que, si lo sacas de su entorno, se convierte en menos que inofensivo. Nadie en su sano juicio se cree que Trump acabe construyendo un muro en la frontera con México. ¿Es que alguien piensa que va a instaurar un régimen de autarquía absoluta en un país como el suyo? ¿Que va a meterse en más guerras que sus antecesores? Dicen que es contrario a las nuevas tecnologías y a las energías limpias y que durante su mandato los daños al planeta van a ser tremendos. ¿No lo son ya? ¿No es Estados Unidos uno de los países que más contamina, si no el que más? Vale, parece que las empresas que suministran aerogeneradores han caído algo en la Bolsa, así como las tecnológicas. Ya subirán. 

Imagino que, de puertas para afuera, de poco nos vamos a enterar sobre las decisiones que Trump vaya tomando en lo que a su país respecta. Nada nuevo bajo el sol. ¿O es que alguien sabe lo que Obama ha legislado a lo largo de ocho años en sanidad, educación o cultura? Me parece que muy pocos. Lo cierto es que, por muy detestables que sean sus comentarios racistas, xenófobos y machistas, en el tema económico algo debe saber quien ha sido capaz de mantener una fortuna considerable heredada del padre y llegar a ser nada menos que presidente de los Estados Unidos. Además, entre sus colaboradores sí hay gente con mucha formación política, como por ejemplo el exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, del que por cierto pueden indagar qué opinión tienen sus conciudadanos y de su gestión en la ciudad de los rascacielos a lo largo de siete años.


A mí la verdad es que este hombre me recuerda un poco al infausto -para mi querido Atlético de Madrid- Jesús Gil. Más bruto que un arado, con aires caponescos, demagogo hasta las entrañas, sin escrúpulos para hurtar todo un club histórico a sus socios y encima salir impune. Pero pregunten en Marbella, a pesar de todos los desmanes cometidos, qué opinión tienen los votantes de su trabajo por la ciudad durante once años en los que acumuló victoria tras victoria en las urnas y, sobre todo, qué piensan de él una vez comprobado el talante de los que vinieron detrás. He de reconocer que como persona, lo despreciaba. Pero algo debía hacer bien cuando logró ciertos hitos en política y mucha popularidad entre sus vecinos. Y tanto Gil como Trump tienen una gigantesca ventaja sobre otros, y es que se sabe a ciencia cierta que, como ya son multimillonarios, no les mueve el afán por trincar, o al menos no es su única aspiración, que tiene más que ver con la satisfacción de las ansias de poder, que en el caso del americano van a quedar más que saciadas. Además, si les digo la verdad, tras escuchar a Pablo Iglesias insultarle directamente, me gustaría que lo hiciera de maravilla. Tener a esta gente en contra tiene que insuflarle a uno una energía incontenible. Es mejor que contar con ellos. Que le pregunten a Hillary. 


Pero aunque parezca que no, sí que me preocupan algunos aspectos de la victoria de este señor. Por ejemplo, me asusta su aspecto anaranjado. No es natural, no parece propio de un humano ni adecuado para dirigir ese país. Tampoco comprendo cómo se sustenta en un equilibrio imposible el frondoso tupé que luce orgulloso, ni comparto el color del tinte elegido. Entre lo rubio de los cabellos, el naranja del rostro y la corbata roja sobre panza lustrosa me tiene sin vivir en mí. Insisto, el miedo que me da es que en realidad se haya escapado del área 51 y tomado ese inquietante aspecto o que sea uno de esos criogenizados, como Walt Disney, que hayan descubierto la manera de revivirlos y ésta sea la pinta que tienen al despertar. No sé.   



Así que menudo añito que llevamos. Se acabó el mundo con el Brexit y ahora se vuelve a acabar con Trump. Menos mal que ya no vamos a tener -al menos en 2016- más elecciones en España. Eso sí que daría miedo. Por que si resulta que las gana Podemos, entonces sí que ya no estoy seguro de lo dicho. Entonces sí que puede ser que el mundo se acabe de verdad. Con esos todo es posible.           

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