Se descojona uno leyendo los periódicos, esa es la verdad. No me refiero a El Jueves, ni siquiera al Marca, que también, sino cuando coges El País o el ABC y observas, ya no tan asombrado, ciertamente, cómo los redactores recogen declaraciones de personas con altas responsabilidades políticas y las adornan de tal manera que las convierten en ridículas sentencias ayunas de sentido común e incluso sintácticamente disparatadas. Lo hacen de buena fe, porque lo que sale por las bocas de esos personajes suele ser una mezcla abominable de bilis y bobadas varias que, balbuceada por la clase dirigente actual, es poco apta para el consumo del humano medio y hay que aliñarla con cuarto y mitad de sal y pimienta y también un puñado de azúcar para que no se indigeste. El problema es que, en ocasiones, quien intenta edulcorar la funesta realidad es un sectario sin escrúpulos y, a veces, es peor el remedio que la enfermedad.
May, esa lumbrera |
Lo que llevo deglutido desde que un tarado, uno más, arrolló a un grupo de musulmanes en Londres el otro día cumple con precisión suiza lo esbozado en el párrafo anterior. Si ya resulta propio de un deficiente mental decir que fue obra de un "terrorista", que es lo que afirmó May sin ruborizarse, el disparate se eleva al cubo cuando la propia primera ministra dice que tiene carácter "islamófobo". Alrededor, danzan excitados los guardianes de la ética y la decencia y pontifican acerca de la verdad de estas afirmaciones y las elevan a los altares de la certeza así, sin anestesia ni nada, quedándose tan anchos. Ni un análisis, ni una recapitulación de lo que está pasando, ni un esfuerzo deductivo. Para qué. Que lo haga otro. Pues para eso estamos.
Un miembro de la eficacísima policía británica |
En efecto, lo que ha ocurrido en Londres no es un ataque terrorista en absoluto, y mucho menos tiene carácter islamófobo. Si nos molestamos en poner todo este embrollo en perspectiva, veremos que la población inglesa lleva tiempo viendo caer a decenas de sus ciudadanos bajo el grito de "Alá es grande". Los exaltados musulmanes han estado minando la población británica -y de extranjeros, no lo olvidemos- sistemáticamente estos últimos tiempos ante la pasividad escandalosa de la policía y, por supuesto, de las administraciones públicas, que consintieron que gente fichada y refichada, con recientes estancias en Siria y alrededores para entrenarse en el noble arte de asesinar inocentes, regresara impunemente a tierras inglesas para asolar Manchester y Londres con una facilidad pasmosa. ¿Se creen que el dolor es gratis? ¿Que tanta ignominia iba a quedar sin respuesta? La violencia siempre engendra violencia. Y a los actos de unos descerebrados ha respondido otro haciendo exactamente lo mismo. Ojo por ojo. Furgoneta por furgoneta. Muertos por muertos. Ante la constatación de que nadie nos defiende, de que estamos a merced de Isis, o Daesh, o como coño se llame, un tipo bastante perturbado ha cogido lo que tenía a mano y, tan fácil y tan sencillo como lo que ellos hacen, se ha lanzado con un vehículo contra la multitud, en este caso musulmana, a ver a cuántos se cargaba. Y punto. Es una respuesta hasta cierto punto lógica. ¿Terrorista? En absoluto. Se trata, simplemente, de la antiquísima Ley del Talión.
Un pacifista ejemplar |
Tampoco creo que el homicida tenga siquiera conciencia antimusulmana, ni que odie al Islam, ni que se lo haya planteado. Lo dije hace poco, existe un principio físico inalterable que es el de acción-reacción que no se estaba cumpliendo. Ahí lo tienen. Nos están diezmando, nos defendemos. Nos matan, matamos. Más viejo que la propia humanidad, si es que ésta ha existido alguna vez. Llegar ante una alcachofa mediática y tachar al tipo que ha hecho esto de islamófobo es propio de una mente simple, infantil y ñoña. Estoy seguro de que los judíos no eran germanófobos. Pero llegó un momento en que dejaron de pedir perdón por ponerse delante del verdugo. El monstruo de Israel no lo crearon ellos, sino el odio nazi. Pero esa, es otra historia.
La de ahora, la que esta putrefacta generación está construyendo -es un decir- es un cúmulo de medias verdades, patochadas y pasos atrás ante el terror que uno no deja de avergonzarse de pertenecer a ella y ser responsable en parte de legar un mundo semiderruido a nuestros hijos. Dice un "responsable policial" que "se ha constatado un incremento de la ultraderecha". No jodas, lumbrera. ¿Qué esperábais? Y es que el hombre, desesperado, solo y abandonado, antes de ser exterminado, ha decidido morder al perro. Y la prensa se hace cruces. Y el populismo de variado pelaje, se rasga las vestiduras. Y la dirigencia blandengue y cobarde culpa al empedrado. Y mientras tanto, ante tanta indolencia y tanta ruindad los delincuentes hacen su agosto. Dice el excéntrico Boris Johnson que "el odio no nos dividirá". Veremos qué pasa si el perro tenía la rabia. Entonces, la cosa no habría quien la parase.
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