lunes, 21 de marzo de 2016

El término medio

Es conocida la aversión del españolito de a pie hacia el justo término medio. Aquí abunda y se jalea la exageración, se tiende al exceso y se aplauden los viajes a los extremos. Luego nos sorprendemos de las cosas que nos pasan, como que nos dirijan miembros de colectivos okupas o que en Europa pongan cara de asombro ante nuestra peculiar manera de afrontar los problemas. Eso de liarse la manta a la cabeza y tirar por la calle del medio en lugar de dedicar unos momentos a la reflexión no casa con la mentalidad teutona, por ejemplo, más cercana a la ausencia de imaginación que a la asunción de riesgos incontrolados típica del sur del continente. Por eso el cariacontecido Snchz fue a mendigarle ayuda al griego Tsipras y no a Merkel o a quien quiera que sea el líder de los desharrapados alemanes, si es que los hay.  

El caso es que de un tiempo a esta parte vengo observando por Oviedo una fiebre entre la gente inmersa en la cuarentena que parece contagiosa, sobre todo entre las féminas que se acercan peligrosamente a la cincuentena. Resulta que en un entorno relativamente cercano, varias conocidas han tomado recientemente la decisión de divorciarse de sus respectivos a la voz de ya, de la noche a la mañana, nada de pensarlo y meditarlo, no, están mandando a los maridos a tomar vientos en cuestión de un par de meses. Las implicadas presentan la característica común de intentar convencer al personal de que la decisión ha sido traumática, que era algo inevitable, que la convivencia iba a "explotar" si no terminaban con la relación. Pero sus actos posteriores desmienten esa afirmación. Sus desmesuradas ansias por publicar en las redes sociales hasta el último dato sobre su intimidad, incluidas sus "nuevas" conquistas y sus aficiones más ridículas, nos indican sin lugar a dudas de dónde soplan los frescos aires que pretenden darles a sus vidas tras la ruptura. Y sobre todo, desde cuándo soplan.


Las redes estas son estupendas, como todo, si se utilizan con precaución y en su justa medida. Si uno se dedica a publicar allí hasta cuándo acude al excusado y el grado de dificultad con que lo hace, la cosa se complica. Si no hace más que exponer fotos en las que la vestimenta es, por decirlo con suavidad, inapropiada, puede caer en el ridículo. Y si además el/la usuario/a es imbécil, la herramienta sirve para descubrirse, para delatarse y para que todo quisque se entere que se la estaba pegando a su pareja desde hacía meses y con quién. Mientras la alegre divorciada trata de convencernos en persona de la suerte que ha tenido conociendo tan pronto a este chico tan "ideal", su perfil -o el del novio, tanto da-, nos explica con pelos y señales que las fechas no cuadran. El difícil trago sucedió en mayo pasado, pero en marzo se celebra un aniversario. ¿De qué? ¿Y ese ramo de rosas? ¿Y ese viaje sorpresa? Ayyyyy, pero qué incautos, los pobres yendo de legales y todo el mundo enterándose de que el ex hace tiempo que no entraba por la puerta ni reptando. En fin.      

Por no hablar de lo que se cuelga en la red. Si uno lee los soflamados mensajes, le parece que los interesados están disfrutando de una envidiable adolescencia, no que estén apurando los últimos días de su madurez. Claro que, observando los comentarios de los amigos a las chorradas que van publicando, uno pone en duda no sólo la edad física de esta gente, sino fundamentalmente la mental. A veces incluso hasta Patricio y Bob Esponja parecen físicos nucleares a su lado. 



Y es que no hay término medio. O se ama hasta los tuétanos, o se odia a muerte. O vivimos la vida de los demás, o no tenemos nada interesante que hacer. O nos cogemos un colocón o no probamos el alcohol. Por eso los que hacen estudios en España nos advierten: "el queso curado es malo". No, qué coño va a ser malo. Lo que pasa es que saben que aquí nos zampamos medio kilo de una sentada o  nos tiramos una semana a cuñita diaria con botella de vino incluida, "que para eso me lo ha traído mi madre del pueblo". "Los huevos aumentan el colesterol". Qué va, hombre. Lo aumentan si te comes cuatro con chorizo y patatas fritas tres veces por semana y para cenar. Pero esto los de las investigaciones lo saben. Y por eso están siempre con las amenazas. Porque no sabemos encontrar el término medio. Y si sabemos, lo hemos olvidado. Como mis amigas divorciadas. Y ahora vas y lo cascas.       

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