sábado, 24 de octubre de 2015

Con (re)sentimiento

Hace pocas semanas se anunció en los medios de comunicación el inminente estreno del programa de entrevistas conducido por Bertín Osborne "En tu casa o en la mía". Como es evidente, aparte del formato, en el que el presentador entrevistaría a una persona de cierto interés social, nada se sabía sobre el mismo. No obstante, grandes gurús de la izquierda acomplejada y de la prensa afín al nuevo universo casposo-podemita pusieron a parir al llamado Ente Público de RTVE por darle esta oportunidad a un "declarado facha" de volver a demostrar su capacidad para entretener al personal. Aprovechando la coyuntura fueron atizados sin piedad el PP en el Gobierno, el Ministro del ramo y todo lo que no oliese a progre trasnochado, por ser cómplices de semejante delito.

En esta época de programas poblados de contertulios chillones que impiden que se escuche a aquellos que sí van dispuestos a dar su opinión a los platós, que lo mismo pueden hablar de fútbol que de política o famoseo cutre, hacía tiempo que no llamaba mi atención un espacio dedicado al simple diálogo, algo que en los tiempos que corren parecía una quimera. Error. Bertín lo ha conseguido. Propiciando un ambiente relajado y familiar, probablemente auspiciado por la amistad que cultiva con los entrevistados, la conversación fluye, pausada, apacible, con confidencias, momentos de emoción intensa o de cachondeo desenfadado, y el espectador va descubriendo aspectos desconocidos de los invitados al programa.

Sólo he asistido a las charlas con Carmen Martínez-Bordiu -en la que se trató con una delicadeza exquisita y una emoción sólo comprendida por los que hemos pasado por circunstancias similares la trágica muerte de su hijo mayor-, Lolita y Mariló Montero. Ninguna de estas mujeres es santo de mi devoción ni me interesan lo más mínimo sus peripecias, incluso alguna me parece frívola y desinformada. Pero eso no fue óbice para que, una vez envueltas en una conversación afable, sus confesiones resultaran interesantes y, como he escrito, en ocasiones consiguieran emocionarme.

No debo ser el único que piensa así, pues he leído que los tiránicos índices de audiencia están siendo más que benévolos con el jerezano e incluso que la productora está preparando ya una nueva tanda de entrevistas para la próxima temporada. Y es que la gente normal, la que la nueva progresía cree que nos pasamos el día tomando el té y jugando al backgammon mientras hablamos de gilipolleces, los que salimos huyendo cuando oímos la sintonía de Gran Hermano o La Voz, los que despreciamos las tertulias sesgadas lideradas por estandartes del republicanismo o de la revolución, nosotros apreciamos lo de siempre, una buena conversación en la que la educación y el respeto sean los pilares que sostengan el debate, como ocurría en aquella sensacional y añorada "La Clave" dirigida, entre chupada y chupada a la pipa, por el gran José Luis Balbín.

Así que me alegro enormemente por los de la bandera tricolor, por la izquierda acomplejada que no quiere las tradiciones pero no aporta nada nuevo, por los presentadores modernos y "comprometidos", por los que odian lo que no comprenden. Aunque esté muy feo decirlo, me alegro de que se jodan. Y a gente como el progresista antoniorico, que se cree muy gracioso metiéndose con los valores y las tradiciones españolas en sus estultas crónicas televisivas, que prefiere que sus hijos vean al separatista Buenafuente que a Bertín, si por una improbable casualidad leyera estas palabras, decirle que lo siento por ellos. Por sus hijos, me refiero.         
  

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