Cuando se celebraron las últimas elecciones catalanas, publiqué en este blog una visión de los resultados y de las asombrosas valoraciones que los separatistas hicieron de ellos, inmersos en una euforia y un fanatismo absolutamente incomprensibles. Atendió al título de "Un viaje a ninguna parte" y con esas palabras intentaba plasmar mi visión sobre lo que por entonces se iniciaba y ahora se confirma tras la renuncia in extremis del mayor arrastrado que servidor ha visto en política en toda su vida, el ínclito Mas: una carrera desenfrenada en pos de una independencia que no desea la mayoría y que tendría unas consecuencias desastrosas para la nueva república catalana, que nacería muerta.
Y nacería muerta por dos razones. La primera, que nadie con un mínimo de seriedad en el tablero político internacional iba a reconocer el nuevo Estado, máxime si España se mantiene gobernada por gente que tenga dos dedos de frente y sigue considerando como algo irrenunciable su soberanía nacional. Y la segunda, que el presunto Gobierno catalán, una vez resuelto lo único que actualmente les ocupa, que es desligarse de España, se encontraría con que sus socios son anarquistas, antisistema, comunistas y demás especímenes cuya aspiración principal es, precisamente, acabar con la poderosa burguesía catalana que, casualmente, es justo lo que representa lo que antes era Convergencia y ahora ya no se sabe muy bien en qué ha quedado por obra y gracia de los desvaríos de Mas y cía.
Es decir, la nueva nación no formaría parte de la UE, su deuda no valdría un pimiento, sus posibilidades de financiación serían escasas, su moneda no sería el euro, su credibilidad económica para Europa descendería considerablemente, su PIB caería, se las vería crudas para pagar los servicios públicos que tendría que ofertar, no podría asumir el coste de las pensiones y, para finalizar y aunque parezca una frivolidad, el FC Barcelona no jugaría las competiciones españolas y quién sabe si las europeas.
Así que la cosa está que arde. Los movimientos de piezas en el tablero político catalán serán durante estos próximos meses continuos y demoledores. Y si a todo lo anterior le sumamos el limbo en el que se encuentra hoy en día el Estado por entero, sin Gobierno y, lo que es peor, sin altura de miras en los dirigentes políticos, lo que nos sale es un batiburrillo de siglas, individuos sospechosos e inquinas barriobajeras que pintan de negro el panorama no sólo político, sino también económico y social español en este año 2016, que tiene un aspecto de infausto que asusta casi más que su primo también bisiesto 2004, germen verdadero de los actuales desastres nacionales tras la "elección" del infame y mamarracho de ZP.
Es decir, que el viaje a ninguna parte no sólo continúa sino que ha cogido impulso y será más duradero, más arriesgado y, sobre todo, más difícil para todos, catalanes separatistas y españolistas, españoles catalanistas y segregacionistas y demás posibilidades y combinaciones que se les ocurran. La larga agonía que nos ha ofrecido el cadáver político de Mas y el carnaval que ha sustituido a la Navidad este año no van a traer más que graves problemas y dificultades, pero no a España, sino sobre todo a Cataluña.
Y nacería muerta por dos razones. La primera, que nadie con un mínimo de seriedad en el tablero político internacional iba a reconocer el nuevo Estado, máxime si España se mantiene gobernada por gente que tenga dos dedos de frente y sigue considerando como algo irrenunciable su soberanía nacional. Y la segunda, que el presunto Gobierno catalán, una vez resuelto lo único que actualmente les ocupa, que es desligarse de España, se encontraría con que sus socios son anarquistas, antisistema, comunistas y demás especímenes cuya aspiración principal es, precisamente, acabar con la poderosa burguesía catalana que, casualmente, es justo lo que representa lo que antes era Convergencia y ahora ya no se sabe muy bien en qué ha quedado por obra y gracia de los desvaríos de Mas y cía.
Es decir, la nueva nación no formaría parte de la UE, su deuda no valdría un pimiento, sus posibilidades de financiación serían escasas, su moneda no sería el euro, su credibilidad económica para Europa descendería considerablemente, su PIB caería, se las vería crudas para pagar los servicios públicos que tendría que ofertar, no podría asumir el coste de las pensiones y, para finalizar y aunque parezca una frivolidad, el FC Barcelona no jugaría las competiciones españolas y quién sabe si las europeas.
Así que la cosa está que arde. Los movimientos de piezas en el tablero político catalán serán durante estos próximos meses continuos y demoledores. Y si a todo lo anterior le sumamos el limbo en el que se encuentra hoy en día el Estado por entero, sin Gobierno y, lo que es peor, sin altura de miras en los dirigentes políticos, lo que nos sale es un batiburrillo de siglas, individuos sospechosos e inquinas barriobajeras que pintan de negro el panorama no sólo político, sino también económico y social español en este año 2016, que tiene un aspecto de infausto que asusta casi más que su primo también bisiesto 2004, germen verdadero de los actuales desastres nacionales tras la "elección" del infame y mamarracho de ZP.
Es decir, que el viaje a ninguna parte no sólo continúa sino que ha cogido impulso y será más duradero, más arriesgado y, sobre todo, más difícil para todos, catalanes separatistas y españolistas, españoles catalanistas y segregacionistas y demás posibilidades y combinaciones que se les ocurran. La larga agonía que nos ha ofrecido el cadáver político de Mas y el carnaval que ha sustituido a la Navidad este año no van a traer más que graves problemas y dificultades, pero no a España, sino sobre todo a Cataluña.
Intentando ponerle humor a la cosa, piensen que la CUP, esa amalgama de gentes de variado pelaje -coletudos y peinados a tazón, mayormente- se está partiendo, y no de risa precisamente. Fuentes cercanas informan del auge de una escisión formada por elementos fuertemente contrarios a la higiene personal basada en la ducha diaria, pues defienden que el agua empleada en el aseo podría perfectamente usarse para sacar lustre a los retratos de Marx, Engels y compañía que esperan pronto luzcan en las paredes de edificios oficiales, escuelas y habitaciones de hospital, si se tercia. Dicha facción atenderá a las siglas NVD (No Volem Ducha) y, por razones evidentes, no han contado con el anterior portavoz, Antonio Baños, que ha sido oligado a dar "un pas al costat". Este señor y otros que se consideran menos radicales a sí mismos (ufff...) meditan seriamente refundarse como Separats pel Sí a Mas (SSM), mostrándose partidarios de la vuelta del caradura. Y se rumorea que lo que antes era el núcleo duro de Convergencia ahora quiere llamarse Junts pel No (Juntos pero no revueltos), hartos ya de andar por ahí acompañados por descorbatados, calvos de lotería con diéresis y antisistema disfrazados de abuelita. Por último, no se descarta que Mas funde un nuevo partido. Como nombre del mismo se baraja Com puta per rostoll (Como puta por rastrojo, para los de aquí).
En fin, lo dicho, que tenemos el carnaval en enero. Pero no se vayan todavía, no, que aún habrá más (con minúscula y tilde, no vayamos a confundirnos).
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