Algún buen amigo y sin embargo lector habitual de este blog me ha transmitido recientemente una queja acerca del tono general de mis artículos. Parece ser que no me mojo lo suficiente, que critico mucho pero no ofrezco soluciones, no remato las cuestiones exponiendo lo que yo haría o lo que me parece correcto en cada ocasión. Bien, como toda opinión es muy respetable y, aunque estimo que mi posición en la situación política actual es cristalina, voy a "posicionarme", como dice este querido camarada, y pasaré a exponer lo que, en el caso de que tuviera la desgracia de ser uno de los líderes políticos contemporáneos, haría yo en las actuales circunstancias.
En primer lugar y con todo el respeto que me merecen la Institución y la persona, si yo fuera el Rey de España no propondría para la investidura a ningún candidato que no me asegurara una mayoría suficiente. El paripé de Snchz no ha beneficiado a nadie, tampoco a España y, por ende, no le ha hecho ningún favor a la Corona. Huiría de urgencias y precipitaciones puesto que los ciudadanos están percibiendo cada vez más claramente que, con estos representantes políticos, vamos de cabeza a otras elecciones. Propiciar otro desmadre como el contemplado en el Congreso días pasados es innecesario y muy arriesgado.
De ser Mariano Rajoy ya he dejado escrito, en este caso sí, que me iría a mi casa tranquilamente. Si todo el mundo me odia, si todos esgrimen que mi persona es el impedimento principal para llegar a acuerdos de amplio espectro, si la corrupción que invade mi partido es imparable en parte por mi ineptitud y mi falta de decisión, si además ya me he negado a acudir a una investidura, no sé qué diablos hago yo aquí, en medio del escenario sin pito que tocar. Es cierto que gané las elecciones y fui el más votado, pero eso fue hace tres meses. Desde entonces, el huracán Rita y la tormenta Aguirre me han dejado hecho unos zorros, al partido temblando y a mí señalado por consentir, por no actuar, y por no saber conjugar el verbo dimitir, cosa que sí hizo oportunamente la avispada política madrileña. Estuve bastante bien en el debate, pero acudí allí como virtual jefe de la oposición y no como presidente. Ese tren deben cogerlo otros. ¡Ah! Y de ninguna manera dejaría escrito el nombre de mi sucesor. Ni siquiera en un cuaderno con tapas de color rosa.
En el terrible caso de ser una persona comida por el odio y el rencor -además de por la viruela- como le ocurre a Snchz, me encontraría a un paso del cadalso. Quiero decir que, después de haber provocado el triste espectáculo de obtener, por dos veces, un ridículo resultado de 130-131 votos a favor de mi investidura cuando llevo dos meses mareando la perdiz, después de haber intentado vender al PSOE al mejor postor, después de haber sido despreciado, insultado, vejado y humillado por el populista Iglesias, lo único que me quedaría esperar es la decisión del partido sobre mi cabeza. Porque mi posición no podría estar más debilitada ante la dirección del mismo, no sólo por haber sido incapaz de recabar los apoyos suficientes para ser investido sino también por haber arrastrado el buen nombre que le queda al socialismo español por un lodazal. Seguramente yo me habría marchado de inmediato, tras fracasar por segunda vez en el intento, pero comprendo que a un tipo ambicioso como éste aún le queda esperar por si Rajoy se marcha antes que él o Iglesias le apoya de repente y esto da un vuelco. Aunque creo que ni así obtendría beneficio alguno.
Si tuviera la horrible desgracia de ser Iglesias, comunista, populista, prosoviético, chavista y castrista confeso, antisistema, anticlerical y antitodo, demagogo, superficial, zarrapastroso y bastante listo, estaría más que satisfecho. Muy contento por el funcionamiento extraordinario del sistema de propaganda encabezado por Errejón, muy confiado en las expectativas de futuro del partido, muy tranquilo tras haber machacado al PSOE por activa y por pasiva y muy relajado ante lo que viene, porque nada malo se avecina para quien no arriesgó un alamar y jugó sus cartas con maestría engañando a un candidato ingenuo que creía que íbamos a pares y juego cuando yo -es decir, Iglesias- ya me estaba dando mus. Desde luego seguiría a mi bola, no pactaría jamás con el PSOE porque es casta y no debo contradecirme y vería las nuevas elecciones como otra oportunidad de seguir creciendo. Si quiero ser vicepresidente -o más, quién sabe- he de tener ante todo una cosa: paciencia. ¡Ah! Y como penitencia, me impondría repetir mil veces "no volveré a decir que Otegui es un gran político". Que las carga el diablo.
En el caso de que yo fuera Albert Rivera estaría algo desubicado. De hecho, creo que actualmente lo está. Porque si el objetivo es alcanzar un acuerdo para gobernar España, está bien pactar con los socialistas, pero no se entienden demasiado la crueldad innecesaria y la excesiva animadversión con su aliado natural, que es el PP. Es comprensible opinar que Rajoy debe desaparecer de la escena política, pero debería evitar esos alardes de antipepeísmo que tan mal resultado dieron durante la campaña. Siendo egoísta, debería comprender que a mi partido le conviene que siga Rajoy, porque de ser así mi posición tras unas nuevas elecciones será más poderosa y estaré en una mejor disposición para negociar. No puedo olvidar que ahora soy el último mono y que no estoy en el lugar adecuado para imponer nada. Lo mismo que Iglesias, al liderar un partido nuevo debería tener paciencia y no comprometerme demasiado. Eso sí, entre bambalinas y si en realidad es cierto que lo único que me importa es España, hablaría y mucho con los populares para convencerles de lo necesario que resulta para todos que Rajoy dé un paso al costado y le deje el timón a gente nueva. Sobre todo a gente que no tenga absolutamente nada que ver con la corrupción y que la deteste públicamente. Y que lo demuestre. Si consiguiera eso, no olvidaría que, actualmente y en un escenario nada favorable, mi partido y el PP suman 163 diputados y es muy posible que con otro candidato y el fracaso estrepitoso sufrido por el PSOE, en las futuras elecciones ese número pudiera crecer un poco más. Y que 176 significa la mayoría absoluta.
Creo que en estos párrafos me he "posicionado" a base de bien. Y si alguien me preguntara por mis preferencias me "posicionaría" aún más. Pero como afortunadamente yo no soy ninguno de estos personajes, mi lógica no es la de ellos y he demostrado fehacientemente mi absoluta incompetencia política con reiteración, me parece que para muchos de los que lean esto más que "posicionado" les va a parecer que me he "colocado". Pero eso sí, colocado o posicionado, les aseguro que, parafraseando a un auténtico político, seguiré pero que muy "al loro". ¡Ah! Y para empezar, cavilaré un rato sobre los 130 millones que costarán otras elecciones y qué se podría hacer con ellos que no fuera tirarlos a la basura.
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