lunes, 19 de octubre de 2015

Profesiones de riesgo

Hay profesiones de alto riesgo relacionadas con el mundillo de los medios de comunicación que no están en absoluto reconocidas. Su práctica implica poner en peligro no sólo la salud física, sino en ocasiones también la mental, por la presión que supone para el trabajador la tarea que se le pide. Un montador del programa Gran Hermano, que tiene que ver una y otra vez las imágenes de las interesantes escenas acontecidas entre los concursantes para seleccionar las que luego emiten en el resumen, por ejemplo, debe acabar muy cerca de la pérdida de la razón y en grave riesgo de arrojarse desde un quinto piso a los pocos días de trabajo.

Imaginen cómo las debe pasar el conserje de Tele 5, que tiene que ver entrar cada día -e incluso cruzar alguna palabra con aquellos que estén capacitados para ello- a la fauna que habita en la mayoría de programas estrella de la cadena. O el encargado de sonido del programa nocturno dedicado en exclusiva a los dos clubes con mayor presupuesto del país, ese que bajo diversos nombres ha ¿dirigido? el ínclito Pedrerol. Intentar que el espectador pueda entender los farragosos argumentos de los exaltados tertulianos ha de ser tarea titánica que no puede estar suficientemente bien pagada en relación con el riesgo de quedar sordo o desequilibrado del todo tras asistir, día tras día, a los exabruptos y vilipendios que se escuchan en tan curioso plató.

Pero la palma se la lleva, sin duda, el profesional que se ve obligado a cubrir la posible información que emana de los banquillos de los equipos de fútbol en los programas tipo Carrusel Deportivo. Para empezar, trabajan al aire libre, por lo que en invierno pasan un frío del carajo allí apostados junto a entrenadores y suplentes sin apenas poder entrar en calor, pillando gripe tras gripe, se mojan cuando llueve pudiendo quedar electrocutados en el acto con tanto cable, se exponen a recibir empujones y mandobles de los encargados de seguridad del campo e incluso a ser objeto de burlas e insultos de energúmenos anónimos camuflados en la grada, por no hablar de desplantes y desprecios de las figurillas a las que no les gusta que les cambien o las que odian jugar sólo unos minutos.

Aunque, aún siendo ciertos todos los peligros citados, hay uno mayor: que a tu director se le ocurra preguntarte, así de repente y en antena, "¿y qué está haciendo Valverde en este momento en el banquillo?" Qué pregunta. ¿Qué va a hacer? Pues dirigir a su equipo, se supone, dar órdenes o pensarlas, instruir a sus jugadores sobre lo que deben hacer en el campo. Si yo fuera de este gremio, ganas me darían de contestar: "en estos momentos Valverde acaba de arrancarse salerosamente por fandangos de Huelva, que baila acertadamente en compañía de su segundo". O algo como "pues Valverde se acaba de quitar el abrigo, se ha colocado chaquetilla blanca, pajarita negra y paño en su brazo izquierdo y se dispone a servir una ronda a todos los componentes de su banquillo y a los del contrario". Menos mal que algunos de ellos, como mi admirado Edu Pidal, tienen muchos recursos ante la estupidez de la pregunta, porque lo que se merece en estos casos el director es recibir una respuesta acorde a su grado de memez o algo más contundente. Y entonces a lo mejor su profesión podría pasar a considerarse también como que tiene un poquito de riesgo. Sobre todo cuando el maltratado informador pueda llegar al confortable estudio de radio y cruzar unas palabritas con ese jefe tan genial.         

   

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