Les confieso que esta vez he tenido muchas dudas a la hora de ponerle un título al artículo que comienza. Los acontecimientos, bochornosos y surrealistas, ocurridos ayer en Barcelona delante de toda la prensa mundial dan para escribir varios libros que, sin duda, se irán desgranando a lo largo del tiempo según éste vaya transcurriendo y las cosas vayan cayendo por su propio peso. Pero el vodevil, la inmensa variedad y tonelaje de las barrabasadas pergeñadas por el separatismo catalán entre los muros de su Parlament pueden invitar a poner el foco en numerosos detalles y, por tanto, a afrontar la tarea desde varios puntos de vista. He estado a punto de titular "Duelo de cobardes", pues a la marcha atrás de Puigdemont, al sí pero es que verás, al no sé si voy o vengo al más puro estilo gallego de ayer, ha sucedido el haga usté el favor de aclararse, dígamelo en román paladino o mejor, espétemelo en la cara si no le importa del inquilino de la Moncloa de hoy por la mañana. Permanezco vivamente expectante ante la intervención del presidente esta tarde en el Congreso, por si añade alguna pista acerca de qué coño es lo que no ha entendido, qué es lo que no le ha quedado claro de las palabras "declaración de independencia de la República Catalana" que figuran en el texto -sin membrete- pergeñado aprisa y corriendo anoche por los golpistas.
Porque esa es la razón del título escogido al final. Y es que resulta que el manifiesto de los 72 sediciosos, un texto infame, profundamente mentiroso y absolutamente claro acerca de las intenciones desgarradoras del territorio del Estado que tienen sus señorías catalanas, ese bodrio escrito para salvar la cara del independentismo ante la amenaza de los anarquistas de la CUP, no lleva membrete y claro, no vale. Es papel mojado, no hay que tenerlo en cuenta como declaración efectiva, es más bien virtual, retardada, diferida, a plazos, qué se yo los calificativos que ha recibido por los tertulianos melifluos y comprensivos con los rebeldes porque el papel no lleva membrete. No es oficial. Y digo yo, ingenuo espectador, oiga, pero al Estado y al Gobierno ¿qué cojones le importa dónde se haya escrito, si las intenciones golpistas se leen y se entienden perfectamente, si han quedado claras de manera diáfana? Si ni siquiera están camufladas entre líneas, si más explícitas no pueden ser, si hablan de independencia, de república, de proceso constituyente, me pregunto qué más se necesita para tener clara la, por otra parte, más que pública hoja de ruta del secesionismo catalán. Pues hace falta el puñetero membrete. Como el papel no lo lleva, eso le quita oficialidad. Claro, las intenciones expresadas, los pasos a seguir en el proceso separatista no cuentan. Lo que cuenta es el membrete. Ese es, actualmente, el nivel de la crítica y el análisis políticos en España, tanto profesionales como amateurs. Viva el membrete. El membrete entronizado a la altura de las palabras y de las ideas. Sin membrete, qué sería de la Constitución Española, de la Francesa o de la de los Estados Unidos. Por cierto, ¿alguien ha comprobado que lo lleven? Lo digo porque sino, que sepan que no valen. ¡Qué país!
Así es que lo de Puigdemont no fue una declaración de independencia. Entonces, cuando a los 45 segundos la suspendió, ¿qué fue lo que suspendió? ¿Las matemáticas? Y después, sin luz ni taquígrafos, las dos páginas que se firmaron por los 72 golpistas, ¿qué decían? ¿Alguien se las ha leído? Ya se sabe que la vicepresidenta no, porque cuando le preguntaron anoche ni sabía lo que en ellas se contenía pero, ¿qué pasa con el presidente? ¿Y con sus arriolas? ¿Es que no tiene un solo consejero o asesor que sepa leer? El que firma sabe pocas cosas, pero se le da bien interpretar textos. El parido ayer tarde es sencillísimo de leer, al menos su traducción al castellano. Ya ni siquiera me voy a poner a analizar si está bien o mal reaccionar como lo ha hecho hoy Mariano Rajoy. De su proverbial prudencia rayana en la pasividad no cabía esperar mucho más que hacerle a Puigdemont una ridícula pregunta que éste contestará, sin duda, con otra evasiva y el partido de tenis igual se nos va a cinco sets, no sé. Ni requerimiento ni leches. Una triste y vacua pregunta para la que ya se tiene respuesta. De lo que sí estoy seguro es que para el viaje que viene no hacían falta alforjas, sino valentía y coraje. Y de eso, por desgracia, parece que queda muy poco en quienes nos desgobiernan.
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