martes, 2 de febrero de 2016

El orden de los factores sí altera el producto

Se refiere el título del presente artículo a aquello que solíamos aprender de pequeños, cuando empezábamos a conocer los secretos de las matemáticas y nos decían que en las multiplicaciones, en orden de los factores daba igual, porque no alteraba el resultado final. Eso que es cierto en términos aritméticos, no ocurre en política casi nunca. Antes al contrario. Como se ha demostrado en el largo proceso para que el Rey propusiera un candidato a la presidencia, aquí ha sido decisivo el orden de los factores: cuando el PP buscaba aliados para formar Gobierno, el PSOE se cerraba en banda y se negaba a negociar pero, en cuanto el encargado de buscar alianzas para dirigir España ha sido Snchz, entonces ya sí, ahora ya van a dialogar con todas las fuerzas políticas, incluso podría darse un apoyo de los populares o, al menos, una colaboración en el sostenimiento de un Gobierno débil, como sin duda será el que forme el socialista. En política todo vale o, como diría el gran Groucho Marx, "estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros".

Después de observar atentamente las comparecencias de todos los líderes políticos tras la decisión de Felipe VI, se han podido extraer bastantes lecturas y unas cuentas certezas de la actuación de cada uno. En primer lugar, la intervención del Rey de España ha sido impecable. Ha intentado que la fuerza más votada probase a formar Gobierno en dos ocasiones pero, ante la negativa de Rajoy y el mutis por el foro con el que le ha obsequiado, no le ha quedado más remedio que, para no dilatar eternamente el proceso, encargar a Snchz que busque posibilidades para conseguirlo.


Iglesias no ha sorprendido a nadie. Parapetado en el frentismo y en la soberbia, se ha dedicado a insultar y amenazar al que puede ser su aliado en un Gobierno futuro, a dictarle los pasos a seguir y a persistir en sus desmesuradas demandas tanto en el tema ministerial, como en el territorial, como en el económico. Me parece que no tiene ningún interés real en formar parte de un Gobierno y, en caso de hacerlo, jamás sería un socio leal ni fiable y, como Bruto, siempre tendría el puñal dispuesto para acabar con sus aliados y, de paso, con España.

Parece que Rivera ha vuelto. Después del desparrame de la campaña electoral, en la que dio la impresión de que el presunto éxito se le había subido a la cabeza antes de tiempo, sus declaraciones posteriores y sobre todo su comparecencia de hoy, en la que ha dejado más que clara su negativa a entrar en un Gobierno con Podemos por dos razones fundamentales; que no respetan el modelo territorial establecido en la Constitución y que pretenden dinamitar el sistema de economía de mercado en el ámbito de la Unión Europea, le han vuelto a convertir en un tipo sensato y fiable a la altura de las circunstancias y siempre con una visión global acertada basada en que, lo que realmente cuenta, es sacar a España de la situación de incertidumbre en la que se encuentra en la actualidad.

De Rajoy, ya está dicho todo. Amortizado políticamente, despreciado por todos, envuelto en una interminable espiral de corrupción de la que se niega a salir y acobardado por la situación creada, su única salida es la dimisión. Pero no mañana, no. Hoy. Ya. Ahora mismo. Su figura ya es un obstáculo para su partido y, de seguir al frente del mismo, nadie va a contar con él para negociar absolutamente nada. Hoy hemos vuelto a asistir al desastroso "timing" que los de la gaviota emplean a la hora de sus comparecencias ante la prensa, sus declaraciones públicas y su política de comunicación en general. Uno por uno, todos los líderes han ofrecido extensas ruedas de prensa nada más salir Pachi López a desvelar el encargo del Rey, menos el todavía presidente. A la hora de redactar estas líneas, ya está todo dicho. Aunque se ponga a contar el cuento de la buena pipa, será tarde, será el último, irá a remolque. Como siempre.


Y llegamos al próximo presidente del Gobierno de España. Como conoce su precaria posición tanto en el seno de su partido como a la hora de alcanzar pactos con otras formaciones -sólo tiene 90 escaños, no lo olviden-, su rueda de prensa ha estado tan llena de lugares comunes y tópicos como vacía de contenido. Ha empezado con salarios sociales, violencia de género y empleo juvenil y apenas ha mencionado la integridad territorial, la lucha contra la corrupción política y el respeto a las reglas del sistema económico de mercado. Ha ofrecido una muestra innecesaria de su mezquindad y de lo ruin que puede ser -en eso me recordó a cierta alcaldesa reciente y afortunadamente alejada ya de ese cargo- atacando al pobre Rajoy, que bastante pisoteado está ya, en lugar de tender la mano y ofrecer la posibilidad de pactos, más allá de que el PP entre o no en su Gobierno, que será que no. No olvidemos que, como muy bien dijo Rivera, la opción más racional pasaría por contar con Ciudadanos y el PP y, en caso contrario, la alianza será con los que quieren cortar España en trocitos, desobedecer las leyes y cargarse el sistema económico. 

Porque, llegados a este punto y descartando unas nuevas elecciones, sólo caben dos opciones; una especie de reedición de los Pactos de la Moncloa de 1977, en la que los partidos claramente constitucionalistas pergeñen una nueva transición política en lo que todavía es España, o el pacto con los comunistas, los antisistema, los separatistas y los populistas pro-chavistas y pro-castristas. No hay más. Se pueden edulcorar las cosas, suavizar los términos o tapar tendencias, pero esto es lo que hay. Y para que a todos nos invada la inquietud, elegir una u otra opción está en manos de Snchz. Que Dios nos pille confesados y con el pasaporte en regla.              

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