lunes, 23 de noviembre de 2015

A los nenes no les gusta Benítez

Hace nueve años, el ser superior apellidado Pérez presentó la dimisión como presidente del club madrileño que viste de blanco a veces -otras de rosa, naranja, verde, rojo, gris, y cualquier color que implique vender camisetas, muchas camisetas- y, en un insólito arrebato de modestia, se echó la culpa de los males del equipo por "haber malcriado y consentido demasiado a los jugadores". Bien, como el hombre es capaz de tropezar con la misma piedra un montón de veces sin corregirse, estamos a día de hoy otra vez en las mismas. A los niños, a los millonarios, a los consentidos, no les gusta su entrenador. Incluso dicen que, para burlarse de él, como no despuntó nunca en el fútbol profesional, le llaman -eso sí, a la espalda, tan valientes ellos- "el 10".

No es la pretensión de este artículo defender a Rafael Benítez, ni siquiera entrar a juzgar si lo está haciendo bien o mal. Los aficionados de ese club sabrán. Lo que pasa es que me fastidia mucho la amnesia general que invade a los "medios" cuando hablan despectivamente de este hombre. Se ríen de él porque usa mucho la pizarra, las nuevas tecnologías, el vídeo y los apuntes tácticos. Dicen que confunde a los jugadores, que les abruma. Hombre, algo de cierto debe haber en esta afirmación, pues a muchos de los nenes les debe abrumar hasta la lectura de la cartelera de cine o el visionado de algún capítulo de Los Simpson, por poner dos ejemplos. Pero que le echen en cara ejercer su trabajo de la manera más profesional que puede, dedicando un montón de horas más que sus jugadores a preparar los partidos, tiene delito. Y ya el colmo es lo de esos periodistas tan guapos que le llaman gordo, o dicen que tiene pinta de camarero. Qué elegantes y qué monos son ellos.

Este tipo fue capaz de ganar la Liga no una, sino dos veces con el Valencia, sí, con el Valencia, que desde entonces no se ha vuelto a comer una rosca. Ha alcanzado la gloria con el Liverpool, ciudad donde es idolatrado por conseguir la Champions en 2005. También ganó lo que hoy se llama Europa League con Valencia y Chelsea, y algún título más con el Inter de Milán, antes de que lo echaran. Es decir, es muy probable que algo sepa del asunto. Además, aunque fuera un absoluto incompetente, fue el presidente todopoderoso Pérez el que fue a buscarle en verano después de echar a Ancelotti, a pesar de que los nenes y la prensa dócil le estaban "aconsejando" que no lo hiciera. El italiano era un tío simpático, con el que los malcriados se llevaban de maravilla -claro, apenas entrenaban- y los de la pluma estaban encantados porque nunca les ponía mala cara y era la mar de accesible. Llegados a este punto, no sería fútil recordar que el entrenador-hooligan de Setúbal, idolatrado por una mayoría de merengues, también fue depurado por ser demasiado duro con los mimados. Entonces ¿en qué quedamos? 

Es lo que tiene estar todo el día con lo de "el mejor club del mundo", haciendo giras por Singapur y Nueva Caledonia para "abrir mercados" y sugiriendo alineaciones. Que no te enteras de lo esencial, que pierdes el foco, que les dejas subirse a la chepa y ahora no hay quien les baje. También ponen a caldo a Benítez por sacar a jugar a las figuras, a los once teóricamente mejores. Vaya, vaya, qué desmemoriados estos de As y Marca. ¿No se acuerdan de que el año pasado y el anterior el italiano no sentaba a Bale ni pidiéndoselo de rodillas? ¿De las portadas exigiendo mano dura y personalidad con las estrellas? Como siempre, doble vara de medir, hipocresía y desmemoria, tres ingredientes básicos junto a una pizca de tópicos y cuarto y mitad de faltas de ortografía básica y sintaxis lamentable para obtener un disciplinado periodista de diario deportivo. Y si trabajas en la tele, una capacidad para dar alaridos que ni Montserrat Caballé, un poquito de lenguaje soez y barriobajero y, por supuesto, un toque imprescindible de subjetividad galopante, que diría el padre de todos ellos, el mítico García. Así son las cosas, y así se las hemos contado. Buenas tardes y saludos cordiales.    

  

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