Con la presente, son ya trece temporadas las que llevo realizando las crónicas de los partidos que el Club Deportivo Llanes juega en su feudo de San José. Primero en El Oriente de Asturias, luego en la también desaparecida Voz de Asturias y actualmente en La Nueva España, el que suscribe se dedica a reseñar las peripecias que el equipo verdiblanco va ofeciendo a sus aficionados desde el año 2002. Únicamente la temporada 2013-2014, con el Llanes en Preferente, falté a mi cita con las páginas deportivas, aunque, en mi condición de socio, continué acudiendo regularmente a la vetusta grada oeste a ver las evoluciones del equipo.
Aunque mi condición de cronista deportivo me permite acudir a los partidos sin pasar por taquilla, decidí hace diez años hacerme socio del club, como muestra de fidelidad a los colores del equipo de mi tierra de adopción. Continué siéndolo los dos años que se pasaron en Preferente y, por supuesto, lo fui los dos ejercicios en los que se disputó la fase de ascenso a segunda B. Junto a mi familia viajé a Alicante primero, y a Valladolid y Tudela después, teniendo el privilegio de narrar para la prensa la hazaña histórica que el equipo ofreció a sus seguidores en el Nuevo Zorrilla.
Es conocido que no acostumbro a casarme con nadie -excepto con mi esposa, naturalmente-, pero a pesar de ello siempre intenté ser lo más condescendiente posible en mis crónicas, aún habiendo soportado espectáculos infumables y asistido a lamentables exhibiciones de jugadores endiosados a los que, afortunadamente, el tiempo ha puesto en su sitio. Personas del club me pidieron que, públicamente, me posicionase contra esos mercenarios que sólo vinieron a Llanes a servirse del equipo. Así lo hice, obteniendo con ello el rédito de ser insultado regularmente en las redes sociales por una de esas ratas de cloaca que ahora rumia sus penas por los sinuosos vericuetos de la Regional Preferente. Entre otras cosas, también me pidieron que les ayudase a escribir una misiva dirigida a un rival comarcal en ciertos tiempos difíciles que tuvieron lugar no hace mucho con ese club. Favor concedido.
Además, en varias ocasiones me fueron requeridas colaboraciones con la revista anual que el club edita desde hace más de una década, peticiones a las que respondí desinteresadamente una y otra vez. También recuerdo que, durante mi etapa en política y, ante la inoperancia del gobierno socialista al albur de las sucesivas hazañas del equipo en las temporadas doradas de hace unos años, acucié a mi partido a reclamar más atención para el club y para sus gestas deportivas por parte de los mandamases municipales de entonces. Incluso nos comprometimos a conceder al Llanes una subvención sin precedentes en caso de ganar las elecciones- algo que no sucedió- con el fin de situar al club en segunda división B, algo que creo absolutamente posible y decisivo para la tan manida desestacionalización del turismo en Llanes. Imaginen 19 fines de semana recibiendo visitas de equipos de León, Zamora, Madrid o Galicia.
Y, aunque mi trabajo suele centrarse en las crónicas de los partidos de casa, todos los años hago lo posible por dar una cobertura digna a la notable labor que el club realiza con los chavales. El cénit se alcanzó el año pasado cuando, gracias a los compañeros de la sección de Comarcas de La Nueva España, conseguimos hacer dos páginas completas del suplemento Balón en las que aparecían las fotos de TODOS los equipos de la cantera llanisca, por lo que los orgullosos padres de los chicos pudieron encontrarlos retratados en la prensa regional y guardar el documento entre sus recuerdos más preciados.
Pues bien, nada de lo anterior ha sido tenido en cuenta por los actuales directivos del Club Deportivo Llanes. Ante las recientes presentaciones de la revista anual y de los equipos de cantera, nadie ha considerado necesario avisarme para invitarme a ambos eventos. Parece que lo conseguido hasta ahora no tenía la relevancia que uno creía. Muchas veces un simple detalle marca la diferencia entre la mala educación y el señorío, entre la falta de decencia y la justicia. En fin, no les
estoy pidiendo la insignia de oro y brillantes del club, señores
mandamases omnipotentes, no. Lo único que hubiera necesitado era una llamada
telefónica, y ni eso han sido ustedes capaces de hacer. Muchas gracias.
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