Hace un siglo que no escribo una línea. Y seguro que los seguidores de este blog saben la razón, que no es otra que el profundo hartazgo que la situación política y social de nuestro país y del mundo en general causa en quien debería teclear palabras con cierto sentido. Culpable el mensajero.
El monotema no termina, hemos entrado en bucle porque un pueblo abotargado así lo ha querido. Luego que no vengan llorando a papá Estado cuando la merma en su riqueza sea por fin visible. Menos empresas, menos trabajo. Es de cajón, pero han preferido seguir mirando a otro lado. Ese 47,5%, es el culpable.
La indecencia del sistema aumenta en progresión geométrica. El terrorismo ya no es etarra. Es mediático. Es social, la mierda de facebook o twitter o como se llamen el resto de medios de profanación del sentido común y de la ética personal, difuminada tristemente al abrigo de una masa descerebrada, inculta y profundamente desmemoriada. Un criminal reincidente, sanguinario, cobarde y orgulloso de sus actos asesinó a un ciudadano en Zaragoza porque llevaba unos tirantes con los colores de la bandera de España. Lo hizo por la espalda, con ensañamiento y sin dudar un instante. Internet escupió mierda a porrillo y demonizó al muerto. El criminal, una rata infecta que seguramente muchos de ustedes quisieran como yerno ¿verdad?, es poco menos que un héroe antifascista. Un cobarde elevado a los altares ante el silencio de la que debería ser una Prensa independiente y garante de nuestros derechos. Culpable el asesino, culpables los que se amparan en el anonimato y culpables los vergonzantes trabajadores de lo que antes eran medios de comunicación y hoy son medios de adoctrinamiento acelerado.
La Navidad es una conmemoración de un hecho supuestamente histórico que es uno de los pilares del cristianismo. Hay más de mil millones de personas en el mundo que profesan esa fe. En España la gran mayoría de la población se sigue considerando cristiana, con mayores o menores niveles de participación. Los musulmanes son minoría. Pero, como ocurre en Cataluña, una minoría dominante se merece más respeto que lo que se ha dado en llamar minoría silenciada. No. Es silenciosa voluntariamente, porque no tiene suficiente valor para recibir una hostia. Los cristianos de aquí son culpables de no defender la fe que se supone profesan ante las humillaciones constantes de analfabetos agilipollados militantes en la vergonzantemente abducida Izquierda Hundida. O en Podemos, que es lo mismo.
El Gobierno. A uno le entran ganas, como a Tip y Coll, de amenazar con hablar de él. De esa cosa que está ahí, que está formada por personas que piensan, que tienen una ideología, que las hemos puesto ahí para que manden, para que legislen, para que dirijan, pero todo es un suponer, porque no hacen nada de eso. Si piensan no lo parece, sus convicciones son pompas de jabón a merced de los elementos y, aunque disponen de un enorme poder, no da la sensación de que manden un carajo ni que dirijan al país a no ser que el caos sea su objetivo final. Parecen más influidos por las encuestas siempre erróneas, por los medios más influyentes que ellos mismos han encumbrado, por ciertas corrientes mal llamadas "moderadas" que tratan de que nada cambie, de que no se gobierne, de conservar el status per secula seculorum. Hablando de Cataluña, sólo tenían que hacer dos cosas: intervenir TV3 y tomar el control de la Educación. Ni una, ni otra. Es mejor dejar que las cosas sucedan, que caigan por su propio peso sin apenas intervenir. Pero eso no es gobernar. Gobierno culpable por vago, por melifluo, por tibio. Unos nuevos y voluntariosos Ciudadanos se lo acaban de demostrar. ¿Aprenderán? Sospecho que no.
Ya no quedan apenas inocentes. Incluso la vomitiva prensa de hoy no encuentra una noticia apropiada para lucir como "inocentada" porque hasta el disparate más increíble se ha convertido en posible. A eso hemos llegado. Los "fakes" -¿se dice así, nuevos expertos?- están a la orden del día. No se distingue lo real de lo ficticio y, lo que es peor, la verdad de la mentira. Se habla, para intentar justificar toda esta basura informativa, de "realidad virtual", de "posverdad", término que la Real Academia acaba de aceptar. Fíjense, la define como "distorsión deliberada de la realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales". En mi pueblo, a eso se le llamaba mentira. Académicos culpables también, por admitir tanta cochambre y empobrecer constantemente el idioma. Inocente era el libre de culpa o, en el caso que se conmemora hoy, -aunque les joda a las izquierdas modernas, también reminiscencia del cristianismo, esa lacra- los que no han llegado a la edad de discreción, de ser capaces de distinguir el bien del mal. De los otros, de los que se supone tenemos capacidad de discernimiento, ninguno estamos libres de culpa en esta vorágine. Celebremos, pues, el día de los Culpables con alegría y regocijo inusitados antes de que nos entren remordimientos. Si es que a alguno le queda esa virtud. Feliz Año Siguiente a todos.