miércoles, 27 de abril de 2016

La caída de un felón

Nos cuenta el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que felón, que es quien comete felonía, traición, deslealtad o cualquier otra acción que pueda considerarse fea, puede que emane del término francés felon, que significa cruel o malvado. Exactamente las dos palabras que mejor definen, a la vista de su lamentable trayectoria política del último semestre, al incompetente Snchz, seguidor acérrimo del mayor inútil que la política española ha conocido en los últimos cuarenta años, el incapaz ZP al que, visto lo visto, se ha empeñado en hacer bueno al frente del caótico socialismo que campa alegremente por Ferraz.

El actual secretario general del PSOE llegó al ruedo político mostrando una cara amable, cercana, simpática y joven, aportando sonrisas y palabras aterciopeladas, sin torcer el gesto ni la mirada ante preguntas difíciles y proyectando una imagen de cambio en la trasnochada trayectoria del partido tras el tétrico mandato de Rubalcaba. Hasta yo me lo creí. Además, aportaba mesura y buen juicio en alguna entrevista televisada que seguí y llegué a manifestar mi esperanza en que el necesario partido de la rosa remontara el vuelo y contribuyera a la regeneración política de nuestro país. Pero fue conocerse la fecha de la convocatoria a las urnas en diciembre y enloquecer por completo. Aconsejado por la siempre dañina maquinaria de propaganda de su formación, empezó a enseñar colmillo, a torcer el gesto y entornar la mirada y su discurso se transformó en un virulento ataque constante al pobre Rajoy, al que llegó a llamar indecente ante la mirada de millones de espectadores. A partir de ese momento, entró en una espiral inexplicable de exabruptos, amenazas y bravuconadas que ha culminado en su negativa cerril y miserable a negociar nada con el Partido Popular, ni siquiera a contemplar un posible entendimiento entre las tres fuerzas democráticas que rechazan el separatismo infame tan de moda y al que dan cobertura las distintas marcas de Podemos.

Al tiempo que este individuo nos iba ofreciendo su cara cruel y malvada, intentaba desesperadamente ser presidente del Gobierno, aunque eso significara ceder en asuntos intocables como la soberanía nacional, el incumplimiento del déficit, el pago de la deuda o el desmantelamiento del mercado laboral y de las reglas del juego de los agentes financieros y económicos. Lo mismo le daba arrastrarse hasta la náusea y cortejar al diablo mismo que propiciar coaliciones con la izquierda populista o con los separatistas vascos, catalanes y gallegos. Todo le ha parecido lícito con tal de gobernar, hasta el punto de que ahora, decepcionado como una damisela rechazada, no se le ocurre otra gilipollez que decir que "Pablo Iglesias no representa a Podemos"????? No, hombre, qué va, representa al PP, si es que en el fondo es un conservador. Su frustración al dejar de ser protagonista de la escena del sofá es de tal calibre que ahora insulta a su partenaire y trata de arreglar el desaguisado con el rival con el que jamás consintió sentarse a hablar. Ahora resulta que se equivocó, que Rajoy no era ni es indecente. Ahora, cuando se ve como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando, seis meses después y con la boca pequeña, muere el pez. Acabáramos.  

La verdad es que esta pataleta tampoco me extraña, dado que está a pocas horas de ser historia. Bueno, en realidad no creo que pase de un renglón en la de España, quizás de un párrafo en la del PSOE. Pero nadie le va a salvar de la desaparición del escenario político en breve tiempo. Y lo peor para su enorme ego no es eso, sino que, muy probablemente, nadie le echará en falta. Ahora pues toca llorar lo que no se supo gestionar y a nadie vale culpar, pues lo que sucederá es, ni más ni menos, consecuencia de sus actos desleales. Y Rajoy sentado a la puerta de su casa, viendo pasar el duelo, quizás incluso esboce una leve sonrisa. No seré yo quien se lo reproche. 
       

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