miércoles, 18 de noviembre de 2015

Respuesta ejemplar

La verdad es que no debería sorprenderme, porque todo esto pero mucho peor ya sucedió el 11 de marzo de 2004 y, fundamentalmente, los dos días anteriores a las elecciones del día 14. La intoxicación informativa de algunos, bien conocidos por la población puesto que continúan en activo la gran mayoría, las medias verdades, las insidias y la siembra de dudas "razonables" fueron y son los grandes protagonistas de muchas presuntas informaciones de entonces y de ahora, tras los salvajes asesinatos del viernes en París.

Tras pasar toda la mañana de hoy atento a la pantalla del televisor para informarme de la operación antiterrorista que se desarrollaba en Saint Denis, en la capital de Francia, cambiando numerosas veces de canal para comparar y, de paso, esquivar la odiosa publicidad, he acabado asqueado de muchas de las cosas escuchadas, sobre todo después de concluir el operativo policial en el barrio parisino y lanzarse los tertulianos a elaborar las teorías más disparatadas y las elucubraciones más fantasiosas que se les pudieran ir ocurriendo. Es decir, a improvisar, a hablar de algo de lo que no se tiene ni puta idea, vamos.

Pero aún siendo la mayoría de comparecientes televisivos auténticamente vomitivos, lo peor es lo de algunos conductores de programa. En concreto y, para dar nombres, lo de un tal Javier Ruíz, de la cadena Cuatro (grupo Prisa), muy conocido ya por su militancia pseudo-progresista, por dar cancha hasta el hastío a los podemitas y, no lo olvidemos, por sus insinuaciones maliciosas ya hace 11 años. Este tío, ante todo lo que huela a orden, se solivianta. Ante todo lo que se acerque al respeto a las leyes, se altera. Ante unos atentados monstruosos y en el seno de una vastísima y ejemplar operación para detener a los responsables de una matanza horrorosa, sólo se pregunta, porque ni siquiera se atreve a opinar con firmeza, si el estado de guerra decretado por el presidente Hollande (socialista, mire usté) no supondrá una merma irreparable en los derechos de los ciudadanos franceses. Esa era la pregunta que, una y otra vez, se dedicaba a lanzar a sus invitados. Eso es lo que importa, si nos registran exhaustivamente en un aeropuerto o, si por estar a punto de detener a varios criminales bañados en la sangre de 129 personas, algún vecino no puede salir de casa. Y, para colmo, el tío va y compara con España en 2004, donde dice que ningún derecho de los ciudadanos se vio disminuido. ¿Ninguno? Hombre, pues el derecho a la vida de más de 190 personas parece que muy respetado no fue, digo yo. Hasta la pobre Carmen Chacón, poco después ministra de Defensa, no sabía qué responder. Salió del paso lo más acertadamente posible a mi juicio, -dada la maliciosa pregunta- abogando por alcanzar un "equilibrio" entre seguridad y libertad. De cajón.

Yo no digo que un presentador no deba dar su opinión, no. Lo que quiero exponer es que un conductor de un programa presuntamente informativo no puede ser taimado, malicioso, preguntar con truco, ser demagogo. Por supuesto que es importante que un país salvaguarde las libertades. Pero, en momentos de crisis como el actual, haciendo insinuaciones y sembrando la duda parece que lo fundamental sea que a un tipo de estos le abran las fronteras mientras huye, que la policía tenga que esperar a que un señor juez le dé la gana -o no- de firmar una orden de registro, o que no se pueda interrogar a un terrorista al que han encontrado hasta las cejas de armamento hasta que el pobrecito tenga un abogado a su lado. Eso sí, no le escuché mencionar a ninguno de estos lumbreras los derechos de los agentes de policía o de los miembros del ejército que podrían volar por los aires cuando uno de estos sujetos activa su cinturón explosivo. De eso, ni una palabra. Es como si los que velan por nuestra seguridad, por que no palme más gente a manos de descerebrados sanguinarios, fueran en realidad miembros de fuerzas opresoras de alguna dictadura bananera.

He de decirlo: la actuación del presidente Hollande y de todos los franceses implicados en esta respuesta a las salvajadas del islamismo yihadista me parece, hasta ahora, impecable. Y la del pueblo francés, respetando a sus políticos y a sus fuerzas de seguridad, colaborando al máximo con ellas para lograr la neutralización de la amenaza terrorista y respondiendo al miedo cantando a pleno pulmón su himno, La Marsellesa, sencillamente envidiable. Ya podía alguno tomar ejemplo.          

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