A diferencia de la novela de Lapierre&Collins sobre la liberación de París o la película de René Clément subsiguiente, el título de este artículo no es necesario que se incluya entre interrogantes. Aquí, una vez transcurrido un año de ¿Gobierno? en los Ayuntamientos liderados por Podemos o sus afines, ya está claro que, de continuar este estado de cosas por más tiempo, van a arder todas las ciudades que tienen la desgracia de deambular bajo el manto morado y, en algunos casos, puede que hasta los cimientos.
En el libro y película antes mencionados se atribuye la salvación de París al gobernador alemán Von Choltitz, general al que Hitler había encargado incendiar la ciudad de la Luz al confirmarse la derrota de los germanos en la Segunda Guerra Mundial y que se negó a cumplir semejante orden, motivo por el que incluso hoy en día los parisinos siguen estándole agradecidos. Tanto que, si uno se sube en un autobús turístico que recorra la capital francesa, escuchará por los auriculares cómo incluso le proporcionan algunas alabanzas al rebelde militar teutón. Por el contrario, si esto sigue como hasta la pasada noche, dentro de unos años los autocares que recorran la Ciudad Condal seguramente recordarán a Ada Colau como la mayor pirómana que en tan bonita urbe haya existido y como responsable máxima de haber consentido la destrucción no sólo de partes de la ciudad tan importantes como el paseo de Gracia, sino también de todo atisbo de orden, respeto, obediencia y "seny", virtudes hasta la llegada de la reina de los okupas muy estimadas por los catalanes de bien, que todavía alguno queda por ahí.
Tres noches llevan los macarras de turno, alentados por la chusma de la CUP y consentidos por los podemitas, quemando contenedores, rompiendo lunas de negocios regentados por sufridos autónomos, destrozando mobiliario público y agrediendo a policías de todo tipo, lo mismo a la Guardia Urbana que a los llamados Mozos de Escuadra, da igual, como repartir estopa sale gratis, ya van once heridos entre las filas de los cuerpos de Seguridad mientras que el cupo de detenidos asciende a la enorme cantidad de uno y pidiéndole disculpas, por supuesto. Y ante semejante revolución, Colau pidiendo comprensión y diciéndole a los vecinos que se pongan a templar gaitas ellos con los salvajes, que ella está muy ocupada negociando con el PSOE que, manda huevos, ahora les va a echar una mano en la destrucción de Barcelona. Vamos que, si Dalí llega a estar vivo, se estaría frotando las manos ante este cuadro cumbre del surrealismo de todos los tiempos.
Tampoco es que coja de sorpresa todo lo que sucede allí porque en el sur, en el reino de Taifas de Kichi, en Cádiz, ya se han caído del guindo y se esperan cualquier cosa. Como que su zarrapastroso alcalde se enfrente a su propia policía local cuando a un amigo vociferante con el que asistía a un partido de fútbol osaron expulsarle del estadio -cómo será el angelito- y al desaliñado regidor no se le ocurra otra cosa que esgrimir airadamente su cargo y su poder para lograr que readmitan al energúmeno.
Y en la capital del Reino, en Madrid, ya conocen ustedes las correrías de la concejala de Cultura Meyer, quitando y poniendo lápidas y placas que recuerdan a mártires o destituyendo al director del Teatro Español seguramente por eso, por español, los chistes de un Zapata poco amigo del sionismo o la profecía de Rita Maestre, auténtica primicia por adelantado de lo que iba a ocurrir meses después cuando, tetas al aire y en plena profanación de templos cristianos, gritó aquello de "arderéis como en el 36". Contra lo que se pudo pensar entonces, no se refería a los curas, no. Se refería a todos nosotros. A España. A este país abandonado a su suerte donde los que tendrían que ejercer de bomberos se dedican a atizar las llamas, los delincuentes son los dirigentes y el pueblo asiste atónito a un espectáculo en el que es más rentable vestirse de malo que cumplir con las leyes vigentes. Pues nada señores, ustedes los votaron, así que ahora toca apechugar y aguantarse. Y al masoquista, ya sabe, en un mes pueden conseguir que el título de este artículo deje de ser una entelequia y se convierta en una lamentable y odiosa realidad.