martes, 21 de junio de 2016

Desperdicios

Vengo escribiendo para hastío de todos los que me leen, incluido yo mismo, que España está deviniendo, poco a poco, en una especie de amalgama extraña de gentes sin preparación de ninguna clase que, contra todo pronóstico, no sólo se están haciendo con los mandos del cotarro sino que amenazan con echarnos a los demás a base de atropellos, injusticias o directamente a patadas, como unos cuantos desgraciados intentaron hacer con dos chicas que -fíjense el delito- informaban a los transeúntes de los lugares, escasos, donde se puede ver a la selección española por televisión en Barcelona, ciudad secuestrada y cercada por la chusma antisistema.

Hace unos días los Mozos de Escuadra sin Cartabón tuvieron a bien detener a un par de elementos participantes en la agresión porque, en la era de la tecnología, no hay hecho que no quede grabado o fotografiado por alguien y estos dos energúmenos salían de manera inapelable en las imágenes y quedaban retratados como violentos machistas, aunque nadie desde las filas progres ha destacado el hecho como condenable, qué cosa más rara. Los demás implicados, parece que otras tres acémilas, de momento se van librando, aunque nos dicen que el cerco se estrecha.

Pero lo más cojonudo del hecho es que se ha descubierto la pertenencia de los dos angelitos a un grupo ultra del San Andrés, club de fútbol de tercera división, denominado a sí mismo Desperdicis -los ultras, no el club-. Como lo leen. Estas bestias pardas se llaman desperdicios, despojos, residuos, lo peor de las cloacas, mierda pura, vamos. No lo digo yo, se lo llaman ellos mismos. O sea que, además de macarras y gamberros, son escoria, deshechos humanos, basura auténtica no reciclable. Y la cosa no acaba ahí, qué va. Resulta que en su ideario -en fin, si me permiten el eufemismo- figuran como gente antifascista, contrarios al racismo y a la xenofobia. No, no es un error. Los mismos que humillan y vejan a dos mujeres por el simple hecho de ser españolas -como ellos-, los que son capaces de agredir a chicas que reparten folletos de determinado signo por la calle ejerciendo su libertad, que en un acto de absoluto racismo y xenofobia osan pegar y arrastrar por los pelos a unas indefensas chavalas, esos mismos se dicen antifascistas, antiracistas etc. La esencia pura del racismo más hitleriano, el odio visceral al que consideran distinto e inferior, exhibido además sin ningún pudor delante de todos, y se dicen antixenófobos. Son las consecuencias de la inmersión lingüístico-cultural que sufren los jóvenes en Cataluña desde la irrupción del pujolismo, sin duda. No tiene otra explicación.


Bernat y Oriol, que así se llaman estos animales, ni se arrepienten ni consideran los hechos como una agresión. "Fue una gamberrada", afirman. Además, antes de cometerla "bebimos sangría". Yo creía que la sangría era una bebida española, muy del sur. Y que las gamberradas consistían en romper un cristal de un balonazo o pintarrajear una pared. También pensaba que jalar de los pelos a una señorita no sólo es una agresión sino también una cobardía. Pero estaba equivocado. Por supuesto el señor juez no les ha metido en la cárcel de inmediato, eso sería sin duda conculcar sus derechos e impedirles el ejercicio de su libertad de seguir atizando a todo aquel que se manifieste orgulloso de ser español. A mí me parece un delito probado y bastante importante, pues se les puede acusar de lesiones con el agravante de odio y discriminación, daños y robo con violencia e intimidación, pues encima los chorizos se llevaron objetos personales de las agredidas. Pero debo estar equivocado. El juez, que es un lince, les deja en libertad y les prohibe, en un ejercicio de obviedad sonrojante hasta para un magistrado, que se acerquen a las víctimas y a los tenderetes que informen sobre la selección española. Aunque visto el percal, lo extraño es que no les anime a seguir golpeando e insultando a todo aquel que se denomine español, que es lo que últimamente parece ser un delito por aquellas tierras. ¡Con lo que era Barcelona! Lo dicho, qué desperdicio.    
  

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