miércoles, 4 de mayo de 2016

No perdamos la perspectiva

Hace sólo quince años, tres lustros de nada, el Atlético de Madrid vagaba por el infierno de Segunda División abrasado por unos rivales correosos con los que no podía y formado por unos jugadores aplastados por una responsabilidad que nunca supieron digerir. De hecho, a la vista de la ineptitud e ineficacia de la plantilla, a falta de pocos partidos para el final de aquella temporada hizo su debut un niño rubio y con pecas que, actualmente, es una leyenda viva que pasea su magisterio por los campos del mundo con la misma humildad, tras haberlo ganado todo, con la que una calurosa tarde manchega de junio celebraba su primer tanto de más de un centenar con la camiseta rojiblanca. En la fecha en que este año disputará la final de la Champions League, en 2001 el Atlético vencía al Leganés pasando las de Caín con gol de un tal José Juan Luque, ante la mala tarde de la por entonces gran "estrella" del equipo, el delantero centro Salva Ballesta. Así que conviene pues no perder de vista estos sucesos.

Aquella infausta temporada no se ascendió y aunque a la siguiente intentona sí fue posible alcanzar el objetivo, transcurrieron lánguidas y aburridas nada menos que otras siete campañas en las que el equipo era todo menos eso, los jugadores no tenían la menor idea de lo que el club representaba para decenas de miles de aficionados y la dirección se dedicaba a tirar el dinero en disparatados fichajes que, a la que saltaban al campo, se acostumbraban a escuchar los gritos de culto de la afición por entonces: "jugadores mercenarios" y "esa camiseta, no la merecéis". Se rieron de nosotros golfantes no exentos de calidad como Ibagaza, Emerson, Jorge Larena, Javi Moreno, Luccin, Petrov o Gronkjaer, vistieron nuestra elástica jugadores no aptos ni para segunda B, como Richard Núñez, Musampa o Pilipauskas, incluso durante las tétricas presentaciones de aquellos saldos de agosto alguno hasta se cayó de culo mientras intentaba ligar un par de toques al balón, como el horrible "Pato" Sosa. Otros jugadores válidos y esforzados se cansaron de remar en solitario y abandonaron el club hastiados de tanta indolencia y tanta falta de actitud, como ocurrió con nuestro buque insignia Fernando Torres, que al final de la temporada 2006-2007 dijo basta y optó por iniciar una exitosa carrera internacional en el Liverpool.

Por fin, en la temporada 2009-2010 el club regresó a posiciones punteras en el continente y llegó a ganar Europa League y Supercopa de Europa bajo el mando de Quique, sobrino de Lola Flores y madridista acérrimo, válgame el Señor. Sin embargo, esa campaña y la siguiente el equipo siguió dando tumbos en la liga española, lo mismo que iba haciendo en la 2011-2012 con el ínclito Manzano al frente -es un decir-. Hasta que el 23 de diciembre de 2011 todo cambia. Se decide contratar al símbolo del Doblete de 1996, Diego Pablo Simeone, y su presencia se convierte en decisiva para que todos los estamentos del club, desde una directiva pastueña y apalancada hasta una afición desesperada y apesadumbrada, pasando por una plantilla que no estaba dando ni el 10% de su potencial, todos tomen conciencia de lo que somos, de la importancia histórica del Aleti y, poco a poco, paso a paso, partido a partido, como dice el "Cholo", el equipo remonta, lucha, se hace respetar, gana y se va convirtiendo en alternativa al poder que ejercen las dos superpotencias propiciadas por el sistema.


Con Simeone se vuelven a ganar Europa League y Supercopa europea, al año siguiente la Copa del Rey tras 17 años de abstinencia y en 2014, de manera absolutamente increíble, la Liga española después de 18 temporadas, con el espectacular aditivo de alcanzar, después de 40 años, la final de lo que ahora se llama Champions League, la Copa de Europa de toda la vida. Lo que ocurrió en Lisboa, una desgracia de triste recuerdo, acaba de superarse hace unas horas al haber conseguido el equipo certificar su presencia en la final de este año en Milán, donde la historia tiene una cita con nosotros para concedernos un lugar entre los más grandes clubes de fútbol del Universo.

En la actualidad, de todo lo relacionado con el Aleti, muchas cosas me sorprenden. A los que hemos vivido la travesía del desierto, los años de pan y agua, palos de ciego y pancartas humillantes en el campo del vecino prepotente, nos llena de orgullo y satisfacción, como al Rey emérito, escuchar de los equipos más adinerados de Europa cuando se acerca un sorteo que no quieren vernos ni en pintura porque, asómbrense, ¡nos temen! También me quedo con la boca abierta cuando escucho en el Calderón cómo ruge la afición, los espectaculares mosaicos que confecciona y que uno de sus cánticos preferidos sea nada menos que ¡orgullosos de nuestros jugadores! Y es gratificante comprobar en la prensa y en la vida cotidiana cómo la filosofía de nuestro entrenador, los mantras que ha editado sin copyright, son repetidos por toda la sociedad. El "partido a partido", el "nunca dejes de creer" o "las guerras no las gana quien más soldados tiene, sino aquel que los utiliza mejor" han calado tanto entre nosotros que resulta que ya forman parte de libros de autoayuda y del repertorio de los gurús de la economía mundial.

Por eso, cuando observamos esta auténtica vorágine generada en torno a nuestro Aleti, no conviene perder la perspectiva. Es preciso recordar de dónde venimos, las penurias que no hace tanto pasamos y las atrocidades dictadas desde las altas esferas que a punto estuvieron de hacer desaparecer nuestra ilusión. Los jugadores y el entrenador han comprendido eso perfectamente y jamás se escucha una declaración sobrada o prepotente, nunca se falta al respeto a ningún rival y de ninguna manera se mira más allá del siguiente partido. Aquí ni siquiera se celebran goles tan importantes como el de Griezmann haciendo el payaso. La seriedad y el compromiso son las nuevas señas de identidad de todo el grupo y no se apartan de ellas ni un milímetro. La dirección del club, a pesar de algún chascarrillo casposo del inevitable Cerezo, tampoco ha sacado los pies del tiesto de la humildad y sigue los acontecimientos con una tranquilidad inusitada. Y nosotros, los aficionados, a pesar de tener el pecho más henchido de orgullo que nunca y de saber con certeza que ahora sí estamos en el club donde nos gusta estar, intentamos seguir fielmente a nuestro líder sin variar su discurso ni una coma, por lo que pueda pasar. Incluso si lo que pasa, Dios lo quiera, es que por fin ganemos la Copa de Europa. Pero eso, en cualquier caso, será partido a partido.           

2 comentarios:

  1. Paso a paso, partido a partido, y con mucha humildad nunca hemos dejado de creer!! ilusión y un sentimiento profundamente rojiblanco que desde niña me inunda me tiene en una nube de saber que si se trabaja y se cree se puede!! Grandioso este club,lo que me ha hecho sentir siempre y esta afición tan tremenda que intentamos darlo todo desde el fondo sur partido a partido...
    La historia nos debe como mínimo una!! Espero que sea esta!! Me encantó el blog!! Nos vemos en Milán!! Un abrazo!!

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