Este país nuestro es que ya no hay quien lo entienda. Lo que vale para unos es pecado si lo hacen los otros, lo que es un "ejercicio de democracia y libertad" resulta que pasa a ser un "acoso de tintes fascistas" si la adscripción política del actor es opuesta. Me explico.
Habrán leído ustedes sin duda que al concejal de Seguridad de Madrid le han hecho lo que ahora llaman un "escrache" -que no deja de ser una persecución de un grupo de gente con ganas de atizar al acosado-, los policías locales que están a sus órdenes en la capital del Reino. Todo esto sería normal, sano, democrático, conveniente e incluso deseable, si no fuera porque el "escracheado" -¡acabáramos!- es un militante de Podemos. Y es que hasta ahí podíamos llegar. Se acosa a los de derechas, a los del PP, a los fascistas, a los opresores, pero nunca al demócrata, al liberador, al comunista, al amigo de los pobres; esto del escracheador escracheado no puede ser, hombre, menudo contrasentido. Darle al populismo su propia medicina es cobarde y reaccionario, lo suyo es aporrear al banquero o al empresario que está dando de comer a varias familias, como hicieron unos valientes estudiantes asturianos reventando una conferencia que "esos corruptos y mafiosos" iban a dar en la Universidad. Exigir al podemita que cumpla con sus promesas es moralmente reprobable y condenable, silbar u ofrecerle una cacerolada a Maduro es una ignominia. Lo correcto, lo democrático, es dejar al anarquista que haga lo que le parezca y al opositor como Leopoldo López meterlo preso y permitir que se pudra en la cárcel. Y si su mujer va a visitarlo, dejarla en cueros, humillarla y vejarla hasta extremos sonrojantes, a ver si así no vuelve más.
Lo democrático es aplaudir a otra concejal morada, Rita Maestre, por despelotarse en una capilla cristiana y proclamar, a voz en grito, que "arderéis como en el 36". Es bonito, incluso poético, un mensaje conciliador y amigable, amparado en la libertad de expresión. Sin embargo, el cura que se atreva a decir Misa en ese lugar, debería ser asesinado sin piedad por osar siquiera mentar la existencia de Jesucristo, ese famoso opresor que vivió su vida entre lujos y boato. Es más, que un fiscal pida un año de cárcel que no cumplirá para ésta pájara es un símbolo claro del poder que la derecha tardofranquista ostenta aún en nuestro país. O algo así.
Lo sano es permitir que una estúpida se crea interesante blasfemando impunemente y que, encima, le den un premio por ello en ese pequeño país del noreste del Estado. Lo coherente es jalear a una pareja de saltimbanquis malolientes por ofrecer a los niños un curso acelerado de violaciones, ahorcamientos y demás crímenes salvajes, para que se vayan acostumbrando y que cuando vuelvan los paseos y las chekas no les pille de sorpresa e incluso puedan participar activamente en ellas.
Si bucean un poco en internet podrán ver a Pablo Iglesias, ese prócer de la libertad -para algunos-, pidiendo disculpas públicas "por no partirle la cara a esos fachas con los que discuto en la tele". O avisando "fachas, nos vamos de cacería, a aplicar la justicia proletaria". Ahora imaginen que esas frases o parecidas salen de la boca de Rajoy, Rivera o incluso Snchz. Directos al patíbulo, sin juicio ni nada. Bueno sí, con un juicio popular, de esos tan democráticos y cuya práctica tan bien conocen estos chicos greñudos y descamisados. Porque, no lo olvidemos, si interviniera un juez profesional, entonces sería fascismo. En fin, nunca hubo una palabra más prostituida que "democracia"; el problema es que ahora, además de poner la cama, la pobre ya ni cobra. Si lo hiciera, sería una democracia fascista y eso, sencillamente, no puede ser. Si fuera una democracia comunista, entonces ya hablaríamos. Ay Señor, llévame pronto.
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